domingo, 25 de octubre de 2015

Bandolera 2


Respetada por los hombres y consentia por las mujeres. A la sierra había llegado, Carmen " La cantaora".


- No me quites la carita- cantaba la cantaora, volviendo del relevo en el perímetro que habían delineado- que con ella sin sueños me quedo, donde mojo mis

- Sush...deja de cantar marranadas y aseate antes de comer- detenía sus gallardos andares, la madre que la parió en libertad.

- Dejó de existir la guapura, toda la tie usted, Mare- la piropeo abrazándola por los jóvenes hombros de su madre. No llegaba a los cuarente la guapa mujer, que le dio el ser.

- Déjate de cuentos, que no soy ninguna de esas frescas- se quejó aguantando la sonrisa. Orgullo de sus entrañas, era su Carmen.

- Jaja, para usted lo es toda mujer donde yo ponga mi atención- de humor beso a su madre, sin dejar de mirar a las mozas que lavaban sus ropas en las viejas acequias.

- Si te ofrece sus enaguas al segundo paseo, una fresca es. Escúchame con atención Carmen de mis quebraderos- detuvo el andar de las dos, preocupada por los alegres enamoramientos de su hija- No sabemos cómo nos recibirán en esta tierra, guardarte de mozas hasta que sepamos de qué pie cojean por estos campos. 
Las advertencias de Soleá, la única Doña de ese grupo de gente que formaban los bandoleros llegados de Córdoba, se extendieron más allá de los posibles amoríos de su hija. Doña por años llevando, junto al que había sido su compañero, la suerte de ese grupo le habían dado el poder de decidir y tener voz como si fuera un hombre. Joven para haber vivido tanto, cualquiera diría al conocer su historia, que se estaba bebiendo la vida a tragos demasiados largos. Niña para haber conocido macho, muy joven para haber sido madre y joven para haber enviudado. Ahora guiaba al grupo dando la calma que a veces le faltaba al "vaquilla" Otro crío madurado entre asaltos, batallas y huidas por el monte. 
Soleá lo tenía muy claro. No habían llegado a esas tierras para seguir huyendo. Había buena tierra para sembrar, abundante agua para mantenerse y prados de frondosa vegetación donde poder tener animales. Sin saber leer ni escribir, a Soleá no le hacía falta nada de eso, para tener el conocimiento de que la era de los bandoleros llegaba a su fin. Las fuerzas del orden, llevados por el parné de los pudientes, no diferenciaban entre el bandolero canalla y el buen bandolero. La mala fama precedida por las fechorías de los sinvergüenzas que manchaban su forma de vida, los habían obligado a asentarse y eso, era lo que noche a noche al fuego de una candela, trataba de meterle en la cabeza a Manuel..el "vaquilla" 
Tan joven y lozano, la pobre Soleá se obligaba a no mirarle los brazos fuertes que mostraba el chaval. Si ella no amenazara con peinar canas y él.. Él na de na. Pa ella no había ya un abrazo que sostuviera sus noches en las cuevas de la serranía que pisaban.
- Manuel, habrá que mandar alguien al pueblo, que escuche y vea bien. Alguien que pase desapercibido y nos traiga las coplas de este lugar. Después ya veremos como hablar y hacernos entender con los mandamás- dijo mirando los dibujos que las chascas de la lumbre dibujaban. Ya no eran sólo los brazos del muchacho, eran esos dos ojos capaces de avivarla como a pliego seco una chispa. Sería cosa de echarle la culpa de su apasionamiento a la noche estrellada. Mejor eso, que prestarle atención a los gestos de Manuel, pegándose a ella.
- Mandaré al Cosme. De tonto que es nadie le echara cuentas y sabe recitar lo que escucha- le dijo Manuel arrimándose con la excusa de echar ramaje al fuego. La mujer a la que se arrimaba, podía calentarlo más que la viva candela. Guapa, altozana y cabeza bien amuebla. Pena que también guardase buenas tarascadas y fuese tan tozuda como una mula. ¿Que eran unos años entre ellos si en las noches con otra más joven no soñaba? "Si supieras, que en mi pecho guardo tú nombre, Soleá" Y soledad era lo que encontraba al mirarla de frente sin hallar sus ojos clavaitos en él. Por eso tiro el ramaje, imponiendo su palabra- Na te prometo, Soleá. Como aquí no nos quieran, daré guerra porque éste será nuestro lugar. La tierra no puede tener dueño, ni amo- desangelado de pronto, no esperó que Soleá nada le contestase. Con genio se levantó provocando un suspiro en ella. Suspiro que consciente de él, Carmen la cantaora, transformaba en copla esperando a Manuel en el quicio la cueva.
- Si tú no hubieras nacío tan tarde, si yo te hubiese esperao, otra copla nos cantaría ahora que nos hemos encontrao- cantaba Carmen, haciendo honor a su apodo. El pobre Manuel, ni protestó. No había caso con Carmen. En silencio se apoyó a su lado y la niña dejó de cantar- Podré pasarme de malaje, pero canto verdades como puños.
- Déjate de verdades, ya has escuchado a tu madre. Mañana al alba te llevas a Cosme al pueblo y lo vigilas de lejos...¿has entendido de lejos?- insistió Manuel, conociendo a la criatura a la que se dirigía. Cantaora y malaje como ella misma se había definido, pero también única manejando el puñal. Si algo salía mal, Carmen sacaría a Cosme de donde fuese.
Y no iba equivocado Manuel, Cosme se prestó a ir al pueblo y allí copió de unos y otros. Un pueblo tranquilo, a ojos de lince como eran los de Carmen, demasiado achantao a la palabra de sus señoritos. Gentes acostumbradas a bajar la cabeza por un chusco de pan. Nada que ver con ellos; los bandoleros. Habría problemas, era imposible no tenerlos si el pueblo lo mandaban los dos o tres señoritos que se repartían las tierras entre ellos y el resto obedecía como corderos. 
- Hay mozas guapas, Carmen- el pobre Cosme montado en su burra, a la malaje sabía que información darle, por mucho que a él decírsela le ruborizara.
- Jajaja, cuando volvamos a bajar me dices donde vive la más guapa de todas- se burló Carmen. Cosme era capaz de ver guapa a cualquier mujer que tuviera buen pecho, sin importale la edad ni los cuidaos. Nada más pedírselo Cosme sonrió entre dientes. Algo sabía el chaval, por muy tonto que pareciera.
- Jijiji no ties reales pa pagarla- dijo Cosme antes de arrear su mula. Ahora Carmen lo perseguiría y su mula vieja y gorda, ganaría al hermoso caballo de Carmen. O eso era lo que él creía. Carrera por la vega venía, pero como siempre, Carmen dejaba ganar al chaval. Así hubieran llegado de vuelta a las cuevas, pero el ruido de un carromato detuvo a Carmen. Con astucia mandó parar a Cosme y los dos callaos, como buenos bandoleros, se escondieron entre arbustos. 
- Sush....parece un carro de víveres- informó Carmen sonriendo. Ser de ley, no implicaba para ella, dejar de detener ese carro y compartir lo que hubiera en él- Tú a vigilar mis espaldas. Veamos que llevan ese carro.



8 comentarios:

  1. Y que a estas alturas me sigas sorprendiendo!!.. voy a tener que hacermelo mirar, jajaja...niña, lo tuyo no es normal...alegras el día a cualquiera.

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  2. No es normal no..como dice X Gemo a mi tambien..aun hoy ..me sorprende tu maravilloso cerebro niña..eres como un punto y aparte lleno de fertilidad....
    fertilidad de la buena..de la de calidad..calidad de la mejor...
    Gracias por compartirla escritora...

    Me encanto el trocito...Divina_Wilson

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  3. gemitooooooooooooooooooooooo meu domingo teve qualidadeeeeeeeeeeeeeeeeeeee

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  4. Que ganas de que se encuentren la bandolera y la doña, jajaja

    Saludos,

    A.

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    1. A cual de las dos bandoleras te refieres, jajaja...ayy mí Soleá, me la pido!!

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  5. ...... Esta bandolera bajo de la sierra.....pisando fuerte....muy fuerte....Y me da a mi...que ni el tronío de Carmen Amaya.....ni el embrujo de Carmen de Ronda....podrán hacerle sombra....
    Ya veo a esa Doña bebiendo los vientos por ella y dejando de lado ese '''parne'''' que es su vida ahora....para correr tras de sus faldas....

    gracias......por ¡¡¡tanto¡¡¡.....

    celeste-negro

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    1. ..... Toda una sorpresa¡¡ jijiiji menos mal...jiji
      un placer....

      celeste-negro

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