Take a Chef 15

Habían sido tres semanas resistiéndose para no ver  ver a la chef y llevaba tres copas encima caminando por las tres calles que la separaban de Arel. Pensándolo chascó la lengua. Debía ser su número de esa noche y menos mal, que sabía dirigía sus pasos a una casa ajena donde era imposible que Arel se encontrase entre las bragas de alguna. "No jodas"

Pensando en esa posibilidad no la vió tan imposible. Ella misma había hecho reserva en el Take a Chef de Arel y había acabado ensarzada a besos en su divino y sexi chester. "No, no...por ahí no vayas"  se exigió reconociendo que su predisposición a estar caliente ante cualquier detalle que alimentase su fuero uterino, no necesitaba recordar precisamente aquella noche cuando justo estaba caminando hacia Arel y sus labios rojo intenso. Muy loco, era muy loco haberse pasado tres semanas no queriendo verla, deteniendo cualquier impulso por llamarla o escribirle, como para acabar en un sábado cualquiera buscándola como estaba haciendo. ¿Y si su reserva era otra lesbiana aventurera? ¿Y porqué el consejo de Vera..."que te follen hasta dejarte calva"..perduraba en su cabeza? " "Ok..ok, respira" se pidió y "aleluya " Suerte de vivir en un país donde quienes quieren se saltan las leyes como les da la gana. Un chino abierto a esas horas, era tener alcohol a mano. Tampoco es que quisiera llegar borracha y disentio con la idea de entrar y pillarse algo más. Pero no, nada de más alcohol o acabaría siendo ella la que se follaría a la chef hasta dejarla calva tras un empalogoso saludo. "Bue" seguro que hasta calva se vería guapísima. 

Sólo una calle más tarde, ya estaba arrepintiendose de no haber parado a comprarse un botella de tequila. Nublada podría caer sobre Arel echándole la culpa al alcohol ingerido y no, a haberla echado tanto de menos. "Follarte empotrada contra la pared del aseo" las palabras de Vera continuaban ahí encendiéndola y llevándola no a la mujer que supuestamente fantaseaba con ella en el after y si, a Arel. En sus dos encuentros más íntimos, la chef se había limitado a dejar que ella tomase el mando. " Joder...besa tan escandalosamente bien" Podía continuar mintiendose o camuflando la realidad, pero se moría por volver a probar su boca, y mejor que no se parase a pensar en las ganas de verla tomando el control, porque ya estaba en el edificio donde supuestamente la chef preparaba una cena para dos parejas según había leído en la aplicación. Que la puerta estuviese abierta le permitió no detenerse a pensar que estaba llegando a la casa de unos desconocidos. Con tres copas menos, seguro lo habría hecho. Así le fue fácil llegar al ascensor, donde rápida se aseguró que su maquillaje estuviese perfecto y decidida salió del mismo acudiendo a la puerta C. Sin pensar y con el estómago atenazado, como tonta esperó que le abriese la misma Arel y obvio, quien lo hizo fue el dueño de la casa. Un veinteañero de lo más guapo con una sonrisa muy dulce.

- Eh...hola- la saludó simpático alzando ambas cejas, seguro esperando que Mel dijese algo. Pero a ésta se le acababan de bajar las tres copas de golpe con sólo verlo. ¿Que clase de zumbada se presentaba en la casa de unos desconocidos buscando a una chef francesa?  Francesa, Francia...problema resuelto.

- Oh mesie, buscó a maitre Dubois, soy su ayudant- mintió descaradamente y su penosa imitación del acento francés le hizo querer que la tierra se abriese bajo sus pies enguyendola directa al infierno donde la esperarían multitud de franceses queriendo su lengua, para cortarla en trocitos bien pequeños por su tremenda osadía.

- Ah...de Arel-el chico cayó enseguida no dándose cuenta de lo sonrojadas que estaban las mejillas de Mel. Educado le dio paso abriendo la puerta y Mel quiso morir, el chico de lo más amable le indicaba el camino a seguir, dándole conversación - Está en la cocina. No sabes lo que nos preparó...y solo fueron los entrantes, no se que tiene esa mujer en los dedos- le dijo llegando al salón donde tres chicos más cenaban esos entrantes. Dedos, Francia, Arel...por lista,  a ver ahora que flamante saludo en francés hacía. 

- Bonne nuit- los saludó mientras por dentro no dejaba de llamarse idiota. El gallito que le había salido y el pésimo acento, daba para salir corriendo de esa casa antes de que Arel pudiera escucharla hacer el tonto de esa manera. Los chicos de la mesa y sobre todo el galante que la acompañaba, comenzaron a reír en su cara. "Estos jóvenes, que de todo saben ya" se dijo sonriendo toda ilusa. Era eso o echarse a llorar abrazada al chaval que seguía a su lado. Estaba llamdo a jóvenes a unos chicos que como mucho le sacarían cinco años menos. "Mierda, ¿me han dado garrafon?" Lo que fuese, sonriendo estúpida no es que fuera a retomar el control, tocaba prácticidad.

- Naah...que no os he engañado- chascó la lengua recuperando cierta chulería al verlos mirándola nada juicios- normal...si soy del Barrio de la Latina de toda la vida- les dijo adquiriendo postura chulapa y que pena sintió de que Arel no saliese en ese momento en que su postureo era extremo. Tanto como para estar a punto a ser invitada a sentarse con ellos.

- Castiza- inquirió su acompañante y ella sonrió de lo más coqueta al escucharlo sorprendido gratamente.

" No, por favor " la sonrisa que regaló al joven por coqueta y buscona, no pasó desapercibida para ella misma. Lo que faltaba esa noche, ligar con el enemigo. Pues, ¿porque no si eso le llevaba de una buena vez a la cocina? Sin pasarse, lo justo para caerle simpática durante el breve trayecto hasta la cocina y nada sobrado como para que llegados a ella, el tipo se quedase queriendo tema. Y el tema, el verdadero tema estaba en la cocina, con unos labios rojos de morder hasta hacerlos sangrar a placer y con un pañuelo de lo más hippie como gorro de chef.

- Ayyy- mirándola no pudo evitar suspirar agarrándose al brazo del muchacho, provocando la risa de éste y un atrevimiento... 

- Está buenísima, joder- exclamó el muchacho ganándose una palmada de Mel.

- Oye- le regañó confianzuda y tuvo que abrir los ojos impresionada. Seguía coqueteando claramente con él y prueba de ello era el alateo orgasmisco de sus pestañas. Estaba de un puton que le asustaba y que se diluyó en cuanto se topó con la mirada de Arel sobre los dos. Algo ingenioso debía salir por su boca antes de que las mejillas le ardieran ruborizadas. "Por dios", se había presentado en casa de unos desconocidos buscándola y además la chef la encontraba de palmaditas moñas con el guapo chico que las acompañaba- Jajaja, ay.... Nada, estabamos comentando lo bien que te manejas con los dedos- soltó y fue hacerlo y buscar con la mirada una buena pared donde darse de caramonazos por lo que acababa de decirle a una lesbiana. Porque...¿Arel en verdad era lesbiana? Puede, lo único claro que es que era super besable. Por favor, ante lo que había soltado la chef se limitaba a mirarla con el labio inferior cayéndolo lo justito para querer saltar sobre ella y sorber, morder, chupar, estirar...

- Jajaja, yo os dejo o esos de ahí fuera me dejan sin probar bocado. ¿Arel, que me llevo ahora?

"Angélico, que sabe él" se dijo Mel encantada en verdad de que el chaval no hubiese pillado ni media de su gracieta y de que Arel pareciera que tampoco lo había entendido mucho. Así pasó a ver a la chef indicarle que debía llevarse y al fin, estuvo a solas con ella. Merodeando por la cocina un poco cortada, dejó de estarlo al descubrir a Arel volcada en un pequeño bocado que debía ser algún tipo de dulce con chocolate. Se veía tan tranquila y calmada cocinando, que puede que le transmitiera esa misma tranquilidad o que directamente, su sola presencia le hacía sentir resguardada, increíblemente resguardada y a salvo. 

- Mis dedos acaban de crear ésta maravilla, ¿quieres sentir un verdadero orgasmo?- la sorprendió Arel con el bocadito justo entre sus dedos. Esos que se manejaban de maravilla según ella misma y el chico, claro.

- Ay Dios...no recordé que eras hija de español- avergonzada se cubrió el rostro ocultando su rubor, pero Arel riendo le hizo descubrirse y ahí estaban, sus increíbles verdes ojos mirándola como si no hubiesen dejado de hacerlo durante tres larguísimas semanas. Porque ahora que volvía a estar con ella, tonteando en una cocina, las tres semanas sin compartir un dulce de chocolate con ella, a Mel le pesaban como auténticas losas de hormigón armado. Pues ni un día más iba a dejar pasar. Cosas de los cócteles tomados a lo loco- Lo pruebo si aceptas enseñarme mañana a que huele España- impuso sus normas. Si bien era tontería, estaba deseando que los dedos de Arel le proporcionaran el orgasmo del que hablaba, aunque fuera sólo mediante el mágico chocolate 

- Ok. Pero no creo que sea tan orgásmico como esto.