Mi cincuenta cláusulas 76

Era aún temprano cuando Minerva entreabrió los ojos encontrándose la luminosidad de un nuevo día. Volviéndolos a cerrar, extraño el peso de Julia sobre ella y busco en la almohada las huellas de la magnate. Perezosa sonrió sobre su olor aspirándolo y tras unos segundos, decidió desperezarse. Por delante tenía otro agotador día.

Sentándose en la cama estiró su cuerpo, extrañando un gran ventanal por el que ver el enorme jardín de la casa. Buscando saber la hora por su móvil, diviso sobre la mesita una pequeña pantalla y sonrió negando con la cabeza. Seguro sería otro juguetito de Julia. Sin temor toco la pantalla y esta se iluminó.

- Buenos días señorita Minerva- escuchó una voz femenina saludarla- Son las ocho y veinte de la mañana, en el exterior hay una temperatura de diez grados. El día será soleado y la temperatura máxima será de dieciséis grados. ¿Desea activar la ducha caliente?

- Eh...- titubeo Minerva dudando. Era el ordenador central de la casa quien la saludaba y lo hacía personificándola. De pronto una idea se le ocurrió- ¿La señora Arango?

- Zona cocina, ¿activo cámara?

- Si- contestó al ordenador pellizcándose el labio. Espiar a Julia tenía su parte divertida- A ver que estas haciendo- dijo para sí, y al instante por la pequeña pantalla, vio a Julia apoyada en la encimera hablando por webcam. Lo hacía con un joven y por las veces que ella había hecho lo propio con Julia desde Nueva York, identificó sus oficinas en esa ciudad. Curioseo un rato la conversación en inglés entre ambos y le pudieron las ganas, de bajar a la cocina y saludarla- Activa ducha.

- ¿Temperatura del agua?

- Pues- abrió los ojos sin saber que contestar- ¿Caliente?

- Disculpe, no entendí su petición.

- Déjalo, puedo hacerlo yo sola. ¿Te llamas?- se carcajeo Minerva tapándose la boca. Estaba de conversación con un ordenador, eso era muy Arango.

- Elisa, mi nombre es Elisa, señorita Minerva.

- Encantada Elisa. Me voy a duchar, charlaremos más tarde- se divirtió Minerva incorporándose.

- La temperatura del baño es de veinticinco grados. Cuando guste, señorita.

De excelente humor camino hacia el baño como había dormido. Una camiseta de la magnate y unas braguitas. Al entrar en el baño una oleada de familiaridad la inundó. Había extrañado tanto cualquier cotidianidad entre ambas, que el mero hecho de usar su baño la emocionó.

- Buenos días, Minerva- escuchó la voz de Julia, cuando se introducía en la ducha.

- Estoy desnuda, buenos días y girate- pidió encantada de que Julia estuviese al tanto de su despertar.

- ¿Girarme? Eso es como pedirle al pobre ciudadano que hace seis horas de cola para contemplar el Guernica, que una vez esta a solo dos pasos de la gran obra de Picasso, se gire. No es apropiado y es incluso doloroso. La belleza no se debería prohibir. Pero...tengo que concluir una llamada, te doy ese tiempo.

- Muy amable- rodó los ojos Minerva apurando su matinal ducha.

Minutos más tarde, Minerva dudaba en que ponerse dentro del vestidor de Julia.

- No recuerdo si deje ropa aquí- se quejó arrugando los labios.

- Parte izquierda, señorita Minerva- le avisó Elisa asustandola y en segundos, los grandes espejos que cubrían esa pared se abrieron dando paso a un increíble vestidor propio.

- ¡Es la leche!- exclamó pletórica. El vestidor era simplemente espectacular. Ahora las dudas se modificaron porque prendas elegir de ese vestidor, que bien podría haberlo diseñado ella, incluyendo las prendas delicadamente dispuestas en él- Así es fácil entender a la chupóptera de Victoria y su miedo a la soledad.

- La señora Davo, no cuenta con acceso a la vivienda, fue bloqueada- le informó Elisa y Minerva dejó de sobresaltarse por el curioso ordenador.

- Estas en todo, Elisa- respondió de excelente humor Minerva.

- Gracias, señorita Minerva.

Primera vez que interactuaba con el ordenador de Julia y sería el día que era, sería su humor o sería lo que fuese, lo encontró de lo más simpático.

Elegida la ropa y vestida con ella, apenas se maquillo queriendo apurar el tiempo y bajar a la cocina. Le apetecía desayunar tranquila con Julia y despedirse hasta la noche.

El último pensamiento le supuso una pequeña rabieta infantil. Rabieta que olvidó, al contemplar a Julia despidiéndose del joven anterior. Apoyada en la puerta, espero que terminasen y el tono empleado por Julia, llamo su atención. Profesional como lo había escuchado otras veces, pero había cierta molestia o incomodidad. Observando al joven, fue que cayó en la cuenta. Era el primer sercretario masculino que Julia tenía, de ahí la tirantez e incomodidad de la magnate.

- El arte abstracto- dijo cuando Julia finalizó la video llamada, consiguiendo su atención- propone una nueva realidad distinta a la natural y no por eso carece de belleza- explicó conteniendo la risa. Julia la miraba entrecerrando los ojos.

- Tratas de decirme que la representación perfecta es extremadamente improbable. Su mancha rompe mi creación, dándole más valor....Uhm...puede ser, pero me gusta la belleza y el no me lo parece.

- Jajaja, piensa en que seguro es un excelente trabajador- dijo Minerva dejando el apoyo en la puerta. Empezaban a comérsela las ganas de atrapar esos gruesos labios rotos- ¿A ningún hombre ves atractivo?- preguntó llegando hasta ella. Un paso y los fuertes brazos de Julia, ya rodeaban su cintura.

- Uhm- entrecerró de nuevo sus grises ojos Julia- No, ninguno así me pareció. El desayuno esta listo.

- Primero buenos días- dijo Minerva adelantándose a los movimientos de la magnate. Fue ella quien se irguió rodeando su cuello para después besarla.

- Uhm...esto si es bello.

- Jajaja ..¡Ay!.. Conocí a Elisa- rodó los ojos Minerva, cayendo en la feminidad del ordenador.

- Es un regalo de Steve Job, una maravilla que estoy perfeccionando- se jactó Julia. El ordenador era un auténtico juguetito del que estar orgullosa.

Hablando de todo y de nada, entre las dos prepararon una impecable mesa. Para Minerva era emocionante comprobar como ciertas "cosas" Arango, ya formaban parte de su vida. Cualquier día anterior a Julia, hubiese desayunado a las prisas y de pie en la cocina. Junto a ella en cambio, preparaba la lujosa mesa, con total normalidad.

Sentada junto a ella y sin apenas probar bocado, su princesa interior despertó de golpe y con ella, el deseo más voraz por Julia-cómetela- rugió la princesa e imposible fue, no atender sus deseos.

- Julia

- ¿Si?