Take a Chef 24

Las horas en París, ahora que regresaban de vuelta, para Mel habían pasado fugaces. Sentada con la vista pérdida por el cielo que atravesaban y con Arel dormitando apoyada en su hombro, se obligó a recordarlas buscando detalles, quedándose con momentos únicos compartidos y desmenuzando lo que ya iba conociendo de la vida de la Chef. 

Primero la madre de ésta, sin duda la original causante de la copia. Mismo pelo, misma altura, mismos modales y gestos. Hablar con ella había sido  como jugar a adelantar el tiempo y estar frente a la Chef madura. Sólo cambiaba el color de los ojos. Verdes Arel y miel los de su madre. Hablar con ella además, le había hecho confirmar, lo intuido al ver a Arel guardar en un cajón y sin mirarlas, decenas de revistas con el gran Chef como portada y protagonista. Por fin le había puesto nombre y cara, al padre de Arel y la sorpresa había sido mayúscula. Como que la madre de ésta continuase enamorada de él hasta las trancas, por mucho que éste anduviera ocupado en lo de siempre, su alter ego. 

Le había sido evidente, el disgusto con que Arel guardó esas revistas e incluso como cambió de tema, cada vez que su madre lo sacó a relucir. " Llámalo, está deseando saber como te va en España"  " Te quiere en Japón" " Míralo desde ese lado, no te supondría ningún esfuerzo económico" "Me encantaría veros cocinar juntos" La madre de Arel no había dejado de intentarlo, ignorando las muestras más que evidentes de Arel de no querer saber nada de ese hombre.

Y ese hombre era nada menos que José  Leruda. Cualquiera que estuviese al día en prensa radiada o escrita, lo reconocería al momento. Uno de los cocineros más afamados mundialmente con restaurantes en medio mundo. Con clientes poderosos, capaces de aguantar las eternas listas de espera, para tener el privilegio de degustar sus elaborados platos. 

Recordando su imagen, tantas veces vista, Mel jugó a los parecidos. Desde ya, los ojos de gata de la francesa, eran de su padre, como también sus pómulos marcados y la negrura de su cabello. 

- Mier...mi móvil- se dijo y apenada recordó que se le había caído en la taza del water de ese mismo avión. De tenerlo habría buscado fotos del individuo, que sin saber muy bien porqué, le empezaba a caer fatal. Sería que Arel denotaba su ausencia, que incluso se podía sentir como aún seguía huérfana de él. Y sabiendo quien era, lo mismo hasta se había criado sometida a su presión. Al final, un Chef de esa altura, no es más que una marca y una marca, según para quién, bien lo vale todo. Pues no tenía móvil, pero si una memoria bestial que la hizo rebuscar y llegar a otra sorpresa. El Chef siempre salía publicamente con una chaqueta de cocinero ciertamente llamativa y de un único color; el rojo. Él mismo que Arel llevaba en sus labios, con el que estaban decoradas a trazos las paredes de su ático, el chester y a saber qué más. ¿Habría relación?  ¿Se estaba flipando? Quizás un poco sí y en no mucho más, llegarían a Madrid. Debía dejar de pensar tanto y aprovecharse un poquito de la situación. Por eso, dejó la ventana y se acurrucó en la Chef, suspirando sin darse cuenta.

- ¿Uhm?- musitó Arel, medio despertada.

Al hacerlo se removió y a saber como, pero ambas acabaron demasiado enredadas la una con la otra. 

- Nada- le susurró Mel y ésta vez no huyó de la deliciosa cercanía con la Chef- Me ha encantado tu madre- le dijo en baja voz, como si lo que estuviese diciéndole fuese de lo más íntimo y disfruto de como las pestañas de la Chef, aún a ojos cerrados, se movían al esucharla- y me encantó París contigo y quiero que volvamos con más tiempo. Ah, también me ha encantado que..naah, ya es mucho y te me vas a subir crecida- se detuvo de guasa y ahora si, Arel abrió los ojos seguro que sin haberla entendido bien- Joder- se dijo al verle los ojos tan cerca y tan Arel. Podría seguir con- para resumir, que me encantas..tú- pero no lo hizo. Para eso antes, debía hablar con Tam y resolver su situación con ella- Amigas- se repitió y Arel volvió a cerrar los ojos tras sonreírle- No duermas más, te queda contarme lo de tus tatuajes. Y como conociste al tipo de la carnicería y porqué duermes poco por la noche y en cambio me babeas en un vuelecito de nada- incansable prosiguió consiguiendo que Arel abriese los ojos y fuese a estirarse, pero ambas seguían demasiado cerca. Así difícil que a la rubia no se le contrajera el estómago deseando besarla. Algo frágil, con tan solo un pequeño roce se hubiese conformado, más con la Chef callada mirándola. Sin beso, prefirió cubrirle el rostro con una mano- Asco de amistad- se dijo y se rió de sí misma.

- ¿Qué? - quiso saber Arel, enderezándose con el mismo nudo en el estómago que Mel, pero contagiandose de la sonrisa de ésta y como no, de sus ojos brillantes. Algo que no se pudo callar más- A mi me encanta, que siempre tengas los ojos tan brillantes- a su estilo quiso llevar los dedos al rostro de Mel, deteniéndoselos ésta. 

- A mi me pareces super besable, sinceridad por sinceridad- soltó Mel encogiendose de hombros. Mentira no había ninguna y por primera vez, notó que su halago había gustado a Arel.

- Pero eres española, la de los amantes de Teruel, Los Montoya y Los Taranto..tragedia y sangre- le dijo Arel, picandola en su orgullo de española de matilla y misa de domingo- Esa canción de.... el beso, el beso en España... Pero un beso de Amor, no se lo da a cualquiera 

- Jajaja, me muero- tuvo que reír Mel ante la ocurrencia de la Chef. Reír por no llorar o por no temblar excitada. Escuchar ese pasodoble tan manido recitado por Arel con el acentazo que ésta gastaba era demasiado hot, como para quedarse inmune- Te olvidaste de Don Juan Tenorio y Doña Inés- le dijo intentado salvar el honor de España ante el libertinaje de Francia.

- Ehm...touche. Pasemos a los tatuajes- cambió de tercio Arel sin que ambas perdieran la conexión, más bien al contrario. Bromear sobre la visión distinta que ambas podían tener sobre la fidelidad, les hizo estar todavía más a gusto la una con la otra- Ehm...mis tatuajes no son estigmas ni nada parecido. Son más bien el resumen de mi vida. El atrapasueños es por el que tuve en mi cuna, la enredadera del pie es en honor al "egos" de mi padre- le fue explicando la Chef y llegados a su padre, la rubia entrecerró los ojos, no esperándoselo- Me pasé la infancia odiando la cocina pero cada vez que él volvía a casa, como idiota me empeñaba en cocinar platos y al final pues....vivo para eso. 

- Ahm..algo así imaginé- le dijo Mel arrugando los labios. Pasaba y mucho, de joder a Arel ahondando en sus evidentes problemas de conexión con su padre. Mucho mejor, jugar a sacarle una sonrisa- Pero sigue, que ahora llegarás a los tórridos y seguro tienes algún tatuaje por alguna mala mujer- la animó y fue hacerlo y maldecirse- Ahora te jodes- se dijo forzando la sonrisa. Pero ni tiempo tuvo, Arel comenzó a acercarsele demasiado lento- Ayyy- tan lento que a Mel le dio tiempo a cerrar los ojos deseando lo que no iba a llegar. 

- ¿Mala o prohibida?- quiso saber la Chef, preguntándole directamente en su oreja, para desesperación de Mel, que tuvo que recuperarse y entrar en el juego iniciado por la Chef. Ella también buscó su oreja y para hacerlo, las mejillas de ambas se rozaron haciéndolas ahogar a la vez, un hondo suspiro.

- Soy más de lo prohibido que de la maldad- le contestó Mel. Y sería que estaban atravesando turbulencias o que Arel la sacudía por igual, que necesitó agarrarse a la primera mano que encontró de ésta. 

- Hay quien tiene ambos atributos- la prosiguió Arel y el tono usado por ésta, provocó que Mel se separase lo justo para mirarla a los ojos, tratando de saber de qué o de quién, estaban hablando.

- Yo no- se enderezó y dejó su mano con toda la seguridad. Lo que no dejó, fue el exámen visual que le estaba haciendo a la Chef, buscando saber de qué estaban hablando.

- No...tú no- suavizó la Chef y de nuevo, como ya se estaba volviendo costumbre entre ellas, con la misma facilidad que surgía la conexión se rompía inexplicablemente. 

En ésta ocasión, con Arel confundida por el cambio de humor repentino de la rubia. Ella sólo se estaba refiriendo a su pasado y desde luego que Mel era bien distinta a cualquier mujer anterior a ella. La rubia en cambio, se había quedado anclada a ese -No, tú no- tan categórico de la Chef. Puede que un pelin acomplejada por haber crecido a la par de alguien como Vera, que ante cada cosa, cada logro o cada sueño suyo, había incidido en el supuesto privilegio que era, ser toda una niña de Papá. 

Papá no le había pagado sus viajes, ni aprobado sus oposiciones, ni le había regalado el pisazo de su vida, lo que sí había hecho su Papá era apoyarla en todo. Ni mala, ni prohibida. Su complejo unido a lo dicho por la Chef, bajó sus ánimos como no recordaba. Ni siquiera ovulando o en los días previos a la menstruación recordaba haberse sentido así de vulnerable. Sería tomar conciencia, de que en verdad, Arel realmente la quería como amiga y que era ella quien malinterpreta todo lo compartido con la Chef. Que hubiesen estado todo el día buscándose con la mirada, los roces tontos, las bromas todavía más tontas, cogerse de la mano y mejor en ese estado, no recordar lo ocurrido en el baño de la madre de Arel. 

- Que mala no quiero ser, pero poder puedo- pensaba revuelta Mel. Menos mal que ya estaban pisando Madrid o la cabeza le estallaría o peor, podría llegar a ser tan ridícula de demostrarle a la Chef, cuan prohibida podía ser- Zorras..así resulta que le gustan- prosiguió bajándose del avión y horror, fue comprobar que bajaba los escalones demasiado sensual y...- Ni de coña- se prometió deteniendo la bajada y así la Chef acabó chocando con ella.

- Perdona- se disculpó Arel, sin que Mel se moviese o dijese algo- Mel- la llamó queriendo borrar la tensión extraña que había entre ambas. Deseando poder retroceder el tiempo, a los mimos de Mel en las butacas, a los paseos a las prisas por París y...mejor era, no recordar el baño en casa de su madre.

- Ya voy...fue el tacón. Que no se yo que llevarán las malas prohibidas, pero el mío de seís centímetros no baja- sarcástica le respondió Mel, recuperando su diginidad y volviendo a bajar, perseguida por una molesta Arel.

- Creo que contigo no me entiendo bien en español- le dijo la Chef adelantándola. Odiando sentirse así con ella.

- Pues yo francés no sé. Fíjate- contraatacó a sus palabras Mel y ya ninguna dijo nada, hasta que el conductor de la reserva de la Chef, las llevó hasta la calle de Mel. Con el coche detenido y el conductor esperando que alguna bajase o las dos lo hiciesen, cada una miraba por la ventana. Incapaces de dar por terminado su día de esa manera.

- Te iba a pedir ser tu ayudante ésta noche- rompió el silencio Mel, aunque lo hizo a bajisima voz.

- Me hubiese encantado que lo hicieras- musitó por igual Arel. Demonios, ni idea de porque estaban así y que ganas, de volver a estar normal con ella, pero...

- Genial, mi padre aquí. Han debido estar llamándome- se quejó Mel cubriéndose la cara, al ver salir de su portal a su padre. Ahora las dos lo miraron sin bajarse del coche, para asombro del conductor que ellas tan alegremente ignoraban- ¿A que es guapísimo?- soltó Mel, olvidando por segundos el mal rollo.

- ¿Señoras?- el conductor al final se hizo notar, dejando a la Chef con la boca preparada para decirle a Mel:

- Diría que tú, lo eres muchísimo más- pero no lo dijo, pese a que Mel seguía sentada sin intenciones de salir- Yo creo que te está esperando- le dijo con tremendo coraje de tener que despedirse de ella con tan mal sabor de boca. Así comenzó un diálogo ágil entre ambas, arañando  segundos juntas al reloj.

- Mm...si. A mi madre le habrá dado alguna de sus neuras- dijo Mel.

- Bueno- afirmó Arel.

- Si- reafirmó Mel.

- Pues- dijo Arel.

- Tendré que duplicar la tarjeta del móvil y comprarme uno- habló Mel.

- Supongo- lo hizo tras ella Arel.

- Si- afirmó de nuevo Mel.

- ¿Me llamarás?- fue al grano Arel.

- Por supuesto- le contestó Mel finalizando un diálogo que aún siendo intrascendente, fue de lo más agónico.

Así fue como Mel se arrancó y salió del coche sin querer mirar más a la Chef. Para odiar las montañas rusas, estaba claro que se había subido a la más frenética que pudiera encontrar. 

Ella saludando a su padre y Arel, pidiéndole al conductor que la llevase a su reserva y sin saberlo, a Vera.