María de los Ángeles 14

Podía sentirlo. La suavidad de la seda acariciando su piel. Sin abrir los ojos, supo que él negligee había acabado enrollado en su cintura- Mm- delicioso como se sentía el peso del otro cuerpo sobre ella.
El calor que emanaba, la transpiración tan sumamente sensual, la electricidad que esas manos causaban en ella y- Ahm- esas mismas manos abriendo sus muslos. El rubor que sentía en sus mejillas, parecía amenazar con hacerla combustionar. Los gemidos mezclados, el prohibido olor a sexo, el tacto de su piel y el hambre voraz por morder. Sus caderas alzándose y sus piernas encajando ese otro cuerpo en el propio, le hicieron volver a gemir ronca de deseo. Como transportada, se vio queriendo girar ese cuerpo, mordele los labios, arrancarle los mismos gemidos que la estaban dejando seca. Quería dar lo mismo sin dejar sentir lo tantisimo que estaba sintiendo. Desbordada clavó sus uñas donde pillo y se sorprendió, abriendo los ojos antes de morder lo que su boca cazo. Nublada la vista, se cegó mordiendo una mandala tatuada al tiempo, que una fuerte y decidida embestida, le acercaba a la levitación. ¿Había sido eso lo sentido por Santa Teresa de Jesus? 

"Confieso que me hizo gran temor; al principio, grandísimo; porque verse así levantar un cuerpo de la tierra, que aunque el espíritu le lleva tras sí y es con suavidad grande si no se resiste, no se pierde el sentido; al menos yo estaba de manera en mí, que podía entender era llevada. La majestad de quien puede hacer aquello se manifiesta de tal manera que espeluza los cabellos, y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios” (Santa Teresa de Jesus) 

El espíritu te lleva tras si, así mismo se sentía Angie. Llevada a un lugar único y sin dimensión. No se pierde el sentido escribió Santa Teresa, pero ella con la mirada perdida en un brazo tatuado estuvo a punto de hacerlo. Le ardía el cuerpo, le galopaba el corazón y algo dentro de ella palpitaba pletórico, feliz, libre e inalcanzable. Y queda un gran temor de ofender a tan gran Dios, prosiguió Santa Teresa. El temor era verse como nunca antes, entregada por completo a la pasión más salvaje y desconocida, e incapaz de detener el deseo emergente de su cuerpo de querer más y más. Enloquecida, su boca y cuerpo se entregaban a la pasión, mientras su mente simplemente, la contemplaba esperando abrir las puertas del infernum.

Pues que las abriese, que San Pedro la rechazase y enviase al Gehenna si eso significaba, estar vibrando bajo un cuerpo estigmatizado con tatuajes y sobre un lecho..rojo.

Ese justo color le hizo abrir los ojos y despertar del sueño, con el corazón galopando incesante en su sien. ¿Qué había sido eso?

"Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aún harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo al su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento" (Éxtasis Santa Teresa de Jesús)

El despertar de Angie, tan loco como su propio sueño, la dejo desorientada hasta que el divino cuerpo de su hijo, calmo su repentina ansiedad. Abrazándola quiso huir del sueño, pero sobre todo, de lo sentido en ese sueño. Sería aún madrugada cuando despertó y ese cuerpecito que abrazaba más sus buenos rezos, le procuraron poder seguir durmiendo.

Lo que no quito, que a la mañana siguiente ciertos nervios anudaran su estómago. Angie no recordaba haber soñado algo parecido y ni pensar quiso, en las evidencias que su cuerpo había mostrado tras el sueño. Pero estaba ahí, presente mientras desayunaba con Keko, lo que la llevó a Jess. Estando en la aldea, ni en el día de los Santos Inoocentes se le hubiera ocurrido relatarle algo así a Doña Angustias. Jess era distinta y le daba la confianza suficiente, para pellizcarse el labio evitando reír. A saber con qué cosa le podría salir de Jess de contarle algo de lo soñado. Pensándolo, de estar nerviosa desconcertada paso a sentir ciertos nervios traviesos y no lo dudo al escribirle a Jess.

Mensaje de Angie a Jess: Necesito hablar contigo. Cuando quieras te invito a un café con leche.

La respuesta de Jess, no se hizo esperar. Esa mujer parecía pegada al móvil o que este, fuese una extensión de su cuerpo.

Mensaje de Jess a Angie: A café con leche dices Jajaja. Cariño estás en Madrid, es mucho más efectivo decir; te invito a unas cañitas, a una terracita, o a todo lo que quieras acabado en ita, menos a calderos de abuela. Angelita mía. Perdón, perdón por esto último. Jajaja.

Al lerele Angie no sintió ninguna ofensa, si bien le apeteció jugar un poco..poquito.

Mensaje de Angie a Jess: Mm..la boquita Jess.

Mensaje de Jess a Angie: Hostias perdona. Ay..perdón perdón otra vez, que eso es santo o algo.

Mensaje de Angie a Jess: Y dale

Mensaje de Jess a Angie: Ay por Dios Santo prometo intentar no hablar así de...borro, mejor borro.

Mensaje de Angie a Jess: Jajaja, déjalo. Entonces bombón, cañita conmigo? Uhm?

Mensaje de Jess a Angie: Si, si..siiiiiii. Que joya en bruto tengo contigo, la leona que puedo sacar de ti es todo un reto como profesional. Ya te doy un toque cuando pueda. Chao, Chao bombonazo.

Concluyó Jess por el móvil y tras ello no pudo evitar abrir la primera ventana que pillo, solo para exclamar:

- ¡Alabado sea el Señor!

Y claro para que algún vecino le contestara.

- Anda ya pedazo facha. Qué lástima con todo lo buena que estás.

- Ya te digo, lo mismo me gime tu madre.

Y si, esa era lucha de Jess. Mientras que Angie más repuesta y risueña, arreglaba la cocina antes de irse al Colegio de Keko. Esa otra guerra que lidiar. Sentía tanta angustia, de dejarlo tan pequeño solo en un colegio lleno de niños, que bien pensado no daba miedo. Pero era mami primeriza y su cachorro era su cachorro. El timbre de la casa sono y en quien primero pensó fue en Jess. Quizás después de hablar por mensajes la loca quería decirle algo más, pero erraba Angie. Al abrir la puerta, encontró con ella a May..y sus evidentes signos de sueño.

- Me he despertado temprano y dije..bue, les acompañó al Cole y tal- fue lo que dijo May, entre bostezos. Obvio, a Angie se le cogio una cosita en el estomago que le encanto, mientras Keko saltaba de su silla cola cao en mano.

- Cacao May- ofreciéndoselo a May, el cacao resbaló de sus manos y los tres se quedaron mirando el estropicio que se formó en el suelo. 

- Ehm..las que lías colega-le dijo May.

- Y tú-le contestó Keko.

- Oye pero que no me contestes- le corrigió la falsa ofendida May.

- Jijiji, ¿no?-la vacilo el enano y vale, la supuesta adulta fue tras él, pasando del suelo manchado. ¿Y qué? A Angie en esos momentos, le importaba poco el suelo, el vaso roto y el cola cao desparramado, era mucho más importante disfrutar de la sensación única de sentir que ese piso, ya olía a su hogar.

Pero claro, quedaba visitar el Colegio y una cañita con Jess.