Rojo, debía ser rojo por sus ovarios. Para Mel era el único color posible para el sujetador que su mano apretaba anclandose al voluptuoso seno que ocultaba. Esa piel, magníficamente blanca y tatuada, no permitía otro color. Debía ser rojo y por lo que tocaba, de encaje escandalosamente sensual. Pensar en lo que tocaba soñando con verlo para después arrancarlo y rodar su boca hasta el pezón que aventuraba erguido y dispuesto para ello, la revolucionó de tal forma, que no midió el pequeño mordisco que a su vez dejaba en los labios de Arel. Su mejor cocina estaba ahí mismo. En su boca, de tres, cuatro o cinco tenedores, con una o dos estrellas Michelín. Tan dulce y suave la encontró que temió correrse con sólo besarla.
Había cambiado el ambiente, desde luego que si y había llegado la atracción. Fatal e irresestible. De la cocina al chester habían pasado, como no, con ella siendo la protagonista incansable. Amontonando conversaciones como normal en ella, sin esperar que la otra parte participase. Ella en su etorno yo constante, obviando la conversación de la otra parte pero no sus gestos. Como no acabar enredada a su boca, si verla humedecerse los labios era rabiar de deseo por ser ella quien se los mojase. Por no recordar la dichosa camiseta que aún cubría su torso, tan amplia que cada vez que se movía mostraba su vientre o peor, mostraba el inicio del pecho que ahora apretaba desesperada. Podía seguir con sus onomatopeyas pelín simples y a veces abusivas, pero que siempre iban acompañadas de una baile de ojos de mojarse con solo verlos moverse. Delicioso verla rodar los ojos tímida al hablarle de lo excelente que había estado la cena o hacerlo un tanto macarra ante alguno de los muchos aprietos en que la había puesto. Por no hablar de sus manos y dedos. Largos, finos y apetitosamente suaves, que Arel movía en exceso, bien jugando con su pelo o acariciándose por cuaquier sitito. Los mismos, que ahora mismo dibujaban caricias por sus muslos subiéndole el vestido. Manos en definitiva de Chef, acostumbradas a tratar con extremada delicadeza y que serían morir, pérdidas en ciertas partes de su cuerpo.
- Ahm, joder- desbocada alzó el culo permitiendo que Arel le sacase el vestido. Que se lo sacase y que lo tirase bien lejos de ella. Deseaba hasta el extremo que desapareciera y que al vestido le siguiese la camiseta y jeans de Arel. Fuera de sus cuerpos los quería esperando la gloria de apretarse a ella piel con piel. Gozar del contacto de ambas, gemir de gusto en libertad. Pero la puñetera cremallera del vestido se le enredó con un mechón de pelo. Horror sintió al ver a Arel sonriendo de medio lado desenredandolos como hace una semana lo hacía Tam. Por dios santo, estaba repitiendo vestido y peor, estaba repitiendo enredo y quien se peleaba con su vestido y pelo, no era su pareja. Era una desconocida por la que estaba mojada como si fuese una...Puta. Demasiado fue para ella recordar la definición más repitida en su ruptura con Tam y peor, sentir que Arel no la miraba apremiandola, lo hacía dejándole espacio- mierda- musitó apartando de sí las manos de Arel y ésta las subió en son de paz. ¡Que demonios! Pensó al verla acomodarse en el chester para quitarse los jeans y entonces recoger sus larguísimas piernas para mirarla, dulcemente apoyada en uno de sus brazos. Ella que tanto podía hablar y ahora que nada decía, anclada como estaba al dardo que ella sola se había hincado. Que bien, demostrar a la primera de cambio su poco compromiso para con Tam, su poca palabra y su poco todo. Pero joder, es que Arel mirándola así no la ayudaba en absoluto a desenredarse y peor, lo único que conseguía era que aumentasen sus ganas de volver a "pecar".
- No te comas la cabeza, sólo han sido unos besos- le dijo Arel y ya podía haberse quedado ahí y sobre todo haberse quedado quieta y no comenzar a dibujar figuras inconexas en su muslo aún desnudo. Su boca decía una cosa y toda ella gritaba otra. ¿Quería volverla loca?
- ¿Tienes por costumbre besarte con cualquiera?- le inquirió molesta con ese "sólo han sido unos besos" y adoró directamente la forma de sonreír de Arel.
- Con quien quiere jugar, nada más- le contestó Arel dejando su comodidad para acercarsele de nuevo. Debía ser demasiado evidente su deseo por volver a su boca y por perderse entre sus piernas. Pero como no desearlo, si Arel era en si, el fruto prohibido del pecado. Hasta su aliento era puro fuego incitador y que jugase con él sobre su boca, era demasiado tentador.
- Estas como quieres y lo peor, es que lo sabes y juegas con ello- confesó sin poder evitar besar sus labios. Suave y corto, que se alargó lo justo para sorberle el inferior mirándola directa.
- Pero tú quieres ser una buena chica que respeta a su pareja y sus arcaicas creencias y yo...no estoy acostumbrada a quedarme en sólo besos. ¿Que hacemos entonces?- le dijo Arel dando de lleno en su problema sin alejarse ni un centímetro de ella. Para Mel estaba claro, Arel no sólo sabía lo jodidamente buena que estaba sino que sabía perfectamente manejarse en ese tira y afloja de enorme carga sexual.
- La amistad es un bien en alza- quiso Mel rebajar así la seguridad en si misma de Arel. Esta sonrió apartándose lo justito para contemplarla claramente excitada. Ésta vez Arel no habló al momento, prefirió jugar con sus nervios un ratito, lo justo para desesperarla e inquietarla.
- Ok- aceptó tras su prolongado silencio y Mel se tensó. Había algo divertido en la forma de mirarla de Arel, como también lujurioso- Cambiemos follar por amistad- propuso y a Mel le hubiese encantado molestarse ante tal vulgaridad, pero no pudo y así volvió a jugar sin ni siquiera darse cuenta.
- ¿Eso pensabas hacerme?- modulando la voz, de vuelta a la cadencia sensual propia del deseo, quiso saber aunque eso le costaba sufrir la contestación clara y rotunda que seguro le daría Arel.
- Ujum...follarte hasta destrozarnos- le contestó Arel como temía y el latigazo en su entrepierna fue voraz. Tanto que estuvo a punto de sucumbir de nuevo a la pasión saltando sobre ella, pero fue la propia Arel quien la detuvo- Uhm...uhm, las amigas no follan o al menos no en su primera quedada.
La seriedad con que Arel lo dijo arrugando sus carnosos labios, hizo reír a ambas, relajando el ambiente. Al poco, Mel prefirió alejarse de la tentación constante que era Arel. Amigas también deberían ser las dos que tenía de toda la vida. Debían serlo y así podría haberlas llamado nada más salir del ático de Arel para contarles que se acababa de enredar a besos con una tía de infarto que además era simpática y tenía un rollo místico de arañar. Pero bien que sabía que sus amistades no eran de ese estilo y ni se atrevió a llamarlas para contarles algo así. Pues bien, no le quedaba de otra; Arel sería su amiga secreta desde ese mismo instante.
Pues mi primera impresion fue hacertada..me encanta este juego excitante y sensual entre las dos
ResponderEliminarMe apunto a ver quien gana en su estrategia de seducir a la otra...
Por supuesto tengo una ganadora pero no dire su nombre ahora..
Aunque creo que todas vamos a pensar el mismo..jajajajaja
Me gusta Gemo...Te sigo escritora...
Divina-Wilson
Yo espero a los siguientes trocitos para poder opinar mejor. Pero mola.
ResponderEliminarGracias
A.
Eso de que Mel no quiera contarles lo ocurrido con Arel porque no son del mismo estilo...no sé no sé. Es malo dejarse llevar por los prejuicios y me parece que aunque Mel intente evitar a Arel, ésta va a ser una tentación muy grande para ella.
ResponderEliminarA la espera de más.
Me gusta mucho.
Gracias,
L.a.c.e.r
.......QUEMA...EN LAS FORMAS....EN EL MODO....ESTA HISTORIA ....Y NO VOY A TENER NINGUNA DUDA...QUEMA...Y ES QUE ....ESE ''JUEGO'' ENTRE MEL Y AREL IRREMEDIABLEMENTE ....LLEVA GRABADO ''' FUEGO'''....AUNQUE PASOS ATRAS PARECE YA....QUE HABRÁ...
ResponderEliminarESPERANDO Y DESEANDO QUE NOS MUESTRES EL CAMINO QUE SEGUIRAN.
GRACIAS........POR ¡¡TANTO¡¡¡ ESCRITORA.
CELESTE-NEGRO