Su momento más esperado de esa noche desde pequeña, los fuegos artificiales que festejaban entre una hermosa amalgama de colores y figuras el nuevo año. Mirándolos, todas las ilusiones puestas en el nuevo año o puede que para toda su vida, Mamen las prendía de esas hermosas composiciones de luz y color. Podía recordarse siendo pequeña, escapándose de los brazos de su padre queriendo contemplarlos más de cerca. El entusiasmo que le producía, la estremecía y emocionaba. En verdad sólo eran cohetes, pero a ella se le antojaban tan hermosos y especiales, que podía olvidarse de todo y volver a sentirse niña mirándolos estallar allá en lo más alto. De buena gana, se dejaría llevar por esa emoción y quitándose los zapatos correría como hacía entonces.
Ahora le podía el frío, aunque estuvo a punto de ceder a sus deseos, sino fuera porque alguien se había pegado en exceso en su espalda. No hizo falta que se girase para ver quien había sido y siguió mirando al frente pese al enorme escalofrío que sintió cuando Anabel puso una mano en su cadera. Sintiéndola pegada a ella, negó con la cabeza. Era increíble que ya distinguiera su olor y que en cierta forma la presintiera.
Ahora le podía el frío, aunque estuvo a punto de ceder a sus deseos, sino fuera porque alguien se había pegado en exceso en su espalda. No hizo falta que se girase para ver quien había sido y siguió mirando al frente pese al enorme escalofrío que sintió cuando Anabel puso una mano en su cadera. Sintiéndola pegada a ella, negó con la cabeza. Era increíble que ya distinguiera su olor y que en cierta forma la presintiera.
- Te vas a quedar helada- ajena a su estremecimiento, Anabel prácticamente le puso su jersey, sin que Mamen se moviese. Estúpidas ilusiones de fin de año. Podía estar segura que todo con Anabel estaba tomando tanta fuerza y le estaba calando tanto, sólo por ser esa noche. O eso quiso creer Mamen, mientras Anabel terminaba de ponerle el jersey por encima del vestido.
- Ahora serás tú, quien se hiele- le dijo adivinando que Anabel la giraría y por inercia cerró los ojos. Cuando volvió a abrirlos, la mirada de Anabel caía sobre ella pausada y tan cálida, que sólo pudo sonreír dejando que fuese ella la que hablase o hiciese lo que diera la gana. Si, el deseo que sentía por ella era demasiado evidente, que estaba un poco perjudicada por el vino también y que era la última noche del año, ambas lo sabían.
- No hay muérdago- susurró Anabel, mientras ella se agarraba a su camiseta pensando; a la mierda lo increíblemente bien que le hacía sentir mirándola de esa forma, a la mierda los huéspedes y a la mierda los clásicos festejos de fin de año. Lo único que quería, era su boca, sus brazos tomando su cintura y perder la cabeza como la mejor forma de empezar un año. No había muérdago como Anabel le decía y que poquito le importó a ella. Sin miramientos, se alzó lo justo para tomarla del rostro y volvió a cerrar los ojos, justo antes de besarla. Igual que frente a la chimenea había esperado su lengua, ahora fue ella quien se vacío conquistando su boca. Suave al principio y ansioso en cuanto Anabel la amarró a ella- Mamen.
Escucharla nombrarla tras un suspiro profundo, no hizo más que destapar del todo sus ganas de tenerla. No había muérdago ni falta que le hacía para besarla cómo le venía en gana y comenzar así, fiero y loco, a arrancarle gemidos entre pasos dispares que hablaban de una necesidad de a dos.
El crujir de las maderas del porche, fue la música perfecta que le anunciaba estar cerca de una pared donde acorralarla y con fuerza lo hizo, totalmente llevada por el ansia de probar su piel. Desesperada en cualquier pared la apoyó antes de separarse lo justo para arrancarle la camiseta. ¿Frío? Ninguno, ese solo puede sentirlo quien pone barreras a los sentidos. Ella en cambio, los tenía a todos gimiendo al unísono y de puro placer.
- De poder, seguro correrías tras ellos.
Hasta que la voz de Anabel parada junto a ella contemplando el final de los fuegos artificiales, le hacía tomar conciencia de que no se habían besado ni arrastrado entre besos y caricias hasta el porche. Todo había sido producto de su imaginación por más rabia que ahora le diese. Sonrojada, rabiosa y escandalosamente excitada, así normal que no atinara a contestarle y que se soltase el cabello, buscando algo de aire. Por favor, debía estar helando y en cambio ella estaba convertida en pura ascua candente y no, no ayudaba que el jersey de Anabel oliese exageradamente a ella. Anabel, la culpable que en plena noche de un 1 de enero ella estuviese ardiendo, seguía parada a su lado y no joder, lo hacía manos en los bolsillos con la cabeza gacha. De puta madre, pensó Mamen. Anabel estaba demostrando tener varias caras y para su desdicha, todas le encantaban. Ésta medio vergonzosa, estando como ella estaba, le provocaban unas ganas de...de lo mismo, al final todo era lo mismo, comérsela como fuese. Mejor era guardar los dientes y regresar dentro o la pobre se congelaría con sólo una camiseta puesta.
- De pequeña me quedaba así, quieta esperando que los fuegos volvieran a empezar- le dijo Anabel, retomando su postura segura impregnada de cierta chulería sorprendiéndola por el nuevo cambio.
- Quiere volverme loca- se dijo Mamen sin dar crédito. Pero, en verdad sorprendida por lo escuchado, quiso saber- Por fin, una tradición que te gusta.
- Ujum- musitó Anabel y Mamen se giró queriendo verle la sonrisa que seguro tenía y porque no, esperando alguna de sus contestaciones burlonas. Como esperaba Anabel sonreía y mirándose, las dos se echaron a reír puede que relajando algo de tensión entre ambas- Pues que sepas, que algunas si que me gustan, pero desde hoy gana con diferencia.... besar a la chica bajo el muérdago- le dijo Anabel tras las risa de ambas y ahí la dejó. Para pena de Mamen sin muérdago y beso.
Fin de año, la noche perfecta para sentir como estaba haciéndolo Mamen, que la sangre circula por tu cuerpo y que un semejante, en días, horas o minutos, puede hacer que directamente te arda.
- Jajaja...uhm, feliz año nuevo- gritó como le nacía al saberse sola frente a la oscuridad de la noche. Porque si, comenzaba el año y ella lo hacía riendo, tranquila, feliz e ilusionada...o más bien, excitada, lo que venía a ser, VIVA en mayúsculas.
Seguía helando por el suelo que ella pisaba volviendo a la casona y con ella, a los gritos, cantes y bailes. Pero ella seguía sin sentir ni gota de ese frío e imposible que lo sintiera, si tras subir los tres peldaños del porche, Anabel aparecía ante ella y la cogía de la mano para llevarla hasta una pared.
- No hay muérdago, pero es que no puedo aguantarme más las ganas de besarte- le dijo Anabel, siendo ella la acorralada en la pared y Mamen tuvo que abrir los ojos e incluso quiso pellizcarse, lo que fuese que le permitiera deducir que no era una imaginación. Que esta vez si, Anabel la besaba robandole todo. El aliento, la consciencia y hasta la última noche del año.
Era real que le fuera a mil el pulso, que sus mejillas ardieran y que bajo la camiseta de Anabel, encontrase la más deliciosa calidez. Así no pudo disimularcuánto le gustaban sus besos, ni lo devastadores que estaban siendo. Gimió entusiasmada con ellos y a manos y piernas se enredó con ella, impidiéndole cualquier escapada.
- Uhm- siguió gimiendo ante cada nuevo descubrimiento. Bajo su camiseta, no sólo una calidez estremecedora, sino un torso marcado y fuerte, que enseguida quiso arañar. Pero no pudo, Anabel se había empeñado en volverla mantequilla. Eso provocaban sus besos en cadena que bajaban por su cuello hasta su escote. Un segundo, dos y tres, fue el tiempo que tuvo Mamen para decidir frenar a la locura o ayudarla a descorcharse. Ganó querer ayudar a que ambas perdieran la cabeza en ese porche, apoyadas en una pared con una ventana demasiado cerca de sus gemidos. Ansiosa como estaba, ella misma se bajó el escote y empujó contra sus pechos la cabeza de Anabel. Si, los quería en su boca, quería sentir los mismos besos que le habían incendiado la boca y cuello, en sus pezones y Anabel la consintió sacudiendola por entero. Presas del deseo más visceral, ninguna había prestado atención a lo que dentro de la casona ocurría y tampoco, de cómo en completa oscuridad, los huéspedes vitoreaban queriendo asustarse unos a otros por el apagón sufrido. Así normal, que los ojos se les abrieran como platos a las dos, cuando Mirta salió a buscar a Mamen.
no se cuanto le queda a esta noche vieja pero por mi puedes estar 10 años escribiendo que yo seguire leyendo y no porque seas un dios y esto una secta. que esto es libre y si no me gustara me piraria. como es logico. es porque me gustas sushh no como crees. creida. es q me gusta cada historia que sale de esa cabeza llena de rizos.
ResponderEliminarcuando seas famosa acuerdate de mi.
Dora
¿Como? ¿ Creída?
EliminarSencillamente genial...Muchas gracias
ResponderEliminarL.a.c.e.r
.... Y DESEANDO PODER LEERTE AQUÍ TAMBIÉN...
ResponderEliminarGRACIAS....ESCRITORA.....