M50C Happy Birthday 6

¡Sexo! Era la palabra que para Min mejor describía la habitación a la que acababa de entrar, acostumbrándose a su media luz. Decorada en contrastes de negro y rojo, con una  amplisima cama de grueso roble, lo primero que le evocó fue.

..Sexo; seductor. Seducían las gamas de negro contrarrestando con el oscuro roble de la cama, la seda roja de sus sabanas y el cobertor de una gama de negro más clara. Como también seducía el olor que inundaba la habitación, una enervante mezcla de lo aromático de las velas prendidas; el siempre sensual jazmín con sus toques dulces, canela como el afrodisíaco más natural en contraposición con el jengibre, capaz de elevar de manera imperceptible la temperatura corporal y ambiental. La seducción magníficamente empleada, proseguía en el negligee y ropa interior de un intenso color rojo que encontró dejado en la cama. Él que cogió para olerlo y ronronear de puro gusto al instante. Olía a ella, a su perfume y a... ¡Sexo!

Sexo...romántico. Conociendo a la artífice y creadora de esa habitación, buscó su amor entre tanta seducción. Una orquídea a cada lado de la cama encontró provocándole una sonrisa y en medio de la cama una rosa roja de tonalidad increíblemente parecida al de las sábanas. El trío de flores le hizo reír. Era como si Julia le señalase "este cuarto está hecho para locuras, pero ojo...te amo" De las risas pasó de a poco a estremecerse. En conjunto la habitación la excitaba anticipándose a lo que en ella Julia le tendría preparado, pero ese amor mostrado en el te quiero callado de Julia de las orquídeas, le hizo necesitarla. No quería estar ahí sola.

- Cariño- llamándola rodó los ojos. No era muy normal, llamar a su mujer como si fuese un fantasma que pudiera aparecer en cualquier momento. Aunque, a la suya le sobraba chulería y dinero, para hacerlo.

- ¿No te gusta? 

La voz de Julia y su real interés por saberla bien, fue la calidez que Minerva necesitaba. Acurrucada en su voz, se giró y se vió reflejada en el espejo vestidor al que apenas había prestado atención. Su imagen en él, sonriente y abrazándose, la emocionó.

- Me veo mucho mejor, cuando tú estás tras de mí- le dijo obviando una pregunta que no tenía caso. Nunca se podría sentir mal o disgustarse con algo que llevase tanto de Julia. Lo que sí hizo, fue callarse la petición de que lo hiciese. De que llegase no solo con su voz y la abrazase. Pero la magnate, aún contándole lo suyo, tenía otros planes.

- Te ves absolutamente hermosa, Minerva- le habló Julia y de nuevo...

¡Sexo! El que llevaba implícito cada nota y tono la voz de Julia. Daba igual que esa misma frase se la dijese recién despertada o duchada, al volver de trabajar o como ese instante, vestida y maquillada para una gran noche. Julia era capaz de decirla con tonalidades tan diferentes, que siempre al escucharla le hacía sentirla distinta y única. La sutil decoración, el enervante olor y su voz. 

- Llegado a este momento, en que me veo en esta bellísima habitación contigo observando cada paso que doy, me pregunto....¿es tu cumpleaños o el mío? - quiso saber Min dejando de abrazarse para sumergirse de lleno en todas las sensaciones que recorrían su cuerpo. Así pudo sentir la sonrisa que habría sacado en Julia ante su pregunta y esperar su contestación, comenzando a desnudarse frente a ese barroco espejo. Sin prisas y teniendo muy claro, que no iba a sustituir un vestido por otro, sino por la ropa interior que esperaba sobre la cama.

- Eh...es el mío, creo.

Las dudas de Julia, la subieron de golpe a su especial nube. Allí arriba entre algodones, a veces de tono pastelosos y otros como era éste caso, entre escogidos rojos y negros. Ahí donde se sentía más mujer, donde Julia Arango le cedía el poder y donde fortalecida, participaba en esa sensual celebración de tú a tú. Con media sonrisa dibujada en sus labios, le gustó contemplarse en el espejo haciéndolo para Julia. Y el espejo, con ella enfrente retirándose con toda la sutileza del mundo la magnífica gargantilla de zafiros, le gritó... ¡Sexo!

Y era sexo...verbal. La habitación dibujaba sexo, emanaba sexo y ahora, gracias a la propia Min, también lo hablaría.

Julia había demostrado en la cuidada disposición de esa habitación conocerla al milímetro. De ahí que desnudandose para ese espejo, ardiera en deseos de que la magnate apareciera reflejada envolviandola con sus brazos, para ocuparse del fuego que de a poco abrasaba todo su cuerpo. Pero, Julia no había caído en que ella también la conocía y sabía como alterar su respiración al completo frente a ese espejo.

Más mujer y segura que nunca, disfrutó y gozó de su desnudez ante el espejo, excitada dibujó figuras de caricias sensuales que a ella misma, enloquecían. Sin dejar de prestar atención a los sonidos que de Julia le llegaban. Apuró, aún temiendo acabar llevando las manos allí donde el manantial de deseo se hacía inaguantable y apremiaba caricias certeras y lo hizo hasta que los jadeos de ambas, comenzaban a susurrar sus nombres. A conciencia, dejó la mano demasiado cerca de ese manantial, para decirle:

- Me encanta darme a ti y lo sabes. Pero ahora prefiero que entres por esa puerta. Déjalo todo y entra.