Take a Chef 19

La invitación que había pedido Vera, no fue más que un eufemismo. Ella no era de pedir y si de tomar, como estaba haciendo con la Chef. Fue ella quien las adentró en la casa y fue ella quien desnudó a la Chef en el baño. Con lo que no contaba, es con Arel abrazándose a ella una vez ambas, estuvieron desnudas. Necesitado y desgarrador, le supo ese abrazo.

Estaba claro que los sabores que obtendría de Arel esa noche tendrían matices distintos. Algo amargo que contraía sus papilas gustativas, algo con la suficiente fuerza, como para que sus garras amenazaran con querer crecer altivas y protectoras. En sus formas no existía el consuelo, ni el abrazo acogedor.  Existía la furia por guardar y hacer guardar lo suyo. Pero in extremis, de separarla de ella y querer saber, detuvo sus garras, congratulandose de ser tan zorra o más bien, de ser tan astuta como una zorra, y haber elegido para esa noche, un vino achampanado.

Blanco, seco y achampanado de paso agradable y con post-gusto medio-largo a pomelo. El pomelo arrastraría por su boca directo a su estómago esos pozos de amargo encontrados en Arel. El cítrico del pomelo los sepultaria entre burbujas explosivas al contacto. Decidida a barrerlo de su boca, de ese baño y de Arel, la separó con tiento de ella.

- Ve metiéndote tú, voy a por las copas- le dijo y pese a todo, se vio parada en la cocina de Arel, con la mirada gacha. De nuevo tuvo que reponerse y se sonrió achandolo a una posible ovulacion con su consabido revuelo de hormonas. Le apetecía ese vino tomado con Arel y muchísimo más, le apetecía tomarse a la Chef. En la cocina entonces dejó ese toque amargo, para dedicarse de lleno a su particular pomelo achampanado. Cuando volvió al baño, Arel estaba sumergida bajo el agua, y aunque le resultase muy sexi, metió una mano y tiró del pelo de la gabacha- Ahogada no me sirves- irónica consiguió la sonrisa de Arel que salió del agua, dejándole el suficiente hueco, para que ella se acomodase en su espalda. La temperatura del agua era perfecta, como lo era el roce de su sexo con la baja espalda de la Chef- Uhm...me gusta esto- continuó sin que Arel supiera si se refiere al roce caliente de sus cuerpos o al vino siendo descorchado. Sin probar todavía ese vino, Arel ya podía sentir sus efectos, o sería más bien, que era Vera quien se los provocaba. Extraordinario era como podía llegar a envolverla en una pasión que no tenía límites y que desterraba todo, sin poder saber o presentir, que duración tendrían sus efectos. Haciendo de malabarismos un arte con sello propio para servir las copas, Vera las sirvió  incidiendo en que la Chef tomase la primera casi de un trago. Desde atrás y viéndola obedecerla, el ego de Vera se alimentaba. Que magnífico y que puntazo era, sentir como podía dominarla, sin necesidad de pensar en extrapolar esa dominación a otros terrenos. Al fin tenía lo que esa noche había buscado; un baño, su vino preferido y su nuevo vicio...Arel.

La Chef, mareada entre el día pasado junto a Mel, la calor del baño, el vino y las piernas de Arel sujetando sus miserias, se apoyó en ella, amarrándose al particular Oasis que ésta le ofrecía.

- Tienes la oportunidad de aparecer justo cuando lo necesito- le dijo sin mucho atino en el uso del español y Vera sonrió besándole el cuello sin darse cuenta, de lo que implicaba una muestra tan tonta como esa. 

- Es el don...de la oportunidad. Se dice así- la rectificó Vera y otra muestra de cariño hacia la francesa, la puso en alerta. 

- Pues lo tienes- afirmó Arel, cerrando los ojos dispuesta a dejarse llevar por la morena que la tenía encerrada entre sus piernas.

- Ujum..y algún don más, ¿ah?- retomando sus formas, Vera dejó la tontería fuera de la bañera. Y 

entonces quien sonrió fue Arel, acomodándose más en ella. Así dejó el cuello en la posición perfecta, como lo estaban sus manos apoyadas en las piernas de Vera, destacando el contraste entre el color de sus pieles, la de Arel de un blanco frágil y pulcro, la de Vera tostada como el trigo. Y entre ambas, resaltando el rojo intenso de las uñas de la Chef. Sus uñas rojas, sus tatuajes, sus labios gruesos y su cuello largo y marcado, desataron las ganas de Vera por bebersela junto a su vino. Gozandolo, dejó caer unas gotas del vino en el cuello de la Chef. El contraste entre el calor de su cuerpo y el frío del vino, enseguida la erizaron, para disfrute de la lengua de Vera, lamiendola. Un gemido placentero brotó de ambas.

- Así está mucho más bueno- se recreó Vera. 

Imposible, de tener sangre recorriendo las venas, que Arel se mantuviese normal recibiendo esas lámidas. Vera ya había más que demostrado ser una amante de lujo. No había un gesto suyo, una caricia, un beso que no tuviese toda la carga erótica necesaria para arrastrarla con ella. Hasta sus gemidos parecían coordinados para hacer perder la cabeza en lujuria, a cualquiera que tuviera la suerte de recibirlos, como era su caso  

- Um...- dada a ella y su sensualidad, Arel ayudó a que la lengua de Vera siguiese degustandole el cuello. Lo que Vera aprovechó, para pegarse más a su culo y tomarle un seno- Vera- terminó por llamarla Arel, presa del deseo al sentirla moverse sobre su culo. Sensual y cargado de un erotismo bestial, que la hizo querer girarse en busca de su sexo. Hambrienta por tenerlo entre los dedos, en la boca o de las dos formas. Pero Vera frenó sus intenciones.

- No...lo quiero así y quiero oírte- le exigió volviendo a moverse lujuriosa acaparando todos sus sentidos en las reacciones de la Chef. Exigía y quería, escuchar lo acabó escuchando.

- Ahm..si, Vera- pérdida en sus caricias más profundas y certeras, Arel no sentía más que el fuego que Vera podía y sabía provocarle. En cambio Vera, se afanó en querer sentirla rendida. 

- Ujum, Vera- ratificó mordiéndole la oreja con vehemencia. De ahí a que Arel se fuese entre sus dedos, los espejos del baño y la ventana mostraron el vaho que las respiraciones de ambas formaron y entonces fue, que Arel se giró todavía sintiendo los latigazos de un orgasmo abrasador para elevar a Vera y hundirse en su sexo. Después, cuando la lengua de la Chef aún distinguía los espamos del sexo de Vera, ésta tiró de su pelo y se quedó mirándola sin que la Chef, dedujese que había cambiado en su mirada- Tengo que irme.