Take a Chef 52

Ahora si, Vera podía sentir todo ardiendo a su alrededor y así subió al taxi, huyendo de las llamas que dejaba tras de si. 

Si ese móvil hubiese recibido o no, alguna llamada o mensaje de Mel, no dependía del aparato en si. Dependía de una Mel que conducía el coche de su padre siguiendo al de Tam, sin saber porqué narices lo hacía en verdad.

Rompiéndose como más de una esa noche, su primer impulso había sido seguir a la más inocente. La víctima arrollada sin esperarlo por Vera y ni caso seguir culpando a nadie más que a ella misma. Siguiendo a Tam y con el corazón desgarrado no había excusas ni terceras haciendo daño. La única culpable de que Tam condujera como si quisiera encontrar el camino directo al infierno era ella. No por los cuernos metidos ni por su comodidad, dejándose llevar por los infortunios. Lo había sido porque jamás la había querido como Tam merecía y si lo había hecho en algún momento, no había sido lo suficiente como para no acabar perdiendo la cabeza por Arel. Mucho antes de que ésta apareciera en su vida, debía haber hablado con Tam, muchísimo antes de verse rota, no por el sufrimiento de Tam, ni por la nueva decepción con Vera, sino por la que curiosamente esa noche era la última en su lista; Arel. 

Tal cual iban conduciendo las tres, aunque a la tercera las dos primeras la ignorasen,  tardaron nada en llegar a la calle de Tam. En ella ésta aparcó sin importarle el espejo retrovisor de uno de los coches aparcados, en tanto Mel lo hacía en paralelo suya y Arel tras ella. El orden de bajada fue el mismo de llegada, con la única salvedad, de que Tam si era consciente de que Mel le había seguido. Por eso no entró directa en su Edificio y si esperó que por fin, Mel la mirase sincera y de frente. Mel lo hizo, resquebrajada y sin ocultar el llanto que la mantenía nublada.

- Lo siento...lo siento Tam- arrepentida de verás y sufriéndolo, se debatia entre agarrarla o no. Con todo el derecho pérdido y con Tam mirándola con desprecio, Mel sólo pudo suplicar- No quise que te enterases así, quise hablarte, explicarte, pero...

- ¿Pero que?- escupiendo rabia, Tam la interrumpió tan rota, que como una alimaña se aferró a una salvación imposible- ¿Es un puto rollo? Sólo dime si es un puto rollo- gritó a la desesperada incapaz de terminar con todo lo que sentía por esa mujer esa noche. Podían doler los engaños y las falsas ilusiones hechas, pero jodia muchísimo más sólo pensar en perderla. Con su petición bloqueó a Mel, lo justo para que ésta se sintiera la mayor basura del mundo. ¿Quién podía amarla tanto como demostraba hacerlo Tam? Desde luego Vera no lo había hecho y...y Arel, a un par de metros de ellas dos para sorpresa de ambas, tampoco. Tal cual estaba Tam, darse cuenta de la presencia de Arel fue igual a explotar en rabia- Hija de puta, todavía vienes..¿a qué?- lanzándose a por la chef, ésta se mantuvo en su sitio, esperando la tarascada que no llegó porque Mel logró pararla.

- Arel vete de aquí- exigió Mel luchando con una Tam, que de a poco, dejaba que la rabia se mezclase con la frustración de saberse derrotada. Los ojos de Mel tan cristalinos ante una alegría, una sorpresa, un buen palazo o un nuevo amor, seguían siendo eso para ella..cristalinos. La forma de largar a la francesa, sus uñas clavandoselas en los brazos, eran unos cuantos indicios más. Arel algo dijo seguramente sin mucho sentido. El estado de Tam era jodido el de Mel, daba para querer desintegrarse. Pero no, no la había seguido para irse sin más y esperar de nuevo. Lo que la rubia le había hecho sentir, con aciertos y errores, desde que entrará en su ático aquella noche que en ésta parecía tan lejana, no daba para continuar esperando que los astros se alinearan a su favor. Egoistamente, porque de eso va lleno el amor, hasta agradeció que Vera las hubiera sacudido a todas. 

- No pienso irme sin ti- consiguió decir pese a que Tam mereciera el respeto que nadie le había dado.

- Qué hostia tienes, pedazo de..- atragantandose por la rabia, Tam quiso volver a abalanzarse sobre la Chef pero Mel continuaba entre ambas.

- Eso haberlo pensado antes de acostarte con Vera- espetó Mel. Una cosa era querer salvar un mínimo a Tam, otra que Arel le gritase un amor no demostrado con su mirada azul.

- Joder...Vera- musitó Tam sin ya saber a por quién abalanzarse- ¿Cuántas veces te pregunte por su trato hacia ti? ¿Cuántas?- su blanco volvió a ser Mel y ésta ya no supo ni de donde coger aire. Por un lado Tam, a quien no había querido hacer daño y al otro Arel, que se lo había hecho de la peor de las maneras. Y ambas ahí, demostrándole que el epicentro de todo había sido ella. Por momentos las tres callaron, hasta que Arel tras procesar lo dicho por Tam, habló:

- Take a Chef....eso hicisteis las dos, tomarme como si fuera parte del servicio pagado- dijo a media voz, sin querer creerse que así hubiese sido en verdad, al menos por la parte de Mel y para esas alturas, la aludida ya estaba lo suficientemente rota como para  medirse más.

- Lo hice si y os podéis ir todas a la mierda- gritó Mel y no sólo para ellas- Me gusta la gente, me gusta poder conocerlos, conversar, compartir y en esas...puede pasar que llegue una imbécil y me de la vuelta. Así soy y de lo que no podéis acusarme es de ir jodiendo la vida de nadie. Es la mía,

la que al final acaba por los suelos. Quise a Vera y terminó con lo nuestro por querer dominarme, lo he hecho contigo- señaló a Tam sin miramientos- y lo siento...está claro que o bien no fue lo suficiente o ésta imbécil de las sartenes lo hizo mejor- faltandole el aire pauso y mirando a ambas concluyó- Como sea, no quiero saber más de ninguna, de ninguna- lo hizo entre lágrimas y todavía cayendole como si fuesen un río sin desembocadura, llegó hasta la casa de una cuarta; Mirta. La única en la que encontró consuelo y a la que prohibió decir donde estaba. 

El vuelo suicida del Ave Fénix con forma de mujer, dejó esa noche demasiadas víctimas. Ahora quedaba por ver, quiénes conseguírian resurgir de entre las cenizas.