A
las prisas entre miles de emociones sentidas en tan sólo segundos,
así corrió por su casa Marina, en una increíble cuenta atrás que
le traería como final a Inés. Años sin correr con la sonrisa
bordada a ilusión, chispa, deseo y nervios, solo por una persona.
La
ducha duro segundos, los justos para enjabonar su cuerpo rápido como
rápido, deshacerse del gel. De haber podido, habría preferido el
tiempo necesario para dejar impregnado en su piel, el mejor de los
aromas, pero con tan poco tiempo, tuvo que emplearse a fondo, en
coger un veraniego vestido, improvisando su ropa interior, como sus
altas cuñas y vestida, contemplar en el espejo, la sonrisa con la
que se miraba, con una clara dueña. De pronto y sin sentido, le
brotaban pequeñas carcajadas, viéndose como adolescente presa de
unos nervios que atenazaban su estómago, sin poder evitar querer más
y más.
Sin
tiempo para recrearse, y no queriendo ni por asomo, hacer esperar a
Inés por un maquillaje más afanado, se dibujo una sencilla linea en
los ojos, dio un poco de color a sus pómulos y terminó dando brillo
a sus labios. El conjunto conseguido, aderezado por una leve
sonrojez, le dieron un aspecto un tanto juvenil, que contrarrestaba
con sus marcadas formas de mujer. Sin detener su carrera, eligió un
bolso con el tiempo suficiente de echar en el solo su cartera y
móvil. Lista y como diría Laura, bollo feliz, se contempló en el
espejo del recibidor antes de tomar una buena bocanada de aire. Inés
al salir de casa, estaría a menos de doscientos metros.
Los
doscientos metros más largos de su historia, y los doscientos metros
testigos de las innumerables veces que mojó sus labios ansiosa. Tan
solo llevaba unos cien metros recorridos, cuando se adentró en la
plaza, para sus ojos en esos momentos, tan especial y bonita, como
solo lucia en la noche de las velas. Rápido echo un vistazo general
esperando una clara señal, algo que le dijera donde estaba Inés o
si ya estaba esperándola en la terraza del restaurante. Su móvil
sonando sin poder ser más nadie que Laura, le alivio el vertiginoso
latido de su corazón.
-
Estoy en la Plaza...- le dijo sin necesidad de saludos,
inspeccionando mejor la plaza, en tanto comenzaba a caminar por ella.
A más latidos, más ganas de encontrarla entre la gente.
-
Ayyyy dios me tienes de los bollo nervios, ¿la ves?- tampoco se ando
con rodeos Laura, parapetada en una de las esquinas de la Plaza. Veía
a Marina y su insuperable atuendo.
-
Pues...pues....- titubeo nerviosa Marina, ansiándose por segundos,
sin encontrarla hasta que más cerca de la terraza, reconoció su
espalda- Siiiii- gritó sin importarle las miradas curiosas- Joder
si, está al lado del restaurante. Laura me muero.
-
De esto nadie se muere, es lo más bollo mejor del mundo y a mi me
bollo emociona a lo loco- la animó Laura, la mar de sonriente,
identificando a Inés, en pantalón corto negro y camiseta blanca con
ligeros adornos de amplio escote mostrando sus hombros- Esta
guapísima- piropeo a Inés, emocionándose al ver como Marina
llegaba hasta ella, quedándose quieta a solo un metro de su espalda-
Te quiero muchísimo y sush, no digas nada más, la tienes ahí
mismito- colgó Laura, a esas alturas llorando por la que le parecía
una de las imágenes más bonitas e intensas vistas de su amiga-
Ayyy, yo ahora no me puedo ir, mi friendly encuentro debe esperar
cinco minutos más.
No
fueron tantos los minutos a esperar, con el corazón en la boca,
Marina no dejo el móvil, le apeteció llamar a la dueña de los
hombros que había mordido en lujuriosas fantasías y que ahora,
tenia a solo un metro de distancia.
-
Dime...ya estoy aquí- contestó Inés a su llamada, sin tener idea
de que a sus espaldas, estaba quien la llamaba.
-
Lo se- musitó Marina, directamente mordiéndose los labios. Dos
pasos, solo dos pasos las separaban y su ocurrencia al llamarla, le
estaba permitiendo vivirlo como en doble dimensión. Inés tras su
afirmación comenzó a buscarla en la plaza, medio giro, otro cuarto
más y Marina aparecía a su frente, móvil en mano- Inés- suspiró
su nombre emocionándose al verse en sus ojos. Ojos que la miraban
incrédulos y tan brillantes como debían estar los suyos. A Inés no
le salió la voz ni en suspiros y en un esfuerzo sobre humano,
aguantó las inmensas ganas de abrazarla allí mismo, haciéndolas
girar. Pero llegaba a esa cita con la lección muy bien aprendida.
Marina era muy conocida en ese pueblo y plaza. Por nada del mundo,
ella iba a propiciar rumores que pudieran agriarle su encuentro. Por
eso casi temblando retuvo las ganas de abrazarla, pero si dejo a sus
manos el placer de volver a posarse en su cadera y en su cuello, lo
suave y lo justamente necesario para tirar de ella, besándola en la
mejilla. Rozar su piel y oler su aroma, la dejó sin aliento, y no
mucho mejor, estaba Marina- Lo conseguimos- volvió a hablar Marina,
añorando ya la calidez de sus mejillas acariciándose. Por suerte,
retuvo a tiempo la mano de Inés en su cadera.
-
Pufff- resoplo Inés, esperando respirar un algo que le permitiera no
parecer una idiota- Pude escaparme en el último momento y no me lo
pensé- le explicó sin dejarse de mirar, mientras las manos de
ambas entendieron de remilgos, inventando caricias escondidas. Pero
no, Inés volvió a lo que se había prometido todo el camino. Marina
era hetero hasta que se demostrase lo contrario y aún no siendo así,
solo ella debía de dar el paso de exponerse o no, en público. Auto
imponiéndose no ponerla como diana de comentarios, recuperó su
desparpajo y tiró de su mano sonriendo. Era hora de tomar asiento e
intentar, compartir una cena con ella sin que el bestial deseo de
tocarla o acariciarla irrumpiera entre ellas.
Pero
una pareja en la mayoría de los casos, está compuesta por dos e
Inés, podía tener planes recatados. Una buena cena, mejor
conversación y única compañía, la de Marina, pero ésta en
cambio, sentada frente a ella, en una plaza que tanto significaba y a
solo doscientos metros de su casa, era demasiado como para guardarse
ninguna necesidad. Porque tenerla ahí, sin la pena que cubría su
primer encuentro, solas y pudiendo mirarla cuanto le daba la gana,
estaba despertando en ella un hambre voraz. Hambre de tomar su mano,
de acariciar sus labios, de colocarle un mechón de pelo o de lo que
fuese, si implicaba rozarla como y cuanto deseaba. La corrección de
una, la enternecía perdiéndose en detalles como lo increíblemente
largas y pobladas que eran las pestañas de Marina. El hambre de la
otra, la fortalecía, perdiéndose en cálidos detalles como el
descubrimiento de un lunar muy juguetón en la clavícula izquierda
de Inés. Así, fue Marina quien eligió el vino, descalzándose un
pie, y fue Inés, quien tuvo que esconderse tras la carta, cuando el
pie de Marina llegó a su pantorrilla, no pareciéndole que fuera a
ser su destino final.
-
Me cago en la leche...dale conversación o te derretirá aquí mismo-
se exigía Inés, sin tener constancia de como estaba apretando la
carta usada como barrera ante el calor que emanaba de toda Marina en
si.
-
Vale...ese lunar debería estar prohibido en el bollo mundo, no hace
más que incitarme y está tan mona, que cenar es lo que menos me
apetece- pensaba Marina, jugando no tan distraída con el pie, ya por
la rodilla desnuda de Inés. ¿Será que tiene hambre? No para de
mirar la carta- se aviso así misma, antes de preguntarle
directamente bajándole la carta- ¿Tienes mucha hambre?
-
Si- afirmó repetidamente Inés, reafirmándolo con la cabeza.
Conocía la voz más lujuriosa de Marina, a la que ahora debía unir
su mirada sonriente- Que...que apenas almorcé- mintió como una
bellaca, sin dejarse arrebatar la carta por Marina. Su situación se
complicaba por momentos. El pie de Marina llegaba a su muslo y ésta
le sonreía a través de la ancha copa de vino, prácticamente
haciéndola gemir- Joder...ni paso a paso, ni agradable conversación
ni nada de nada. No puedo concentrarme, jijiji me gusta su nariz.
Pero no toques, ¿por que la tocas?- se regañaba tarde Inés. Sin
poderlo evitar había acariciado la nariz de Marina y ésta no había
desaprovechado la ocasión para quedarse con su dedo, haciéndola
mirar para todos lados inquieta. El más lelo de todos los que por
allí pasaban, debía darse cuenta de la incendiaria complicidad que
ambas estaban mostrando.
-
Apenas comiste, pues- hizo una pausa Marina, rebobinando. Ni pizca de
ganas de cenar, por lo menos no públicamente. Sus primeras caricias
cómo la que estaba dejándole en el dedo o mejor, en su muslo
caminito a su pantaloncito, no le apetecía compartirlas rodeada de
gente, así...solo una cosa se le ocurrió- Joder cielo.
-
¿Que?- se interesó Inés gallo incluido. Los dedos del pie de
Marina llegaban a territorio prohibido, en tanto la misma Marina la
sorprendía con esa exclamación.
-
El bizcocho- mintió Marina fingiendo prisa y temor.
-
¿Que..que...el bizcocho?- se perdió Inés y a dios gracias pudo
respirar. Marina apartó su pie dejando huérfano de caricias a su
muslo.
-
Se me quema...lo deje en el horno y madre mía mi cabeza, ni me
acordé- se levantó llamando con una mano al camarero. La cara de
desconcierto de Inés, le pareció tan tierna que su hambre aumentó.
A la mierda las citas clásicas, quería tenerla entre las paredes de
su casa, comiéndosela como le estaba apeteciendo. Otra vez a las
prisas, esta vez por disculparse con el restaurante, pedir que le
apuntaran la cuenta y morirse derretida por los ataques de ternura
que Inés podía provocarle, al verla sacar un pequeñísimo monedero
de tela de sus pantaloncitos, para dejar propina. Inés la vio mirar
su pequeño monedero y sonrojándose, se encogió de hombros.
-
Compre dos el otro día, me gustaron para nosotras- confesó en un
hilo de voz tímido, por el que consiguió un fuerte beso en la
mejilla y que Marina, tirase de ella casi a la carrera.
-
Me bollo encanta- exclamó Marina encantada con todo. Con
encontrarse, con lo mucho que le gustaba cada cosa nueva descubierta
en Inés e incluso, encantada de ser ella quien la llevase tomada de
la mano .
-
Jajaja, ¿que?- preguntó Inés, sin esperar una clara contestación.
Marina se veía más allá de bonita, guiándola.
Una,
la fortalecida creciéndose en el papel que Inés le provocaba; la
amante más dominante, y otra; la intimidada ante el crecimiento que
ella misma provocaba, la sumisa escurridiza. Y juntas, dos
treinteañeras que correteaban entre risas, hasta la puerta de
Marina, donde supuestamente un bizcocho se quemaba.
Pero
lo que en verdad quemo o directamente abraso, fueron los besos de
Marina, sin esperar a abrir la verja, capaces de derretir todo el
hielo de varios inviernos.
-
Dios...no puedo así no- se maldecía derritiéndose como ese hielo,
Inés. Incapaz de frenarla. La única salida para detener el impulso
de alzarla a su cintura y que como ella, toda Pedraza se derritiese,
fue el bizcocho quemándose en el horno- El...el horno, Marina- le
dijo odiando a sus propios labios, rendidos al sabor único de la
boca de Marina.
-
¿Eh?- víctima de su pequeña mentira y anclada a los labios de
Inés, Marina ni recordaba que había dicho y a Inés solo le escuchó
algo de un horno - Es pirolitico- le dijo recordando la primera
cualidad a destacar de su horno según la tienda que se ocupó de
ponérselo en su cocina.
-
¿Lo que?- preguntó Inés logrando separarse del auténtico horno
mozarabe que era Marina, sin evitar un nuevo gallo histrionico. Duro
y difícil, mucho, controlar el deseo que la consumía, pero debía
hacerlo. Marina era una tía seria, que no sobrevaloraba el sexo y
que prefería lo eterno a lo efímero. No podía comérsela en la
primera cita o mejor, no debía hacerlo.
-
Jajaja, que se yo- le atrapó la cara Marina, con una mirada tan
caliente y felina que Inés tragó saliva.
-
No la toques...que noooo, ¿pero por que la tocas si te digo que no?-
volvió a regañarse Inés y como no hacerlo, sus manos ya esquivaban
el corto vestido de Marina y ésta sonreía sin temer por el pobre
bizcocho, que en teoría se quemaba en un horno pirolitico.
Sin
incendio que temer y si con la urgencia de un deseo prácticamente
visceral, de un culazo abrió su verja Marina, guardándose de no
soltar a Inés.
-
El jardín de mi casa- le indicó lanzándose directa de nuevo a por
su boca y adoro, que las manos de Inés la recibieran agarrándola
por el culo.
-
Ah..., ¿me lo enseñas?- intento aprovechar el envite Inés.
Preferible a seguir preguntándole a su cuerpo porque había dejando
de obedecerla y peor, porque se enseñaban con ella deleitándonse
con la tibieza encontrada en la piel de Marina.
-
Mañana, que seguro te gusta más- contestó decidida Marina. Solo
unos metros y llegaría a las paredes donde quería encerrarla. Para
Inés fueron unos metros y tres escalones, que miró cuando Marina la
soltó para abrir la puerta. Los veía, estaban subiendo dando
saltitos tras Marina. No, ya lo habían hablado, ni Marina con
Xavier, ni ella con la última chica habían dejado en la cama
retazos de alma, pero con Marina era tan distinto, que podía verlos.
Si, pequeños corazoncitos con brazos y piernas, que alegres
esperaban que Marina abriese la puerta de su casa, para quedar
desperdigados por ella, incluida su cama. Pedazos de si, que no
saldrían de esa casa ni mañana, ni pasado mañana. Un sola voz,
bastó para verlos adentrarse, con ella siguiendo sus pasos- Inés-
ya dio igual intentar ver su casa, entre besos y caricias que subían
de tono.
-
La..la parte más diáfana de la casa, supongo- habló intentando
detenerse en el salón, incluso llegó a sentarse en el sofá, pero
Marina cayó encima de ella, y con ella su pecho- Agh...diosito
santo, así no puedo ser buena, que no- pensó sin variar la victoria
entre su cuerpo y su cerebro. Ganaban las manos que raudas se posaron
en el pecho de una Marina, que para encumbrarse más, la besaba todo
el tiempo.
-
Si...y ahora vamos a la mejor parte- le anunció Marina desatada por
completo y si, Inés vio sus retazos subiendo risueños por las
escaleras caminito a su habitación.
-
Pues nada...yo lo intenté- dijo olvidándose de no decirlo en voz
alta y como premio a su descuido, el mejor de los aderezos, la risa
de Marina.
-
Jajaja.
Gracias, gracias, gracias! Por regalarnos un trozo hoy. Me ha encantado...Los esfuerzos de Inés por no dejarse llevar han sido superados por el torrente y deseo más visceral mostrado por Marina.
ResponderEliminarEsperando con ansia el siguiente trozo...
Muchas gracias Gemo.
L.a.c.e.r
AIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIIII MAGNÍFICO
ResponderEliminarY mientras tanto Laura y Karla...
ResponderEliminarY mientras tanto nadaaaaaaa!!!!!!!!! sigue con Inés y Marina porfa. No cambies de lugarrrrrrr!!!!! Ahora le toca a Inés desatarse.
ResponderEliminar...¡¡¡¡¡ LO CONSEGUIMOS¡¡¡¡¡...Y TRAS ESAS PALABRAS...¡¡TODO¡¡ Y TODO Y MÁS TODO...APASIONANTE¡¡¡ APASIONADAS LAS DOS¡¡¡ PASIÓN....DESPUES DE MÁS PASIÓN Y SIEMPRE..SIEMPRE...LOCURA¡¡¡...¿ PEDIR MÁS? IMPOSIBLE¡¡¡..LO CONSIGUIERON ¡¡¡Y AHORA TOCA PERDERSE...EN ESE SOFA...EN ESA CAMA..DONDE SEA..CON CORAZONES ANDANDO O BAILANDO....PORQUE..PORQUE...¡¡ LO CONSIGUIERON¡¡¡
ResponderEliminarEN ESTE TROZO Y EN TODA LA HISTORIA...ESCRITORA....ME QUEDO SIN PALABRAS....
GRACIAS...POR ¡¡¡¡ TANTO¡¡¡¡
CELESTE-NEGRO
P.D...EL NO PODER ENTRAR...EL NO TENER TIEMPO..ME HIZO PERDERME ESTOS TROZOS...QUE..¡¡¡ ME GUSTAN¡¡¡