112- Emergencias 20

Puede que fuese el vino tomado o puede que en la intimidad, ahora de su sofá, Marina se dejase llevar. Pero lo cierto es, que escuchando a Inés, Marina comenzó a excitarse y no fue algo inquietante, más bien le empezó a resultar sumamente  placentero.

- Yo no lo supe, no tuve que hacerme la pregunta de si era homosexual o no, simplemente ocurrió y me gustó. Pero de mi nunca escucharás una opinión cerrada sobre el sexo, no soy una lesbiana de pura cepa- prosiguió Inés, contestando a la pregunta realizada con anterioridad por Marina. La misma que la escuchaba completamente atenta.

- ¿Entonces no es cierto que si pruebas con un mujer no vuelves a quererlo con un hombre?- se interesó Marina acurrucándose en el sofá. La calidez en que estaba siendo envuelta, le hacía sentirse en una intimidad extrema con Inés. Tanto como si estuviese ahí mismo con ella.

- No y si- contestó Inés, dejándose caer de espaldas en el tejado. Pena que lo nublado que estaba el cielo, no la dejara contemplar a sus anchas las millones estrellas escondidas tras las espesas nubes- Si eres lesbiana y no lo sabías, no lo habías asimilado o no se había dado, probablemente no volverás con un hombre. Si en cambio eres una persona que obtiene la verdadera satisfacción en la atracción con la otra persona, tenga el sexo que tenga, probablemente si se te cruza esa conexión de nuevo con un hombre, volverás. Partiendo de la base que a una lesbiana de pro, el sexo de un hombre le desagrada profundamente.

- Uhm...-suspiro Marina, en un deje muy particular que a Inés le encantó. Mitad suspiro, mitad gemido placentero- Dicen es más suave, distinto- dejo caer en tanto comenzaba a dejar sobre su propio muslo, una cadenciosa caricia. Si cerraba los ojos, podría no ser su mano.

- Un tópico más. Según quien dice eso, el sexo entre mujeres se reduciría a altamente amoroso y suave. Y yo les preguntaría, ¿las mujeres entre ellas no tienen sexo duro?- prosiguió Inés con un debate muy mascado. Tan a gusto como la propia Marina, el frío ahí arriba ni se notaba. Menos, si la suave respiración de Marina, acariciaba su oído, sin silencios de por medio.

- Guarro... Es una definición más propia de ti- se burló Marina pellizcándose el labio. La misma mano con la que se acariciaba el muslo, dejo de hacerlo para delinear imaginativas formas en el espaldar de su sofá. Si volvía a cerrar los ojos, podría ser el abdomen cubierto por una específica camiseta de tirantes.

- Muy guarro, añadiría yo- jugo cómo la propia Marina, Inés. Aunque ella se regañó un tanto, ese tipo de juego con una mujer que según sus palabras no le gustaba tanto, era peligroso.

- ¿Mucho?- insistió Marina, dejándose llevar. La suave caricia en el sofá varió de sus yemas a sus largas y rectas uñas.

- Muchísimo- contestó Inés en un tono distinto. El que le estaba provocando la voz más sensual escuchada en Marina. En ésta ocasión, Marina no prosiguió rápido e Inés, apretó fuerte los ojos, empapándose de la sabrosa respiración, ahora un tanto más alterada de Marina.

- Me gusta- sentenció Marina después una larga pausa. Su propia sentencia le hizo mojarse los labios y como Ines, cerró los ojos.

- ¿Te...te gusta?- se aseguró Inés, sentándose de golpe. En cuanto colgase la llamada, a poder ser días más tarde, iría a por un décimo de lotería. Debía ser su noche de suerte.

- Uhm.. - volvió a musitar Marina en un deje único, propio de la extrema calidez que estaba sintiendo. Sin miedos y sin absurdos prejuicios, se dejó llevar- Estoy completamente segura, que contigo lo disfrutaría al máximo.

- Ahhh...- murmuró Inés moviendo los ojos inquieta. Ya no era solo su respiración, ni sus dejes, ni la tonalidad sumamente íntima, era sobre todo lo incrédulo que le resultaba lo dicho a media voz por Marina- La...La literatura lesbica tiende a exaltarlo, hay libros donde hasta aparecen orquestas de fondo tocando, las estrellas llegan a caerse y...y...- trataba de continuar normal, pero Marina estaba siendo capaz de excitarla tanto como la ponía nerviosa- ¿Conmigo?- terminó por preguntar, esperando obtener el mayor premio de lotería cantado por una voz, que empezaba a resultarle única.

- Has dicho que te gustó más con una mujer- se escabullo Marina, sonriendo maliciosa. Los evidentes nervios de Inés resultaban tan adictivos cómo sus propias divertidas ocurrencias- ¿Por que?

- Pues- decidida,  a pesar de que el momento tan único e íntimo que estaba viviendo con Marina aumentaba sus nervios, se volvió a dejar caer y mirando el encapotado cielo, dejo volar su imaginación entre el recuerdo y sus nuevos anhelados sueños sin rostro, como buen pájaro loco- Me sorprendió su boca, más delicada y menos voluptuosa. Su lengua no era nada impaciente, prefería encadenar caricias abrasivas deteniendo el tiempo, que dejarse llevar por la ansiedad febril que provoca el deseo- relató sin propósitos, simplemente planeando por la cadenciosa respiración de Marina. Quien escuchándola, se acurruco más en el sofá, delineando en él una boca- Pegada a su cuerpo, a sus caricias, no había ningún miembro erecto que acaparase atenciones, eran los dos cuerpos al unísono y por entero, los que las clamaban para sí. Sentí su cuerpo, con su natural calidez y suavidad y...y- tuvo que hacer una pausa. El pájaro volaba dejando atrás a aquella para mujer, para acabar aterrizando como Marina le había dicho, en la misma plaza de Pedraza. La imagen trasera de Marina vista en una foto, estaba tan presente sintiendo su respiración, que en ella abrazo sus palabras- Y quise cubrirlo. La sensación fue tan intensa, que se me erizo hasta el último vello de mi cuerpo...como ahora mismo- confesó cerrando los ojos con fuerza. El pájaro podía acabar enredado entre los cables eléctricos que cubrían la plaza y el ruido escandaloso de su corazón latiendo a mil, no pudo sentir como la respiración de Marina se aceleraba, deseando el mismo aterrizaje.

- Estoy aquí esperándolo, Inés- confesó por igual Marina, deseándolo con el corazón golpeándole el pecho. Sentía esa boca, sentía esa suavidad y solo le faltaba, lo que a voz rota, terminó pidiendo- Cubreme.

- Marina- el suspiro en Inés brotó con la misma fuerza del latido en Marina. Las manos de ésta viajaron por su cuerpo sin más palabras que las respiraciones de ambas acariciándola. Un silencio que abrasaba como las más pícaras palabras o las caricias más subidas. A cada respiración más quebrada de Marina, Inés más se encogía, totalmente sobrecogida por el inesperado regalo de Marina. La mujer que llevaba dos meses teniéndola pegada a un móvil, compartiendo bromas, confidencias y hasta alguna que otra bronca. Esa misma mujer, le estaba haciendo cerrar los ojos concentrada en el delicioso momento único que llegaba en un último suspiro, quebrado como un quejido. Tan intenso y tan único, que el protagonista para Inés no fue la humedad deseosa en sus bragas y si, en sus ojos llorando de pura emoción.

- Dios- escuchó a Marina mientras ella trataba de controlarse, pero la explosión de emociones sentida en solo unos instantes pudo con ella, olvidándose de lo que para Marina, habían significado esos mismos instantes.

- Puedo ir mañana, Marina. Estamos a solo media hora de camino- le dijo con la voz medio temblando. No había de otra y para ella ya no había excusas para no verse.

- No- fue la negación de Marina, ingrávida en su propio sofá.

- Cuando tu me digas, en cualquier momento, Marina- volvió a pedir, anudada al último suspiro-gemido de Marina.

- He dicho que no, y no me hagas alzar la voz...no estoy sola.

Del planeaje más bonito que podía imaginar a estrellarse de plano contra un muro de hormigón, el impuesto por Marina y sus varoniles compañías.