Confesar que estaba prendaita por una criatura que apuntaba con un trabuco sin pólvora que quemar, fue lo de menos comparado con confesarle su robo. Pero su Doña, leal como ella misma le era, le restó importancia, sin dejar de regañarla por no haberlo pedido. Abrazándose entre las dos quedó todo apañado, pero a la Doña le picó la curiosidad por el bandolero que sonrojaba a María.
- Mañana ire contigo a las compras, no me pierdo yo verte suspirando por un varón que no sea Gregorio- le dijo su Doña divertida y picarona.
- Ay Doña...ayyyy, es un bandío. Por la Virgen de estas tierras que lo es.
El mañana llegò, con un sol que reinaba pletórico. Esa mañana María no tuvo que servir el desayuno a su Doña en la cama. Cuando subió a despertarla, la hallo vestida con pantalones de hombre amarrándose las botas de montar.
- ¡Por los Clavos de Cristo!- exclamó achacando al diablo que esa mujer, se viera hermosa incluso con ropajes de hombre.
- En verdad me apetece hacer algo distinto hoy- dijo su Doña manos en la cadera. Si las mujeres pudieran vestir así, su Doña continuaría siendo la mujer más preciada de las tierras andaluzas. Pero la firmeza de sus palabras, unida a su postura, hicieron temer a María.
- Es solo una criatura, hay que entender las condiciones en qué viven. Dicen las malas lenguas que se aparean entre ellos y cuando digo entre ellos, me estoy refiriendo a que sus costumbres son capaces de hacer rezar al infierno- dijo corriendo a ayudarla a hacerse una coleta. La larga melena de su Doña jugaba un grandioso papel en su forma de ganarse la vida. Sus palabras hicieron reír a su Doña. María y sus creencias a menudo caían en contradicciones como esa; hacer rezar al infierno no sólo los bandoleros lo hacían.
- Nada voy a hacerle, más que darle la lección que merece- afirmó su Doña terminando de acicalarse. Con los ropajes más cómodos para el paseo que pensaba dar, no se olvidó de colocarse encima cualquiera bata que simulará ser una moza más. Pero no fue bastante pese a la coleta y finalmente, tuvo que hacerse de un mantón de los de María.
Subidas después en el carromato que usaban Gregorio y María para los aprovisionamientos que conseguían en el pueblo, María se santiguaba sin estar muy segura de lo que iban a hacer o lo que es lo mismo, aquello que mantenía a su Doña con una sonrisa traviesa pintando sus labios.
- Vamos- jalo los caballos la Doña creyendo conocer los caminos y sin temer a ese bandolero del que María estaba prendá. Manejando el carro como si lo hiciese todos los días, gano que María no parase de rezar y de corregirla. Al final el camino que atravesaban no era el más directo y rápido al pueblo, lo cual tenía una explicación que dejó a la Doña sonriendo con cierta melancolía.
- Por aquí está más largo, pero mi Gregorio sabe que me gustan los almendros florecíos. Nunca me ha dicho ná, pero yo sé que tira por aquí por eso- se explicó la mujer con esa sonrisa que solo aquellos que son amados son capaces de pintarse en los labios. La Doña la miro en silencio, puede que envidiando esa misma sonrisa. Pasaron los almendros, el viejo pasadizo de piedra y nada, ni rastro del supuesto bandolero. Doña tardó en caer que al bandolero le interesaba lo que compraban en el pueblo y no el paseo de dos viejos enamorados, pero para su sorpresa María le pidió parar a la altura del paso de una acequia. Con agilidad inusual en ella, María salto del carro y se dirigió a la higuera que daba sombra a ese paso. La Doña la vio impinarse bajo la higuera y después, caminar de regreso al carro aligerando el paso como si fuera una moza casadera.
- María...me estás sorprendiendo- confesó la Doña disfrutando de ver a su María feliz subirse de nuevo al carro con un pequeño ramillete de amapolas.
- Ay Doña, esto es que el malaje después del pueblo nos encontrará- volvió a explicarse María dejando el ramillete bien colocado en su delantal, provocando nuevamente la curiosidad divertida de su Doña. Esa que le hacía sonrojarse ante ella- No son las flores que a usted le traen de por ahí, pero a mí me saben igual- dijo retomando el camino y lo dicho, ganó la guasa de su Doña.
- Bueno, igual...lo que se dice igual- dejó caer la Doña encantada con el sonrojo de María y ahí si, Maria se santiguó entendiendo la guasa.
- Por la pasión de Cristo- nuevamente se santiguó María y no sería la última vez esa mañana. Para ella, que su Doña, siempre caprichosa y dominante, le acompañara al pueblo era un mero escarmiento al bandolero, pero ni por asomo pensaba que su Doña, todo el tiempo se iba a comportar como una moza. Para su asombro, y también orgullo, la ayudo en las compras como lo haría cualquier moza del Cortijo, la ayudo a cargar lo que hizo falta en el carro, compartió con ella un pequeño almuerzo y camino del vuelta al Cortijo, la sorprendida fue ella. Su Doña dejó las riendas un momento, lo justo pa volver a limpiarse las manos en el delantal. Esas manos, tan preciadas por muchos machos, ahora se mostraban ásperas como las suyas por el trabajo realizado. Lo cual la asusto y quiso arreglar.
- Ahora cuando lleguemos le preparo un baño en leche- se ofreció cabreada en sus adentros por ver las manos de su Doña convertidas en manos de moza.
- Jajaja ya veremos y no me sufras María...de aquí es de donde vengo, de tierra y sol...no lo olvides, como no lo hago yo- le dijo llenándo de orgullo a María. Que sabía nadie, lo que un cuerpo comprado pa el placer, encerraba.
Juntas habían ido al pueblo, juntas habían comprado y juntas en el camino de vuelta escucharon el galopar salvaje de dos caballos.
- Ay Doña, que mis oídos me traicionen sino es él- aviso María y sus oídos no la traicionaron. A lomos de su caballo como buen bandolero, llegaba hasta ellas...Carmen sin esperar la sorpresa que se iba a encontrar.
- Sush alto caballo- freno su caballo Carmen sin aún llegar. Sus ojos de lince le advirtieron, quien acompañaba a María esa mañana no era el bonachón de Gregorio, sino una moza de porte espectacular- Cosme, péinate esas cejas que hoy llevan mercancía especial.
- Jijiji Carmen, que ya lo dice tu madre....por unas faldas, mal te verás- la previno el pobre muchacho. ¿Pero quién podía frenar a una criatura criá en el monte?
- Mientras obtenga las faldas- dijo Carmen antes de espolear a su caballo y tras subirse el pañuelo. Díscola y llena de vida, Carmen se acercó a unas faldas pa las que, como el trabuco que llevaba, no tenía pólvora que quemar.
Desde ya quiero leer ese escarmiento de la Doña, y...cómo se hace rezar al infierno, también, jajaja. Gracias por seguir esta historia
ResponderEliminarX
........ nada mejor para acabar un domingo....en esta madrugada ya...con sabor a lunes....que llegar y encontrar a esa Bandolera....''' que corre tras unas faldas'''' Dueña de la serranía es.....y dueña de la Dña....seguro quiere ser....pero la Dña viene dispuesta a plantarle cara....Veamos si no acaba.....buscando ese ramillete de flores....que María encuentra..
ResponderEliminar.... Y a ti Escritora yo te digo lo mismo....GRACIAS....por seguir esta Historia....de Bandolera de Señora....de esas Mujeres tuyas....que pasean en esta ...su tronío por la Serranía....y en la que seguro podremos saber eso de '''rezar al infierno'''' o como ir directamente a el...buscando ese FUEGO....que no viene precisamente...de las candelas donde se calientan...y donde se canta con duende..
....gracias........por ¡¡tanto¡¡¡¡¡....siempre...
celeste-negro.
A la espera de ver como evoluciona, y no las tengo todas conmigo de que sea Carmen la escarmentada. jajaja
ResponderEliminarGracias.
A.
Estoy con A..yo tampoco veo a Carmen escarmentada ..lo que si veo es alla en el horizonte un romance
ResponderEliminarentre ''Bandolera y señora de todas las haciendas''
Un amor(como no)ciego y apasionado que derribara todas las barreras..ainnnnsss...
Te sigo escritora...
Divina_Wilson