Take a Chef 31

Ajena a la llamada que Arel le hacía a la tal May, Mel se adentró al mal llamado salón de tatuajes. Normal que en la puerta de éste sus dueños o encargados o tatuadores, se definieran cómo creativos. Dentro del local, Mel pudo comprobar que era todo un estudio de arte. Todas las paredes de la recepción estaban repletas de fotografías de tatuajes y piercing.

Extravagantes, elegantes...de todos los tipos y colores, y en cualquier parte del cuerpo. La música que ya había escuchado fuera, dentro sonaba dándole un toque de Disco-Pub que le encantó. Eso sumado a la gente que había sentados en Puff, subió su ánimo confimando su frase a grabar: La joie de la vivre. Formaba parte de vivir, haber llamado a Arel toda ilusionada, que ésta en principio la mimase como tanto le gustaba y después, llevarse el palazo de sentirla esconderse. Nadie le había jurado en su vida que enamorarse de alguien conllevaba que fuera recíproco. Y según le demostraba Arel le estaba tocando amar intensamente, de una manera loca, a destiempo, entregada y visceral, en soledad. Pero esa noche no dolía y si lo hacía, lo compensaba el descubrimiento que esa noche con Arel escondiéndose había sentido. Amaba a la Chef de una manera tan única y pasional, que sentirlo ella aunque fuese sola, valía la pena. 

Más sonando en todo el local su música preferida. La mezcla perfecta de House, Tecno y Trance, que la mantenía curioseandolo todo sin poder dejar de moverse. Siendo toda un animal social, no le faltó regalar alguna sonrisa ni entablar conversación con alguno de los estigmatizados que pululaban por el estudio. Para Mel ese pequeño espacio era tan distinto al círculo donde ella solía moverse, que por momentos, creyó estar en una de sus escapadas en solitario a cualquier rincón del mundo. Disfrutándolo estaba cuando una tipa salió al mostrador hablando por teléfono, dejándola parada. De pelo negrisimo y largo, llevaba los dos brazos tatuados, al igual que llevaba tres puntos tatuados sobre su ojo izquierdo. Indudablemente guapa, era muy del estilo de Arel con otro rollo muy diferente. Alguien que sin duda llamaba la atención, por mucho que Mel comenzase a jugar a las diferencias con Arel y que, puede que influenciada por estar encoñada de ésta, ganase la chef a todas luces.

- ¿Alguna Mel aquí?- escuchar a esa mujer preguntar por una Mel en el estudio dejó a ésta pillada. Pero siendo una tipa de lo más abierta no se lo pensó dos veces en levantar la mano.

- Yoooo...¿me toca a mí?- quiso saber acercándose a la atractiva mujer. Lo que le hizo comprobar como ésta le pegaba un señor repaso con todo el descaro del mundo, mientras murmuraba algo al teléfono que ella no llegó a escuchar. Mel no le dio importancia y agradeció que fuese una mujer quien la tatuase. De lo cual se iba a arrepentir en cuánto la creativa mediante señales la adentró en lo que Mel definiría como la buhardilla de una friki de los dibujos. Pues según veía en esa pequeña sala, la tipa dibujar sabía bastante y descarada al máximo seguía siendo. Porque una vez dentro, la tipa no desocupo la camilla de folios, dibujos y lápices, y se limitó a apoyarse en ella mirándola de arriba a abajo. 

- Esto...tengo claro lo que quiero hacerme- rompió el hielo Mel, no intimidada por la tipa que continuaba mirándola divertida. Pues nada, ante sus palabras no es que la mujer se mostrase distinta, acabando con su paciencia- Holaaa, tú la creativa, yo el lienzo, cuando quieras empezamos- echándole humor consiguió que la mujer al menos dejase de mirarla de lleno y que se marchase hacia la nevera. De color negro y por supuesto con dibujos- Bien...te ha dado tiempo hasta de sacarme la talla de sujetador- tiró a matar al verla sacar dos botellines de cerveza y  que tras ello y de nuevo, se le quedase mirando. Tirar a matar en ella, era nivelar los chakras de ambas, sonriendo con ingenuidad. Algo que ni ella misma, sabía cuan podía gustar.

- Eso fue nada más salir a buscarte- contestó a su tirada a la tipa, que con los dos botellines de cerveza regresaba a la camilla.

- ¿Buscarme?- extrañada le preguntó Mel cada vez más a gusto con la "gallita" creativa.

- Hablas mucho- dejando los botellines, la mujer se sentó en el único taburete de la sala y otra vez, aprovechó para lo que Mel creía era un repaso a toda su anatomía.

- Bu...pues- quiso explicarse Mel pero la mujer la mandó callar, dándole un folio en blanco y un lápiz.

- Escríbeme ahí, como te definirías, cual es tu mayor sueño y que es lo que más te gusta en esta vida- le pidió May en completa seriedad.

- Guau. ¿Es rollo polinesio?- aceptándolos, Mel quiso indagar más dejando noqueada a May la creativa. De la cultura de la Polinesia, Mel sabía de sobra como para empezar a hablarle de los símbolos polinesios, de su cultura y su gastronomía entre otras. Entregada y encantada de presenciar como May dibujaba en un folio según ella le iba hablando, por momentos tuvo que achacar nuevamente a su encoñamiento por Arel, que esa mujer se la recordase. Volcada en sus dibujos la dejaba hablar en una armonía que le hizo compartir la cerveza con ella como si la conociera de toda la vida. Incluso se permitió escribirle la frase que quería en su cuerpo, adivinando que esos dibujos polinesios que May dibujaba, la acompañarían tatuada en su cuerpo. Normal así que cuando May dejó de dibujar para prestar atención a la música que ahora sonaba, ella sonriese más encantada aún. Estaba ahí la gran diferencia con Arel, May creaba necesitando ruido, música, conversación, lo que fuese. En cambio Arel, amaba el silencio extremo- Ayyy- pensar en ella le hizo suspirar de una manera ciertamente infantil, sin poder saber que Arel aparacaba a las puertas del estudio de May.

- Como me sube esto, joder- murmuró May subiendo el volumen en todo el estudio. Al poco Mel pudo comprobar como los de fuera lo disfrutaban tanto como ellas- Tienes un perfil de la hostia, déjame tatuartelo donde yo quiero.

- Eh- ahora la noqueada fue Mel, no sólo por lo dicho por May sino porque ésta se había permitido la licencia de girarla y comenzar a toquetearla como si fuese una escultura- Espera, espera...- tuvo que pedirle y al cruzar la mirada con ella, lo flipo del todo. La tipa parecía enmonada por dibujarla.

- No te fíes de ella, es capaz de tatuarte entera- la voz de Arel rompió el contacto visual con May y fue verla y que a Mel se le escapase un gritito. Ni en sus mejores sueños Arel hubiese aparecido ahí y además, lo hubiese hecho con una sonrisa tan...tan Arel.

- A ti te quería yo coger, franchute. Tengo que repasarte varios- saludo a su manera la creativa y sin que soltase a Mel, ésta pudo verlas saludarse con un simple choque de puños. Algo que le hizo gracia para sonrojo de la francesa.

- Antes ella- dijo Arel, tirando de Mel que en esas, pudo sentirse maniquí de ambas creativas. Aunque para qué mentirse, que Arel tirase de ella y la dejase resguardada en sus brazos de cara a May, fue todo un golpetazo que la subió más allá del cielo- Hola- el susurro de la Chef en su oreja, le hizo agarrarse a sus brazos.

- Hola- sin olvidarse, a pesar de que le había subido el pulso a mil, de corresponderle con idéntico susurro. La joie de vivre sin dudar. Desde luego lo era sentirse abrazada por Arel y poder coquetear con ella libre de cadenas, que era como se sentía en ese pequeño espacio. 

- ¿Estás segura de esto?- como si May no estuviese con ellas, se interesó Arel pero no había caso, Mel iba lanzada como la propia May.

- Empecemos, quítate la camiseta y el sujetador- le pidió May y tanto Mel como Arel, se sintieron teletransportar a París, justamente al aseo de la casa de la madre de la Chef, unos días atrás.

Cambiaba la vestimenta de Mel. A la Chef no se le había pasado por alto, lo increíblemente atractiva que esa noche iba la rubia. Guerrillera sin duda. Unos leggins de cuero que le contorneaban de babear las piernas, con una camiseta color plata brillante cruzada al pecho y de espalda abierta. El cinturón del mismo color le caía por la cadera y los rotos de la camiseta, dejaba ver retazos de un vientre perfecto para morder hasta la saciedad. Su cabello rubio sedoso alocado y sus ojos como siempre, destelleando vida.

En el aseo de su madre, Mel que había acudido a París desde su trabajo, iba con un clásico traje de falda y chaqueta, que en ella dejaba de ser clásico. Aunque para ser precisos, cuando ella había entrado al aseo de su madre a petición de la rubia, del traje sólo quedaba la falda.