Tras
lo dicho a sus amigas, Kira no quiso ni girarse a mirarlas,
simplemente se dejó resbalar en el asiento del antiguo chevrolet
descapotable. Podría haber gritado, podría volver a exigirle frenar
el coche y que la dejase bajar de él, pero Kira calló dejando la
vista pérdida por las calles que atravesaban a toda velocidad. Las
lujosas y exclusivas casas que quedaban a su derecha, solo sirvieron
para recordarle su escasa vestimenta. Sin querer mirarla, cerró su
kimono y se abrazó, esperando que algún momento, Rene entrase en
razón. Pero no solo pasaban las calles y sus gentes, el tiempo
también pasaba sin que ninguna dijese nada.
Regañándose,
terminó por mirarla y entonces tuvo que maldecirse. Rene y su
excitante rudeza, Rene y esa extraña melancolía que destilaba todo
su cuerpo, tan atrayente como su rudo rostro de mandíbulas
prominentes, grandes ojos y alargada nariz. La velocidad del coche y
el consabido aire en contra, le permitió observar su rostro
despejado de cabello. Que Rene llevase las mandíbulas marcadas, fue
un flechazo impregnado en fuego, para su deseo. De buena gana
mordería a morir esa mandíbula perfecta. Atraparla entre sus
dientes y delinearla con su lengua.
-
De puta madre- maldijo entre dientes retirando la vista de Rene. No
delineaba con la lengua su mandíbula y el sabor único de su piel,
no gobernaba su boca, pero con la vista la estaba delineando entera.
Sus largos y vigorosos brazos, tatuados como cualquier vulgar macarra
que muestra sus estigmas. Las pulseras prácticamente presidiarias
que adornaban sus pequeñas muñecas, como la calavera que preside
una bandera y para culminar, sus largas y finas manos, con anillos en
ambos pulgares, como cadenas ficticias. El culmen a su rebeldía
diseñada entre ligereza y fingido descuido, era una camiseta negra
de ancho tirante, que contrarrestaba gustosa con su blanquisima piel.
Seguro de amplio escote y segurisimo, escaparate de unos hombros de
auténtica exquisitez.
El
silencio del coche a pesar del viento por falta de capota, comenzaba
a serle insoportable. Callada era más odiosa, porque cuanto más
callase, más le hacía arder, sin importarle consumirse en el fuego
que creaba la tensión libre de toma de tierra entre ambas.
No
soportándolo más, encendió la radio y fue consciente de que, solo
había sido un acto reflejo. Continuaba sin escuchar nada más, que
los latidos locos de su propio corazón. Mordiéndose los labios,
freno su instinto de gritarle, exigiéndole que hablase, que contase
lo que fuera que estuviese pensando. También podría abofetearla,
si. Pagar en ella la frustración de no conseguir la indiferencia
hacia ella. Dos días y estaría ante un altar vestida de blanco y
dando el si quiero, tantas veces soñado. Y a falta de solo dos días,
estaba en un coche conducido cómo si tras él, el mundo estuviese
precipitándose al vacío, sin poder obviar quien endiabladamente lo
conducía.
Como
no había podido callar el silencio, tampoco pudo detener sus ganas
casi viscerales de mirarla. A Dios gracias, las gafas de sol cubrían
sus ojos. Tan azules, tormentosos y destructivos como el mismo mar en
pleno maremoto y tan estigmatizados, como la rosa quebrada tatuada en
su brazo.
Traidores
con su propia dueña al punto de apuñalarla por la espalda, sus ojos
se negaron a obedecer la orden de volver a mirar a la nada frenética
que desfilaba fuera del coche. De sus gafas, descendieron a sus
labios, gruesos para su placer, de nuevo sus mandíbulas, de ahí a
su largo cuello y parada obligatoria en su hombro, redondo y
naturalmente marcado. Cerrando un mínimo los ojos, todos sus
sentidos aprovecharon esa parada para rendirle pleitesia. Lugar
perfecto, donde ahogar el gemido más elevado, el que te ahoga y
rompe, al compás de una palpitación ensordecedora de tu propio
sexo.
Los
estigmas de Rene estaban dibujados en su imagen, los de Kira
comenzaban a impregnar sus bragas. No podría callar el silencio y no
podría controlar sus ojos, esclavos a su vez del silencio de Rene,
pero podía desabrocharse el cinturón y moverse, rompiendo la
tensión. Su intención era la de llegar a su troiler tirada por la
propia Rene en el asiento trasera, en la que seguro encontraría algo
que ponerse encima del bikini. El kimono no era más, que una prenda
de adorno. El primer giró del coche que le hizo agarrarse a ambos
asientos evitando caer, quiso tomarlo cómo casual, el segundo por el
que cayó sobre la cabeza de Rene, no tenía nada de casual y mucho
de propiciado por quien sonreía contra su ingle.
-
Imbécil...¿quieres que nos matemos?- preguntó a voz en grito,
tirando de su larguísimo cabello negro. El coche volvió a sacudirla
varias veces más, provocando que los labios de Rene le acariciasen
la ingle para terminar absorbiendo la delicada piel bajo la misma
línea de su bikini. Los malabarismos para mantenerse en pie, no
fueron lo suficientemente logrados y lo único que consiguió, fue
provocar que su sexo impactara de lleno contra la boca de Rene.
-
Joder nena.
Conseguido,
el silencio por fin era roto, pero lo era de la peor de las maneras
para Kira. Ese "joder nena" en boca de Rene, le resultaba
totalmente devastador y la deshacía ante ella. En boca de cualquier
otro, esa expresión le resultaría ordinaria en lo más profundo, en
cambio en la de Rene, era como sentir lava candente precipitándose
por su cuerpo a ritmo vertiginoso. Al mismo ritmo en el que Rene, la
retenía contra su boca, colando el brazo entre sus piernas para
amarrarla a ella por el culo. Arrastrada por su propia lava, tiro
nuevamente del cabello del Rene y prácticamente se corrió en su
boca, al verla entre su sexo manteniendo la conducción del coche y
arrastrada por esa misma lava, volvió a empujarla contra su sexo.
sigueeeeeeeeeeeeeeeeeeee ARTISSTAZAAAAAAAAAAAA eres la más grandisima!!!!!!!!!!!!!!!
ResponderEliminarGRACIASSSSS
Para cuándo un capitulo nuevo de esta historia?
ResponderEliminar