Take a Chef 56

- Todo es culpa mía...no se en qué momento deje que Vera significase tanto para mí.. No se en qué momento le di el derecho de jodernos así.. Como tampoco sé, como pude esperar de una tía que va recibiendo gente en su casa para ofrecerles su alta cocina más que sexo...solo se que ahora si que soy una puta indecisa que no sabe si alguna de ellas en verdad me ha querido- explotó siendo consciente de una sola cosa...Tam no merecía el desprecio de la ignorancia.

Y por su parte no la tuvo. Como era de esperar, Tam no acepto ninguna de sus llamadas y finalmente Mel se presentó en su casa, no sin asegurarse de no dejar a Mirta sola en su catarsis y por supuesto sin móvil. La solución fue pillar el coche de su padre y dejar en él a Mirta comiendo helado...un gran helado. La insistencia de Mirta  por hablar con la que aún era su mujer, podían igualarse con las suyas por hablar con Tam. La diferencia estaba en que Mirta ante cada intento perdía dignidad y ella en cada intento buscaba ganarla. Después de todo lo vivido, llegaba el momento de tomar las lecciones que la vida le acababa de dar. Y en ese punto, debía darle la razón a Arel por mucho que le jodiera sólo pensarla; la verdadera fidelidad se mece dentro de una misma y carece de cadenas impuestas por tradición y costumbres. Ahí es donde más sucia se sentía respecto a Tam. Había sido cómodo y ágil, tener una pareja como Tam que no preguntaba y que daba especio y aire. Se había llenado la boca de lo fácil que Tam hacia la vida. Hipócrita. Por supuesto que era fácil no tener que dar explicaciones y por ejemplo poder pederse sola por el mundo alimentándose de experiencias. ¿Pero a costa de qué? Había sido rastrero forjar su cariño hacia ella en base a libertades personales concedidas. Hurgar en cómo se había fraguado su relación con Tam y en los pilares egoístas impuestos por ella misma, no es que le hicieran sentir protagonista de algo o la princesa del cuento, más bien lo contrario. Normal que una vez que Tam le abrió la puerta y ella entrase, su pésima percepción de ella misma, prácticamente la bloquease y la hiciera sentirse pequeñísima al lado de Tam. Ésta era otra que planeaba marcharse de Madrid, si bien lo suyo no era una huida, era un regreso a su ciudad, la cual había dejado en su día por Mel.

El silencio protagonizó los primeros  y puede que últimos, minutos entre ambas. Se podía considerar un acto de valentía por parte de Mel acudir a esa casa, o simplemente se podía considerar un acto de limpieza. Como fuese, Mel erró de humana. Al fin y al cabo si algo le tenía a Tam era infinito cariño y sentirla jodida y queriendo ser fría con ella, le dolió en el alma. Tampoco podía esperar otra cosa y ya era bastante que Tam no le cayese encima.

- No se que pretendías viniendo aquí pero quiero que te quede clara una cosa- rompió el silencio Tam, una vez que lo tuvo todo listo para marcharse. Mel enseguida se tenso. Que demonios, esa mujer merecía caerle encima- No te quise como amiga, lo hice como compañera y mujer. Así que no esperes tener noticias de mi, saber si te supero o qué y toda esa mierda...¿ok?- le escupió sin que Mel pudiera realizar ningún alegato. Bastante fue para ella aguantar la mirada más reprochable que había visto en Tam. Genial, así había conseguido que terminase su relación con ella. Pero no fue lo único, cargando con sus maletas, Tam remató su faena- ¿Sabes lo único que me reconforta? Que vas a estar tan sola como mereces estar- concluyó para marcharse sin una mirada más entre ambas. Mel volvió a encajar el golpe y se limitó a llenar de aire sus pulmones para guardar el llanto que explotó en cuánto la puerta se cerró tras Tam. Ahí podía estar su mayor acto de amor hacía Tam; quedarse callada y dejarla irse creyendo haberla jodido. Sola después de todo lo vivido, no era su peor castigo.

Tam podía haber salido de su casa vencedora, pero no era por asomo como se sentía. Las mismas maletas que ahora portaba, habían llegado en su día a Madrid cargadas de ilusión y en cambio ahora las arrastraba cargadas de decepción y una poquita de rabia. Pérdida en su propio dolor, cargó con ellas de mala manera, arrastrandolas como si pesaran lo mismito que pesaba su alma traicionada y así no vio nada ni a nadie, propiciando que se chocase con Mirta y su tarrina de helado a medio comer.

- Joooder...mira por donde vas- se quejó ipso facto Tam. Le habían puesto pérdida de helado la camisa, quien fuese que iba por la calle sin mirar.

- Ay Dios lo siento...lo siento, te lo limpio- se prestó a ayudarla enseguida Mirta, quien tampoco iba muy lúcida. Tarrina de helado en una mano y en la otra una cucharra pringada de helado, con ambas fue a limpiar la camisa de Tam y horror, más que limpiar...

- Ey ey ey..vale, vale..- la frenó Tam dando por pérdida su camisa y fue ahí en ese instante, en que ambas se reconocieron- Mirta- exclamó sujetandole el temido helado. Mirta fue escuchar su nombre y pucherear. Necesitaba tanto cariño y se sentía tan jodidamente vulnerable, que ella paso del helado y de la camisa de su amiga, para abrazarse a ella.

- Tam- musitó Mirta buscando una mijita de comprensión. Pasa que mijita para ella en esos momentos, era pegarse aún más a Tam- Como me han jodido Tam..cómo. Oficialmente soy una cornuda abandonada y es que creo que hasta se me nota. Hay que ser ruin para hacer algo asi, muy ruin- sin pensar en sobre quién vertía sus quejas y llantos, Mirta prosiguió por un rato más. La camisa de Tam continuó siendo testigo de su encuentro. Primero el helado, después las arrugas causadas por el agarre de Mirta, siguieron manchas de carmín, otras más de rimel y cuando la camisa no soporto ni una mancha más, Tam tampoco lo hizo.

- Eh...por raro que parezca creo que te entiendo- dijo Tam con todo el sarcasmo del mundo. ¿Hola? ¿De haber sido traicionada hablaba Mirta? Acabáramos, jodida ella que se le había hecho con todo el descaro. Lo cuioso para Tam, fue preguntarse por el perfume de Mirta una vez que consiguió apartarla unos milímetros de su camisa.

- Es que siempre has sido muy comprensiva- sin caer en lo vivido por Tam, Mirta continuo a lo suyo con unos pucheros en el rostro, que daban para querer achucharla por siempre. Ahora que Tam lo pensaba, de las tres amigas sin dudar, Mirta era la más achuchable. Lo que no valía para continuar consolando a una amiga de Mel y menos darle la razón de que lo suyo era peor, aunque para eso debía callar a Mirta y sus pucheros- Ayyyy...debo estar horrible y me siento peor.

- Si- aseveró rápido Tam. Quería irse de ahí y quería hacerlo ya. Pero claro, lo dicho provocó más llanto en Mirta- No..quería decir no- corrigió sin mucho éxito y sin mucha probabilidad de obtenerlo, soltó las maletas al peso- Joder Mirta... ¿Recuerdas que a mi también me los han metido?- soltó a ver si así Mirta la pillaba y en un principio pareció que así era.

- Lo siento, tienes toda la razón sin obviar que lo tuyo fue doble. Es doblemente peor- fue lo dicho por la ingenuidad llorosa de Mirta y significó el freno inmediato de Tam.

- Gracias por recordarmelo- le dijo enredada en una cadena de disculpas que no llevaban a ningún lado. Mirta volvió a querer limpiarle la camisa, volvió a llorar y volvió a disculparse, dándole tiempo a Tam a cargar sus maletas y arrancar su coche.

- Ayyy, ya nos veremos en cornudas anónimas- se despidió a sus formas Mirta y ahí si, Tam tuvo que reír. Era eso o colgarse con una de sus camisas preferidas manchada de helado y de dolorosas lágrimas.

Para cuando Mel bajo a por Mirta, Tam era un recuerdo en esa calle. Después, yéndose ambas en el coche del padre de Mel, una escultura con forma de tres macarons superpuestos, llamó la atención de Mirta.

- Mm...mi madre dice que están riquísimos y que de repente, están invadiendo Madrid con ellos. Será otra franquicia de moda, ¿no crees?- preguntó Mirta descuidada, provocando el frenazo de Mel. ¿Macarons invadiendo Madrid?