Salvada
la mentira, a María Eugenia de Montijo, le fue muy difícil aguantar
las ganas de niña, a todas las horas. Ya no solo en el río, si
podía y siempre guardando la espalda, la dueña del Cortijo y de
sueños morenos de una niña con alma torera, se escapaba a despertar a
su Candela.
La
niña que le había devuelto la sonrisa perdida, las ganas de reír
abrazada a ella, la ilusión por los toros y la renovación constante
de sueños. Aquellos donde paseaba con ella en libertad, aquellos
donde todo lo que tenia era puesto en los pies de la niña, aquellos
donde Candela triunfaba en los toros llenándola de orgullo, aquellos
donde su otro niño caminaba de la mano de la Niña más que como
amigos, aquellos sueños que a días, veía prácticamente
imposibles.
Cosas
del corazón, que un día te hace sentir pletórica y poderosa, y
otros como esa mañana, te hace sentir pequeñita y vulnerable. Con
solo una larga bata de fina tela, había llegado a su cama. En ella
se introdujo con un deseo visceral de atrapar su aroma, su calor, su
esencia…muy dentro de ella para guardarlo en lo más profundo de
si.
Así
se agarro a su pequeño cuerpo de lado, abrazándola no solo con el
cuerpo, y así espero, que la Niña despertara.
No
tuvo que esperar mucho, la claridad de la mañana se colaba por la
pequeña ventana y el catre donde ambas estaban se ilumina como su
misma alma, al sentirla despertar.
-
Quiero amanecer contigo- cantaba a baja voz la serrana al despertar
de Candela- ser tu amante, ser tu amiga..descubrirte paso a paso-
como a pasitos lentos dibujada caricias por el vientre despejado de
ropa de Candela al estirarse bajo su abrazo- quiero amanecer contigo,
despertarte entre mis brazos- pausaba sonriente al sentir como
Candela detenía su mano para llevarla con una propia hasta sus
braguitas- y ofrecerte sin reservas toda mi ansiedad…Buenos días,
Candelita mía- decía dejando de cantar para besarle el cuello con
devoción.
-
Quiero guardar mi pasión en tu boca…mientras despacio te quito la
ropa- proseguía Candela girándose en la cama, sin soltar su mano-
Uhm…¿ya amaneció?
-
Si- contestaba la serrana disfrutando de los movimientos del cuerpo
de Candela desperezándose- Te esperan los toros y con ellos tus
sueños- le dijo con un nudo en la garganta. Bendito corazón que
quiere salirse por la boca, gritando que a pesar de todo, sigue vivo.
-
¿Y la gloria?- bromeo Candela buscando los negros ojos con embrujo
gitano de su serrana. Y cuando los vio, nublados en lagrimas, se pego
a la dueña de esos ojos buscando ahora su boca- La gloria la tengo
en esos suyos y en como me miran.
-
Candela- la nombro la serrana al tiempo que las lagrimas se
precipitaban por su rostro y la boca de la Niña le bebía la boca y
hasta parte de esas lagrimas.
Amantes
a escondidas, que roban al tiempo tiempo, Candela se volcó en su
serrana queriendo detenerlo y detener con el, las lagrimas de María
Eugenia. Encimita suya, cubriendo su adorado cuerpo, se dejo el alma
besándola cuando unos fuertes pasos sobre la vieja madera del
porche, la hizo detener el beso y callar la boca de María Eugenia.
-
Sush- la mando callar atenta a los pasos sospechando de quien podían
ser. Cuando María Eugenia con la boca tapada por su mano, miro la
ventana entendiéndola, Candela salto de la cama y fue hasta la
ventana, puñal en mano.
-
Candela- murmuro asustada la serrana, mirando el puñal. Pero la Niña
no pudo atenderla, pendiente como estaba de los pasos del capataz. No
fue hasta que lo vio lejos que volvió a la cama, de nuevo sin puñal.
-
Anda medio loco por su querer- le dijo a su serrana sin saber toda la
verdad- preguntando si con alguien usted se ronda. Culpita de esos
ojos negros que tiene usted- piropeo callándose el mal
presentimiento que por días la estaba quemando por culpa de ese
capataz.
-
Candela-de nuevo la nombraba María Eugenia consciente de su omisión
sobre el capataz y las noches con él compartidas.
-
Mucho me nombra hoy usted- volvió a bromear no queriendo que nada
enturbiase la mirada de la mujer que con su cuerpo cubría de nuevo.
-
Candela- tomo su cara María Eugenia- algo tengo que contarte, que por
vergüenza calle.
Hay
secretos de almohada, que mejor se quedan guardados en ella. Porque
cuando se descubren, despiertan pasiones hasta ahora no sentías.