Take a Chef 25

Encontrarse a su padre en las puertas de su casa, regresando de París junto a la Chef, para Mel fue todo un alivio. Con él no tenía que fingir ni aparentar estar como siempre. De hecho nada más bajó del coche, se colgó a él buscando un poquito de paz interior. A su madre podía haberle dado la neura que fuese, estando con su padre poco le importaban sus histerismos, o eso creía ella.

- Tu madre invitó a Tam a cenar, dice que ya os arreglasteis.

Hasta que su padre la informaba de las nuevas "gracietas" de su madre y ella estallaba sorprendiendo a su padre.

- Joder. ¿Es que no puede parar de meterse en mi vida? Yo quería quedar con Tam pero a solas. Pasa que soy una torpe se me cayó el móvil en el wc del avión y desde París sólo pude llamar a Vera, con la que si había quedado y no sé para qué, a todos os ha dado por lo mismo..Tam, Tam y Tam- explotó dejando a su padre helado. Si bien éste conocía de sobra a su hija y con ella mantenía una relación de lo más sincera.

- Tam es lo que querías. ¿Que más da quien propicie que la veas?- le preguntó su padre sin entender su repentina postura anti-Tam.

- Me da igual. Quiero aclarar mi vida y no es que lo quiera es que lo necesito- le respondió Mel cubriéndose el rostro desesperada- Joder...ahora parece Dios omnipresente- pensaba buscando tranquilizarse sin mucho éxito, teniendo a su padre parado frente a ella.

- Pues hazlo- le dijo éste no viendo "el" problema que estaba claro ella si sentía y vivía.

- En cuánto me dejéis- le vociferó Mel hartita de todos o mejor, hartita de no encontrar la forma de hacerse entender, ahora  que ella si se estaba aclarando.

- Recuerda que te pones muy fea enfadada- su padre capoteo su mala baba con un juego clásico entre ambos y fin. A su padre, ese tío tan guapo y cálido que continuaba frente a ella sin presionarla, no podía cargarlo con sus "cagadas"

- Papá- melosa lo nombró autoconvenciendose de que su cita con Tam y sus padres esa noche, era un hecho por mucho que a ella le hiciera cero gracia.

- Ven aquí- su padre tiró de ella fundiéndose ambos en un abrazo.

Muy parecido al que Arel había presenciado desde el coche a la llegada de ambas. Para ser alguien sin relación alguna con su padre, ese abrazo visto, no había despertado en ella más que una calidez sobrecogedora. La mujer que vuelve a ser niña en brazos de su padre, así había visto a Mel con su padre. Yendo hacia su reserva, Arel podía afirmar que llevaba muchísimo tiempo sin sentirse tan llena. Había estado con su madre en París y junto a Mel, no se podía pedir más. Y como le había pasado a Mel, eso creía ella.

No era de extrañar que el chófer la llevase a una de las urbanizaciones más exclusivas de Madrid. Su reserva de esa noche ya había dado suficiente muestra de estar rodeado de cantidad ingente de dinero. De buen humor, no le importó ser el capricho de ese alguien forrado en pasta. La sorpresa fue, adentrarse en la casa con todo lo necesario para cocinar un menú propio, siendo ayudada por el chófer, y encontrarse a Vera recibiéndola. La sorpresa de encontrársela dejó a la Chef un tanto parada, si bien tal cual la miraba Vera, debería haberse quedado congelada. Como fuese, Arel entendió que esa seriedad extrema en Vera sería por su trabajo en esa casa.

- Le estabamos esperando- dijo Vera con la misma seriedad que mostraba. Arel no se ofendió por ella y defendió su tardanza. Después y en silencio ambas, Vera la acompañó hasta la cocina. En ella la habitual cocinera de la casa, le dio la bienvenida poniéndose a su disposición, sin que Vera dejase de mostrarse seca y distante. Tanto papelón por unos ricos ególatras, comenzó a revolver a Arel. Estando la otra cocinera junto a ellas, nada dijo y así estuvieron hasta que los grandes señores aparecieron y Vera le indicó que saliesen a recibirlos. Para esas alturas, el trato de Vera hacia ella le estaba tocando mucho los ovarios. En el pequeño camino de la cocina al salón, había buscado rozarla, alguna sonrisa, algo que demostrara que no eran dos desconocidas. Pero Vera rechazó todo acercamiento adelantando sus pasos. Sería su orgullo por el trabajo bien hecho, es lo que quiso pensar Arel de su actitud. Sin intentar algún cariño más, la siguió hasta donde la pareja de hombres dueños de la casa y su reserva, esperaban. La presentación que de ella hizo Vera, no le fue sorprendente e incluso le hizo dudar si era Candela en el cuerpo de Vera. Al terminar y una vez intercaló varias frases amistosas con los dueños, la Chef regresó a la cocina. Ahora no se fijó en si Vera la seguiría de vuelta. Si alguien examinase la relación de ambas y ese alguien fuera español, lo resumiría en: follan de lujo. Pero para ella había sido algo más o al menos, no sólo follar. En esa presentación ante los dueños como en el hecho de haberle buscado esa reseva, Vera había demostrado conocerla poco o quizás fuera, que le sudaba lo que ella quisiese. Extremista el último punto, pero normal en alguien que había llegado a esa casa plena y que le había bastado tocar con la seriedad de Vera para que se le jodiera. No entendía su actitud, si aquella que justificaba a la Vera más profesional, pero no la otra que podía llegar a ser tan distante para con ella. De vuelta a la cocina, procuró que su mal humor mo repercutiera en la amable cocinera de la casa. Pero Vera volvió a aparecer en la cocina, con un tono muy cercano al déspota.

- ¿Que tal París?- le preguntó cruzada de brazos frente a ella y Arel podía sentir el asco inexplicable con que la miraba. Estando así las cosas, no iba a darle mucha conversación.

- Bien- le contestó escueta. Resultandole de lo más molesto, tener que ponerse a su altura.

- Ya- replicó Vera a media sonrisa, que molestó aún más a la Chef.

- Si..ya- la imitó Arel y basta. No estaban solas y además debía salvaguardar el reputado nombre de Vera como profesional. No pensaba por lo tanto montar ninguna escena en esa cocina, aunque Vera se empeñase en ello.

- Esa camiseta que llevas es de lo más vulgar. Ponte un delantal- le exigió con la misma mala baba que llevaba mostrando y la Chef, tuvo que mirarsela. Era un simple camiseta de tirantes que por el tamaño de su pecho, mostraba demasiado escote. Algo que a ella no le molestaba en absoluto y que además, no pensaba cambiar.

- Me gustará lo vulgar- contestó a su agravio queriendo centrarse en su cocina. Pero así, Vera se sintió provocada.

- Ni que lo digas, de eso me voy dando cuenta- dejó caer Vera girándose al momento. Para la Chef era incomprensible los ataques que estaba recibiendo de Vera y pasó de complicarse más la vida en esa cocina.

- Bien...¿quiere algo más de mí?- tratándose como profesionales, quiso zanjar su té con té con Vera en presencia de una desconocida y Vera se giró, dándole la cara de nuevo con evidente molestia.

- No. Me vale que les cocines cómo sabes. Para eso confíe en tí- volvió a exigirle Vera, marchándose de la cocina, dejando en ella a Arel, sin saber por donde le habían venido las hostias recibidas.

- Caray...que malas pulgas tiene esa mujer- la cocinera logró arrancarle una sonrisa. 

Malas pulgas, mala baba e incluso mala hostia tenía Vera, pero que jodidamente bien le sentaban. De haber estado solas, le hubiesen dado mucho por saco al bistec de los señores y Arel habría ido a por ella, queriendo saber que demonios le pasaba. Pero así, Vera se marchó de la casa sin que volviesen a verse. 

Por eso, la sorpresa de haberla encontrado en casa de esos hombres, fue minúscula comparada con encontrarla horas más tarde frente a la puerta de su ático.