Tske s Chef 41

El taxista esperaba que le pagase el trayecto cuando Mel intentó espabilar. Con tan sólo un recuerdo y con apenas un mensaje recibido, estaba temblorosa y asustada. El pasado siempre vuelve dicen y lo más sensato siendo así, hubiera sido pagar al taxista y haber olvidado ese mensaje. Pero de nuevo el cariño a Vera inclinó la balanza. Puede que Vera la necesitase, quizás era eso.

Y si, el pasado siempre vuelve pero no sólo en una dirección.

Algo que Vera, después de haber preparado todo al milímetro estaba por comprobar. Mucho debía equivocarse para que Mel no acudíese a su llamado en forma de mensaje.

Un mensaje que nació encriptado hacía años de pura casualidad. Siendo la misma noche en que por primera vez el sabor de la boca de la rubia conquistó la suya. Un sabor que pese a querer desterrarlo de su boca, de su piel y sobre todo de su interior, la persiguió durante toda esa noche. Mirta, poco acostumbra a beber, se retiró junto a ella cuando la madrugada dibujaba armoniosa, las tranquilas aguas del mediterráneo. Más que acompañarla, Vera la arrastraba por la arena camino del hotel. Fue una estúpida risa escuchada a lo lejos, la que le hizo frenar sus pasos y girarse. Era Mel riendo en el agua entre juegos idiotas que bajo la luna, aumentaban su atractivo a niveles privilegiados. Si hubiese bebido como Mirta, podría achacar al alcohol, que esa imagen tan bonita de Mel, la calase como si fuera la humedad que caía sobre ellas. La borrachera de Mirta ocupó sus siguientes momentos. Arrastrarla hasta la habitación del hotel, aguantar sus ataques de cariño y por fin, dejarla acostada mientras ella se iba a la ventana. Desde ella podía contemplar el mar, la luna y como no, a Mel llenando la playa. Ahí dejó de plantearse que le estaba ocurriendo con su amiga. La atracción que estaba sintiendo era tan visceral y las ganas de volver a besarla tan fuertes, que sería la primera vez en su vida en que le diera igual, jugarse una nueva negativa. Puestas a ser sinceras, diría que a lo largo de su vida, ese era un poder que sólo Mel tenía.

Sin comerse la cabeza y sin prisas, se sentó en aquel balcón y en algún momento desde la arena, Mel se quedó mirándola. Después la rubia comenzó a hacerle señales, seguramente queriendo que bajase y se volviera a unir al grupo. Y bueno, no es que Vera no quisiese otra copa con Mel, es que le sobraban todos los demás. A su estilo, no se puso a dar voces ni gesticuló. Optó por ir a por su móvil con la intención de escribirle a Mel que subiese ella, pero cuando volvió al balcón y quiso escribirle, Mirta volvía para colgarse de sus hombros.

- ¿Que le vas a decir? Que suba whisky, mucho whisky- le pidió Mirta. Y así de la forma más tonta, surgió el mensaje que las acompañaría hasta el día de hoy. 

Mensaje: 23 5 14

Mensaje y código secreto entre ellas, que llevó a Mel a la habitación, donde Mirta volvía a dormitar ebria. 

- Jajaja menudas pintas tiene así- fue lo dicho por Mel al encontrarse a Mirta en postura poco decorosa en la cama. Si bien omitió que ella no estaba mucho mejor.

- Entendiste el mensaje- musitó Vera yéndose a lo práctico. 

- Bueno jajajaja en verdad me ha costado. No sabía si es que habías comprado un billete de avión o si...- con sólo mirarla, Vera la dejó callada. El mensaje estaba bien resuelto, pero lo que Mel acababa de decir, le dio una idea a Vera, que Mel comenzó a entender- Prácticamente acabamos de llegar y estamos todos aquí- se excusó Mel mintiendo. Había algo en la forma de mirarla de Vera, que puede que por nuevo, la llamaba.

- Mañana estarán resacosos. Tú y yo, ¿que me dices?- insistió Vera, jurándose guardar para si el nudo que tenía en el estómago.

- Vera- las dudas de Mel, estaban decantándose por un mar embravecido y negro, como lo eran los ojos de Vera.

- ¿Es un si?- quiso confirmar Vera, la dueña de ese mar, misterioso, revuelto y bravo.

- Si- afirmó Mel y aquellla, fue la primera escapada protagonizada por ambas a través de un simple mensaje.

Recordar aquel tiempo cuando el conserje de su vivienda le acababa de avisar que Mel había llegado, a Vera la dejó inmovilizada. Gustaba y mucho, de haber conseguido ser capaz de dominar sus emociones y esa mañana por mucho que costase, lo haría igual. 

La vuelta del pasado a Vera la dejó sentada frente a su tocador, retocándose los pómulos mientras queriendo  o no, contaba los minutos que Mel tardaría en llamar a su puerta. Minutos que a Mel, le estaban sabiendo como el más exquisito gintonic. Base común sin inventos, aderezado con su pizquita de tomillo, hojitas de romero, un poquito de albahaca y el limón como nexo de unión entre todos. Un sabor único, que la llevaba justamente a los momentos compartidos con Vera que salvaron su amistad y que a su vez, le traían del recuerdo a la Vera más libre y pasional. La de hacía unos años en una noche cualquiera de verano con ambas escapándose como furtivas.