Un adiós, improvisado 16

Con la niña entre ambas, era muy difícil hablar a las claras y aunque bien fue cierto, que la broma sutil entre la veterinaria y la zorra relajo la tensión entre ambas, aun a Amanda le quedaba mucho por saber y a Alma le quedaba todo.

Después de su adiós en aquel hotel, lo que menos esperaba es ver aparecer en su casa a Amanda y que después, hasta fuese ella quien preparase la cena y hasta le diera para organizar recoger la mesa y cocina.

- Señorita Naiara, usted me ayudara a secar los platos y cubiertos, ¿le parece?

Que tratase a su hija como adulta, derretía a ésta y a ella misma. Nunca antes había visto a Amanda tratar con niños y debía reconocer que no se le daba nada mal. Como jamas podría acusarla de no saber provocarla. Lo hizo cada vez que se cruzaron entre la mesa y la cocina americana. Un casual roce, una no casual caricia y siempre, esa pose de chulería que provocaba su más bajos instintos. De buena gana le borraría la sonrisa con un buen muerdo, arrastrarla con ese mismo muerdo hasta la barra de la cocina y dios, subirla a ella, dispuesta a hacerla gemir su nombre bien alto.

- Cariño recuerda que hay ropa tendida- la sobresalto Amanda, dándole dos toquecitos en el vientre.

Lo hacía de nuevo, le hablaba en ese tono lujurioso que Amanda manejaba como nadie. Mitad altivo, mitad divertido. Sus calenturientos pensamientos se hicieron aun más desatados. Subida a esa encimera le haría abrir las piernas y entraría en ella directa, rompiéndola.

El sexo cómo lenguaje. Si lo pensaba, sus formas de tomar a la otra o de entregarse, hablaban más que ellas mismas. Partir de aquel hotel, aquella madrugada, fue lo más difícil que había hecho en su vida. No porque entonces se hubiese dado cuenta de lo mucho que Amanda significaba para ella, sino porque en su última entrega, en su última vez, Amanda le hablo de un sentimiento, escondido dentro de ella.

Quizás ese sentimiento le había llevado a buscarla. Quizás después de todo Amanda no era la zorra que tanto gustaba creer ser. Joder, subida en esa encimera, la llenaría con sus dedos, suavizando el movimiento. Suave, suave...como una caricia, besándola como si sus bocas fuesen a ser selladas, sentir su placer, empaparse de él y que Amanda temblase en ella, para acabar derramandole sus ganas.

- Mierda- se quejó en voz alta restregándose la cara. Todo un mes tratando de olvidar su voz, su sabor, sus gestos, sus gustos, su carácter y en sólo una cena, Amanda regresaba de golpe a su pecho, resonando con fuerza en él.

- Me encanta tu pijama- nuevamente Amanda, siempre Amanda, le hacía abrir los ojos, encontrándosela demasiado próxima- pero yo prefiero una de tus camisetas. ¿Están en la cómoda?

Tenia que rectificar, Amanda era una zorra con todas las letras. Hay que ser muy zorra, para plantarse en su casa, cenar cómo si nada y colarse de nuevo en su pecho, con aun más fuerza.

Le contesto con inercia y parada la vio marchar camino de su habitación. A tomar viento, la encimera, el muerdo, el follársela y hasta la bicicleta. Ella también podía comportarse como una zorra, por eso callo y no le aviso del pequeño problema con el agua caliente de la ducha. Sus pensamientos le hicieron sonreír maliciosa y esperar con deseo el grito de Amanda cuando el agua helada se precipitase sobre su esbelto cuerpo.

- Mami, Amanda ha cogido tu camiseta preferida- fue sobresaltada de nuevo, ésta vez por su propia hija. Quien la miraba como siempre que hacía una travesura. Esta vez, la travesura era haberle dado ella misma la camiseta. Creyendo que su madre la estaba adivinado continuó confesando- Es que es la camiseta más chuli, Mami.

- Ven aquí- le dijo alzándola en brazos. La camiseta no tenia ninguna importancia. Lo importante era poder quitarse la deshazon que le causaba la presencia de Amanda compartiendo una noche con ellas, como tantas veces había soñado. Nada más reconfortante, ni nada más tranquilizador, que el cuerpecito de su hija estrechado entre sus brazos. Buscando calma en ella, se olvido por un segundo de Amanda. El segundo que necesito Amanda para helarse con el agua de la ducha.

- Ahhhh joder

El grito y exabrupto de Amanda llego nítido al salón donde madre e hija se miraron con los ojos bien abiertos.

- No le avisamos, Mami- le dijo su hija bajándose de sus brazos.

- Jajaja- estallaba en risas- Dios, debe estar congelándose- dijo entre necesitadas risas, mientras su hija se tapaba la boca- Ve y ayudala tu.

- No, no- negaba la niña sin perder la sonrisa traviesa- Yo no se, ve tú- pedía empujándola por la barriga, en tanto Alma trataba de tardar todo lo posible- Mami que es nuestra invitada- insistía contagiada por el lado más travieso de su madre.

- Esta bien, voy yo- le dijo comenzando a caminar hacia atrás, pero no con el suficiente empeño.

- Jijiji, se va a congelar...corre- la apremiaba Naira disfrutando de la gamberra de su Mami, que ahora realizaba el movimiento de correr sin hacerlo- Jijij, más rápido Mami.

Por mucho que quiso retrasarlo, al final llego hasta el baño y se obligó a suspirar bien fuerte antes de entrar. Detrás de esa puerta, estaba Amanda. Amanda desnuda bajo el agua, Amanda sola en ese baño, Amanda...siempre Amanda. No con mucho ánimo terminó por abrir la puerta y quiso que en ese mismo instante, que el suelo se abriese y la tragase, enviándola directa al infierno, donde lujuriosas, vanidosas, creidas y zorras Amandas, le harían zozobrar entre llamas durante toda la eternidad. Amanda en toallita, hermosamente salpiqueada en agua, era para desear arder en el infierno.

- Te recordaba más rápida, cuando pedía auxilio- le dijo Amanda recibiéndola sin el más mínimo atisbo de molestia.

- Los días libres relajan- contestó a su ironía, mirando extrañada a todos sitios. Amanda no aparentaba molestia ni estar helada. Algo había fallado o lo evidente había pasado.

- Eso es, cariño. Cuando tu vas, yo siempre vuelvo- dijo Amanda mostrándole el pomo roto del grifo y ahí estaba otra vez, su sonrisa más provocadora- Ahora, ¿me das agua caliente? Se que pedirte compartir ducha, seria inapropiado.

- Lo es...- afirmó caminando ligera hasta la ducha. Podía querer odiarla por lo mucho que la quería, pero estaba enamorada de la vertiginosa conexión entre ambas- teniendo en cuenta que Amanda Sáez, nunca pide.

- Porque Amanda Sáez, directamente toma- la prosiguió Amanda y a su altura, atrapó la camiseta de Alma para atraerla hacia ella- Aunque bien es cierto, que siempre debo estar pidiéndote que me beses- prosiguió directa a su boca. Boca soñada, boca anehalada y boca, que sólo rozó, amortiguando el deseo de ambas.

- Amanda- susurró Alma, al tiempo que el deseo de ambas se destapaba cómo lo hace el mejor champán francés, al ser descorchado. Loco y chispeante. Mágico y brillante.