Take a Chef 51

Tiempo más tarde, los jardínes que habían quedado desiertos por el escándalo orquestado por Vera, contaban sólo con la presencia de ésta y los camareros del catering.

El desorden era el propio de cualquier celebración y a su vez, el mejor de los paisajes para Vera. Sentada en una mesa, descalza y acompañada por una botella del exclusivo vino servido esa noche y de sus dos tacones, balanceaba las piernas sin perder un ápice de su natural sensualidad. Un tirante de su vestido se había precipitado por su hombro, puede que camuflandose con el entorno que Vera degustaba. Lo había hecho, había arrasado con todo y su corazón volvía a palpitar ansioso. Ya no dormitaba esperando una señal...un mensaje. Lo hacía dolido y lo hacía aún más, recordando el rostro quebrado por el sinsentido de Mel. Adiós a un amor no correspondido y adiós a las apariencias. Sentada en esa mesa, ante las servilletas llevadas de un lado a otro por el viento, las mesas a medio servir, los focos a media luz y la misma pista musical sonando una y otra vez, volvía a vivir después de demasiados años. Daba para brindar celebrando haber cortado de una vez la cadena que la mantenía unida a un imposible. De ahí la nueva sonrisa que mostraba, puede que igual de sexy, pero muchísimo más natural. Su imagen ante tanto desorden, era el roto perfecto y siendo así, fue natural que llamase la atención. 

Una simple y vulgar camarera, a los ojos acostumbrados al lujo de Vera, que rondaba por ahí recogiendo el desastre de esa noche, se acercó a ella.

- Mi jefe debería haberte cobrado un plus- habló la camarera, provocando que por un instante Vera la chequease. En un plis plas, Vera obtuvo la definición de la camarera; deformación profesional. Una treinteañera que se agarraba a la juventud manteniendo un look rockero "cutre", de las que trabajan para simplemente sobrevivir. En definitiva; una don nadie con la lengua muy suelta.

- Seguramente descarto tal posibilidad al sopesar que como cliente, debería soportar tu pestazo a perfume barato- con toda la serenidad del mundo y acostumbrada a ello, Vera la puso en su lugar, saboreando un premio más esa noche. Un caramelito que le hizo darse cuenta de que el tirante de su vestido se había deslizado y que dejaba ver una parte de su anatomía muy..muy apatecible. Eso y que su caramelito, aparte de una don nadie bocachanclas era otra loca del coño amante de las mujeres. No podía ser de otro modo, si la camarera con aires chulescos, luchaba por dominar sus ojos. Aunque para satisfacción de Vera, la lengua de la macarra continuaba muy suelta.

- Bueno...ni caro ni barato, directamente paso de perfumes- recogiendo, la camarera fue consciente de como Vera se gustaba en exceso. Vale, desde luego la morena era terriblemente sensual, no había nada en ella que no resultase provocativo, lo cual en ella era igual a batalla. Lo que en su profesión seria algo así como; nada más dulce, que rebajar la amargura de la mejor de las ginebras con una buena dosis de acidez- En mi vida como camarera había recogido tanta copa rota, ha sido un monólogo cuánto menos ehm....destructivo- sonriendo de lado, fue consciente de como los cuerpos de ambas se habían buscado. Sus compañeros continuaban trabajando a destajo y el entorno en general, era el ideal para acabar devorando la boca de Vera que se abría como una granada madura; tan roja, tan viva y tan jodidamente irresistible. Tampoco para Vera pasó desapercibido la falta de distancia entre ambas. Un nuevo kao en su guerra dialéctica y la impertinente camarera estaría entre sus piernas. Pero la camarera demostró ser muy rápida y sin previo aviso se colo entre sus piernas. Al aumento de temperatura en sus desnudos muslos fue inmediato, como la sonrisa con que Vera premió su descaro.

- Uhm...paradójico resulta que te aproximes tanto al origen de la destrucción- afirmó Vera delineando una de las piernas de la camarera con su pie desnudo. La distancia entre ambas, daba para que las sonrisas crecidas de ambas se alimentasen de aire, solo de aire.

- Puede gustarme acabar rota- aseveró la camarera, jugando a aspirar el delicioso aroma de Vera.

- Querida...así pierde gracia- recuperó la rigidez Vera, siendo sincera y sintiendo cierto puntazo en el estómago. 

- Auch- se quejó la camarera. La distancia entre ellas volvía a ser mayor y eso si que era paradójico; ahora que se moría por morderle la boca, Vera se alejaba.

- Aja...eso y que no me gusta perder el tiempo con don nadies- empujandola, Vera saltó de la mesa mirando de soslayo lo que debería ser la imagen de una camarera desdichada, pero la encontró demasido recompuesta.

- Lástima...me quedé sin probar tu amargura- tuvo que alzar la voz para hacerse oír y ok, lo consiguió porque Vera se giró sacándole un dedo- Jajaja, touché- firmó el empate cuando ya no había caso. Vera se marchaba del jardín dejando en él su pedida de matrimonio rota, el matrimonio de una supuesta amiga roto, el brillo de los ojos de Mel roto y....decenas de copas más su móvil.

Tras el tonto calentón con la camarera, caminó descalza con la intención de marcharse de ahí en cuanto consiguiese un taxi. Pero había sido coger el móvil y romperse una última vez. Mel no la había llamado aunque fuese para gritarle cualquier improperio o jurarle no haberla querido conocer nunca, ni siquiera un triste mensaje había recibido de ella. Pues bien, todo tiene un principio y un final, y aunque para el resto caminase hacia su taxi altiva como siempre, lo hacía rota como su móvil había quedado al estamparlo contra el suelo. Ahora si, podía sentir todo ardiendo a su alrededor y así subió al taxi, huyendo de las llamas que dejaba tras de si. 

Si ese móvil hubiese recibido o no, alguna llamada o mensaje de Mel, no dependía del aparato en si. Dependía de una Mel que conducía el coche de su padre siguiendo al de Tam, sin saber porqué narices lo hacía en verdad.