Take a Chef 59

Pasando de las gracias de su secretaria, Mel cogió el teléfono dispuesta a que el de Arel se cayese de tanta llamada. Obvio, la francesa estando en directo tardó en cogerlo y lo hizo cuando el programa dio paso a publicidad. Conociendo a la rubia, más de lo que ésta pensaba, Arel cerró los ojos, sabiendo lo que le venía y había buscado pero a la vez, disfrutando como loca de volver a escucharla.

- La payasada de estar en esa calle, no me ha hecho ninguna gracia. No eres nadie, escúchame bien..nadie para joderme así- a puro grito habló Mel recogiendo su bolso. Removida en lo más profundo, se dejó llevar por las inmensas ganas de abofetear  a la Chef por su cruel desfachatez. Algo con lo que Arel contaba y que aguantó sin decir nada- Un polvo...eso eres. Un simple polvo que se cree con el derecho de acosarme con estúpidos dulces- prosiguió Mel saliendo de la oficina para sorpresa de su secretaria, que contemplaba la escena como si de una película se tratase. Por ella habría cogido la caja de dulces y seguido a Mel, no queriendo perderse nada de lo que ésta estaba montando al borde del histerismo, pero la rubia fue más rápida que ella y en sus narices, cerró la puerta del taxi que la llevaría directa a la Chef. 

- Sabía que dolería...pero alguien debía hacerlo y créeme que no me gusta tener que ser yo- dijo la Chef aprovechando que Mel había detenido su ataque momentáneamente, el tiempo justo de indicarle al taxista una dirección que conocía al dedillo- Podemos quedar y hablarlo, Mel- prosiguió Arel antes de que ésta volviese al ataque dolorida. Pero entonces el equipo del programa de televisión metió caña a la chef para volver al directo- Tengo que dejarte- la avisó pillandole el punto a entrecerrar los ojos esperando una nueva tarascada verbal de Mel. 

- Ni se te ocurra colgarme- exigió Mel provocando el repullo del pobre taxista. Sin escuchar a la otra parte y sin querer hacerlo, la rubia prosiguió a los gritos. Era mucho mejor escucharse proferir la insultos, que no eran más que una defensa, a escuchar el desgarro que se estaba produciendo dentro de sí. Hubo un día de hacía algunos años, que viajó en la misma dirección que lo hacía en el presente, con la mayor alegría instalada en sí. 

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En ella aquél día, se albergaban la ilusión de un proyecto que a Vera le había costado años de estudios y esfuerzo personal, como el orgullo más pronfundo por lo que su amiga había conseguido y estaba segura que continuaría cosechando, como la alegría de ser la primera en visitar el local donde Verá instalaría su negocio y la felicidad entre otras emociones de poder VÍVIRLO con ella. 

Tampoco era en un taxi en el que acudía a la cita con Verá, tras el clásico entre ambas mensaje de búsqueda y encuentro, aquel día acudió con una pequeña scooter que dejó tirada en la acera queriendo ir directa a los brazos de Vera, quien la espero en la puerta. 

- Jajajjaa, me encanta..me encanta...me encantaaaaaa- eufórica se colgó de la por aquel entonces novata comunnity. La calle era de lo más céntrica y el local resaltaba como debía. Mel no necesitaba ver el interior para saber desde ese momento que sería un éxito.

- Veremos si continúas opinando igual cuando acabemos de acomodarlo. Queda todo por colocar- fue el aviso de Vera. Un aviso que llegó con una sonrisa by Vera que la hizo besarla sin miramientos. Podían ser pésimas como pareja y haberlo dejado como imposible, pero esa sonrisa le daba la gana poder besarla cuando le apeteciera como fue el caso- Wau....ya no respondo de lo que pueda pasar dentro- dijo Vera bebiendose el beso recibido. Un imposible habían resultado, pero no lo era jugar al límite como siempre hacían. Siendo jóvenes, vivas y dispuestas ambas, acomodar el que sería el despacho de Vera no les llevó mucho tiempo. Mano a mano, ambas colocaron todo el mobiliario, entre las típicas regañinas; esta pieza no va a aquí, ésta otra sobra y me falta la x7. ¿Había una x7? Que más daba, ambas estaban pletóricas y al cabo del día, exhaustas. No había sido sólo el despacho, también la recepción, la sala briefing y la de espera. Al llegar la noche, Mel se sentó en el suelo rodeaba aún por alguna caja. Fue al hacer repaso del día en que cayó, que ni siquiera habían parado a tomar algo. El estómago le rugía de hambre, pero fue nada a cómo le rugió,  cuando vio a Vera llegar hasta ella con una nevera MUY peculiar. Tan peculiar como podía ser la misma Vera. Peculiar para Mel era extremadamente pija pero para su sorpresa, totalmente productiva. Aunque a las dos en ese momento, lo que más le apeteció de la neverita en cuestión, fue la botella de vino y dos copas que Vera sacó de su interior.

- Mm....supongo que la sudoración en ocasiones así, no está reñida con el glamour- le dijo anhelante de que Vera sirviera su copa. Se moría por probar ese vino y compartirlo sin esfuerzos físicos con Vera. Ésta unas vez servidas sendas copas, tomó asiento junto a ella sin dejar de mirarla. Igual que a Mel le encantaba beberse las sonrisas de Vera, le encantaba devorar esa forma de mirarla que tenía esta - Ya..que tú nunca sudas- tuvo que recochinearse de ella. Beberse esa mirada tenía efectos inmediatos y solían ser, demasiado calientes. Vera sólo sonrío acomodándose junto a ella- Brindemos- pidió sonrojada de golpe. ¿Cuándo podría ser indiferente a la presencia íntima de Vera? A saber, aquella noche parecía imposible.

- Si...hagamoslo por nosotras. Porque podrás ser mi amor imposible- comenzó a decir Vera y en ese punto Mel la calló mirándola. Vera entonces se carcajadeo tan sensualmente sobrada como siempre, molestando falsamente a Mel.

- Vamos...eso a no se cuantas se lo llegarás a decir- le dijo Mel caminado por  ese hilo peligroso que las unía; contigo pero sin ti.

- Jajaja, si...y será mentira. Como sea. Podrás ser un amor imposible pero espero  poder compartir contigo cada cosa importante que me ocurra y viva- sin bromas y a bocajarro le soltó Vera uniendo sus manos. En ese momento el deseo a borbotones que oscilaba entre las dos, se detuvo para que a manos entrelazadas como lo estaban sus miradas, Mel lo confirmase.

- Siempre- fue su palabra aquella noche.

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En el presente, cuando Mel llegó a esa calle donde en teoría la Chef participaba en un programa de televisión, sólo quedaba la furgoneta de transmisiones de ese programa y el local de Vera... cerrado. 

El doloroso cartel visto por televisión era tan real y palpable, que Mel necesitó tomar aire frente a él y acariciarlo. Se traspasaba el local de Vera y quizás, sólo quizás, en ese traspaso también se derrocaba aquel... SIEMPRE.

No ajena a su dolor, a ese que la quemaba dejándola huérfana de quién había formado parte de su vida tan intensamente, Arel la contemplaba en la distancia. Como era la francesa, sabiendo callar cuando debía hacerlo, por mucho que por dentro, el dolor que Mel transpiraba por cada poro de sí, la revolviera sin saber a qué acogerse. En la distancia y en silencio, sin hacerse notar, la Chef dio el tiempo que ella creyó oportuno a Mel. Incapaz de decidir cuánto tiempo necesitaba la rubia contra ese cartel, le vencieron las ganas de acudir a ella y abrazarla. Fue así como en ella uganó esa otra parte totalmente altruista que lleva el amor. Ese que aunque te desgarres queriendo ser la única en un corazón entiendes que...llegaste después y quizás tarde.

Abrazándola por la espalda, no necesito hablar para que Mel supiese que era ella y que contra ella cargase su frustración.

- Se ha ido...se ha ido- gritó Mel, tarasqueando a la Chef y ésta aguantó estoica hasta que Mel se giro planteándole cara.