Take a Chef 58

- Porque tengo miedo. Miedo a lo que vi en sus ojos la última vez que estuve con ella- contestó Arel, sintiendo el escalofrío del miedo instalado en ella desde aquella última noche con Mel...y Vera- Me parece que mi rival más directa no es su pareja y no sé si ella misma lo sabe.

Saber, tomar conciencia, sentir...no estaba para nada de eso Mel. Transcurridos los primeros días desde la noche de las verdades, la rubia había pasado de empatizar con el dolor de Mirta, a empaparse del suyo propio. A saber en cuántos momentos su imaginación la había torturado. La daga que más sangre le hacía, era imaginar a Arel con Vera y Vera con Arel. O lo que es lo mismo; su peor fantasma como había bautizado a Vera en sus "borrachuzoconversaciones" con Mirta y la dueña absoluta de sus últimos tiempos. Pasado y presente enredadas en pasión a sus espaldas. Había llegado incluso a imaginarlas riéndose de ella. Si, habrían disfrutado juntas de unas buenas risas a su costa. Debía dar risa que con la primera a pesar de todo, ella continuará queriendo mantenerla en su vida y respecto a la segunda, mejor ni pensarlo. Por más que quisiera culpar a ambas, por dentro era incapaz de culpar a la francesa. No podía hacerlo si se recordaba perfectamente en su chester rechazando sus caricias. Ok, bien pensado SI podía culparla. La conexión entre ambas fue jodidamente bestial desde el primer momento y bien, para la francesa era de lo más normal o directamente se la soplaba y si ella la rechazaba pues ya habría otra que las aceptara como al parecer ocurrió.

- Joder- exclamó cuando por enésima vez, se vio repadando todo lo ocurrido sentada en su pequeño despacho. Sin paz y sin esperarla. Ese podía ser el lema de sus últimos días. Después de todo, era como si no pudiera cerrar ningún capítulo. Influía que Verá estuviese desaparecida y que Arel, estuviese llenando su vida de dulces. Para qué dar la cara, para qué exigirle nada, ella se dedicaba solo a macarons. Macarons en el centro comercial al que más acudía, macarons en la oficina, macarons en su casa, la de sus padres y en el último día hasta en casa de Mirta. Macaranos también en el capó de su coche, en la cafetería donde tomaba café al lado de su oficina y ah si.. en su peluquería también. Por más que le gustasen y por más veces que le hicieran recordar el beso de chocolate que significaban, no había probado ni uno. Al principio los tiraba directamente, después pasó a regalarlos y en una mañana como la presente, los intentaba ignorar como buenamente podía. Sería por los días que pesaban sin saber de la francesa, que tenerlos en su mesa en cierta forma era como volver a tenerla. La sonrisa le brotaba sola al imaginarla cocinandolos. Pero era una sonrisa que ella misma rompía, imponiéndose tenerle coraje. ¿Cuántas veces le habló de Vera y cuantas Arel había callado? ¿Por qué lo habría hecho? Le hubiera jodido muchisimo, puede que horrores haberlo sabido de su boca, pero al menos podía haberlo llegado a entender. Vera...era mucha Vera, incuestionable en ese punto caer en sus redes. ¿Pero y lo de ellas? ¿A dónde había mandado Arel la tensión que envolvía a ambas y la conexión, la chispa y la magia? ¿Que había hecho con todo eso en el momento en que se follo a Vera? 

- Ehm....antes de que los destroces tirandolos a la basura, dejame que me lleve unos pocos a mi madre.. Los de ayer estaban de escándalo- las palabras de su secretaria, le hicieron espabilar y darse cuenta que estaba asesinando mediante aplastamiento brutal a un macaron de chocolate.

- Si claro- dijo buscando limpiarse las manos y a su secretaria le faltó tiempo para cerrar una cajita con mimo. Que cruel a sus ojos. Eso que se llevaba para regalar eran más que unos dulces, aunque tirándolos a la basura, tampoco es que se hiciera justicia con ellos. 

- Chica....te digo que de verdad me emociona abrir la oficina deseando ver que te mando hoy y a su vez, verte a ti fingiendo que no te interesa. Pero vamos...creo que ambas tenéis ya una edad y que las cosas es mejor hablarlas directamente y sin tapujos- habló su secretaria sentándose en la mesa con confianza. Le había dado tiempo a Mel, para que llorase, patalease e incluso tirase esas auténticas obras de arte, pero ya estaba bien de torturarse. Claro que, fue sentarse en la mesa, dejar a Mel con la boca abierta y volver a destapar la caja que pensaba regalar. Uno y no más. Su báscula se lo agradecería. 

- Ya...- fue lo único que dijo Mel. Acabáramos, ver comer un macaron a su secretaria le estaba dando celos. Pues genial, a todo lo pasado debía sumar ahora celar todo aquello que le hablase de Arel. 

- Mm..están de vicio- saboreando el dulcecito, la secretaria perdió la vehemencia mostrada. Pero Mel en un arrebato se lo quitó y le volvió de golpe- Está aquí.. Es lo que te está diciendo y no lo ves, caray. Tiene que pasarse horas cocinando tanto dulce por no hablar de la pasta que se estará dejando repartiéndolos. Si salieses un poco de toda la negatividad que llevas, lo verías Mel. Son sus besos y aquí los tienes. Por favor...creyó que no teníais más que amistad y se entretuvo con esa amiga tuya, pues bien..Aquí está demostrando que te elige a ti. Dios, bendita paciencia la mia- concluyó siendo más rapida que Mel para coger un nuevo macarons que llevarse a la boca y ante la boca desencajada de Mel, prender la televisión. Mel la miró navegando entre el nuevo macarons que le había robado, masticar el que ella había mordido y flipar de lleno, al ver a Arel en la televisión. Se trataba del típico programa mañanero con enlaces en directo a distintos rincones de España. La fiesta de la espuma de no se que pueblo se anunciaba en un letrero inferior mientras en pantalla, la presentadora demasiado alta, guapa y morena entrevistaba a la Chef revelación del año. Eso decía la presentadora de ordinario escote...y su secretaria.

- Mira a ver si le mete las tetas en la boca directamente- dijo ésta intentando conseguir un nuevo macarons. Ahora Mel había sido más rapida tapando la cajita, sin dejar de prestar atención a la pequeña pantalla. 

- Cuéntanos exactamente que es un macarons- pedía la presentadora, de indudable atractivo y poca sesera.

- Macarons- pronunció Arel en perfecto francés mirando a cámara. Viéndola Mel se quedó con la mano en la caja de dulces. De pronto era como verse en los mismos ojos que, en una cafetería cualquiera, le enseñaron que era un beso. 

- ¿Conoces a Piere Hermé?- preguntó Mel como lo hacía la propia Arel a la presentadora. Un segundo, la misma pregunta y el recuerdo de ambas voló a aquella cafetería.

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- ¿Conoces a Piere Hermé?- la pregunta de Arel la cogió por sorpresa. Ni idea de quien sería ese francés y cara de no tenerla le puso a Arel, quien se dispuso a explicarle mientras el camarero les servía lo pedido- Fue quien en los ochenta creó el término "pastelería de alta costura" para marcar diferencia con la convencional- comenzó a comentarle y Mel se prohibió mirarla a los ojos de seguido. La pasión con que le hablaba rebajó sus instintos de callarla besándola. Eso era estar con una tentación, escucharla acallando la voracidad de sus ganas- Ha hecho evolucionar los códigos tradicionales de la pastelería, tanto en la creatividad y la presentación como en la manera de vender los productos- siguió Arel, sonrojandose ante la sonrisa con que Mel la escuchaba- Para él una pastelería es una boutique y esto que vas a probar- le señaló el dulce elegido por ella misma y Mel se le adelantó interrumpiendola.

- Macaron- le dijo, acertando de lleno. Ese pequeño pastelito lo conocía de sobra gracias a su madre y fue un puntazo sorprender a Arel pronunciandolo en francés. Era una pasada ésta nueva Arel, mucho más habladora y menos hermética. Obvio, se notaba a leguas que ese era su mundo, ahí donde más a gusto se movía.

- Macaron- la corrigió Arel disfrutando de las ansias aparentes de Mel porque le contase más- Hermé elevó este minibocado redondo y dulce, a la categoría de joya y objeto de deseo de los franceses y de medio mundo- le dijo mirándolo tal cual. Como si fuese una joya. Con la vista anclada a ese minibocado, Mel pudo recrearse en sus espesas y largas pestañas, como en su nariz tan parisina como lo era toda Arel. Y así le fue difícil no caer en la tentación de tocarla, como si fuese ella la joya y no el macaron.

- Dime que lleva- peinandole el flequillo, le pidió dejándose llevar sin pensar en más nada que no fuera disfrutar de un rato con ella. La Arel seria y ausente tenía un morbo que se salía de lo normal, ésta medio vulnerable y un tanto tímida, podía ser más peligrosa.

- Mm- pareció pensar Arel aún con la vista en los macaro- En la pastelería hay diez productos indispensables: los huevos, la harina, el azúcar, la sal, la mantequilla, la leche, la crema, el chocolate, la vainilla y las almendras,  pero uno de ellos es un mundo aparte...El chocolate ofrece   muchísimas posibilidades: bombones, helados, pasteles, tartas... - le enumeró ante la mirada divertida de Mel, al comprobar que efectivamente Arel era otra en su mundo- Es mágico- concluyó Arel confesando su adoración por ese producto. Tanto que los ojos le brillaban destilando emoción. Mel volvió a sonreír olvidándose de la cafetería, de los tipos mirándolas y de todo, lo que no fuera esa devoción de Arel por el chocolate y su magia. En un ambiente tan único e íntimo, no se cortó en demostrarse cómo estaba, realmente a gusto con ella.

- Adoro lo mágico- le dijo y de pronto, hasta juraría que estaban más próximas la una de la otra.

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Mágico el chocolate y mágico que ambas sin mirarse en verdad, estuviesen sintiendo que estaban ahí mismo, en esa mesa de aquella cafetería. Mirándose a los ojos sin importarles más que lo que había en sendas miradas. Transpirando toda la emoción que sentía Mel parpadeo los ojos, sintiendo como estaban anegados en lágrimas. Quería y ansiaba volver a aquel instante compartido con Arel, pero el cruel destino o la misma Chef, no la llevaron de regreso a la cafetería y si a Vera. Tras la presentadora y Arel, se encontraba el local que había sido centro neuralgico del negocio de Vera. Con las persianas bajadas y un doloroso letrero; se traspasa. 

Doloroso e irónico, porque fue verlo y que a Mel se le traspasara el alma. Continuaban las lágrimas  zurcando su rostro, como continuaba sintiendo el estomago anudado y el corazón palpitandole salvaje, cambiaba por quién y como, se sentía así. 

- Algún día un tío forrado y guapísimo hará algo parecido por mi, si hay dios vaya que me pasará- dijo con humor su secretaria, pero las ganas de reír en Mel no aparecieron.

Demasiada casualidad tratándose de Arel, que hubiese elegido esa calle en concreto, demasiada y no, por ahí no pensaba pasar. Se acabaron los mensajes callados con forma de dulce y la indirecta lanzada mediante ese programa de televisión. Pasando de las gracias de su secretaria, cogió el teléfono dispuesta a que el de Arel se cayese de tanta llamada. Obvio, la francesa estando en directo tardó en cogerlo y lo hizo cuando el programa dio paso a publicidad. Conociendo a la rubia, más de lo que ésta pensaba, Arel cerró los ojos, sabiendo lo que le venía y había buscado, pero a la voz disfrutando como loca de volver a escucharla.

- La payasada de estar en esa calle, no me ha hecho ninguna gracia. No eres nadie, escúchame bien..nadie para joderme así........