miércoles, 25 de junio de 2014

Mi cincuenta cláusulas 131


Los dos siguientes días para las chicas fueron frenéticos. Las visitas llegaban y se iban, sin que ninguna fuera más consciente de nada que no fuese la pequeña Minerva. Por suerte la pequeña tomo rápido el pecho de su aun dolorida Mami, ante la siempre atenta mirada de su otra madre. Julia enseguida tomo el mando con la niña. Fue ella quien la cambio las primeras veces y con las indicaciones del personal sanitario, fue ella quien le dio el primer baño. La noche del segundo día, fue lo más esperado por ambas Mamás. Las dos agradecían las visitas y los innumerables consejos que en ellas dejaban, pero llegaban a las noches, deseando poder quedarse a solas y descansar un mínimo. Consciente del estado delicado de Minerva, Julia se esforzaba en que descansase cuanto pudiese e incluso, se preveía de lo necesario para no tener que avisar al servicio sanitario de la Clínica. Disponiéndolo todo, lo dejo organizado para uno de sus momentos favoritos, la toma del pecho de la pequeña. Adoraba esa imagen desde la primera vez que se dio. El vínculo tan natural y sencillo, sobrecogía por su belleza a Julia. La minúscula manita de la pequeña abierta sobre el seno de Minerva, sus pequeños labios envolviendo el pezón, y la mirada de Minerva sobre la niña, envolviendola en una acogedora calidez. Una imagen tan exquisita, que la dejaba paralizada mirándolas.

- Siéntate con nosotras, cariño...nadie va a entrar a estas horas, por lo tanto nadie me verá el pecho- a pesar de la seriedad mostrada, Minerva sonreía por dentro. Primero porque Julia se sobresaltaba con demasiada facilidad desde que la niña naciese y segundo, porque el tema darle el pecho en público, necesitaba de ser hablado entre ambas. Si Julia no gastase una educación a veces excesiva, habría echado a más de uno de la habitación a lo largo del día. Al ser sobresaltada, por estar pérdida en la imagen de la que ya era adicta, la magnate se sentó con sumo cuidado junto a ellas. En nada, su mano busco la frente de la pequeña.

- No tienen educación. Jamás me mantendría en la habitación donde una madre amamanta a su hija. Es algo demasiado íntimo para ser violentado con perfumes, conversaciones banales, o cuchicheos- defendió su postura, sonriendo al bebé. Era brutal, sentir su extrema suavidad, como lo era su aroma naturalmente virgen. La pequeña dejo el amatorio apoyo en el seno de su Mami para agarrar el dedo de su otro Mama, haciéndola cerrar los ojos de placer. Los dedos de su hija apenas cubrían media falange pero era lo suficiente para estremecerse. Cada gesto de la pequeña, cada leve sonido, su suavidad, unido a lo absolutamente hermosas que se veían Mami e hija, la tenían con el pecho encogido, sin creer que algún día pudiera acostumbrarse a esa imagen.

- Que no es porque me vean el pecho, es por sus perfumes- continuó Minerva sonriendo. Pasados los enfermizos celos de Julia de un principio, Minerva había llegado a acostumbrarse, a la transformación de estos, sin que llegarán a desaparecer. Julia rodó los ojos ante la evidencia, no sólo era la intimidad entre madre e hija, por supuesto también influenciaba la desnudez necesaria de su pecho- Te consiento demasiado, ¿eso lo sabes?

- Si- contestó rápido Julia, besándola, para volver por igual de rápido, la vista a su hija- Cuando estáis así y alguien entra o se queda, me siento como si tu fueses a tomar tu mejor instantánea y un perro rabioso se pusiese a tu lado en ese justo instante ladrando sin parar. Se que es egoísta e incluso infantil, pero sois mi mejor foto y ellos ladran molestándome.

- En verdad, mi madre esta un poco rabiosa, la tuve que obligar a marcharse a casa...uhm- cansada como la misma pequeña, apenas podía mantener los ojos abiertos. Consciente de ello, Julia tomo a la niña que como su Mami, se dormía dejando de mamar.

- Descansa, sush- besó a Minerva, cubriéndola cómo pudo y sonrió ante sus balbuceos amorosos para ambas- No se lo digas a nadie- le dijo a la pequeñita que en sus brazos terminaba de dormirse- Soy una mujer con mucha suerte. No la soltó enseguida en su cuna, se empapó de ella y de una Minerva dormida cuanto quiso. Una habitación de una clínica, simple y sencilla, y a ella, la dueña de una fortuna insultante, le parecía todo un Hogar, al que no le faltaba de nada. Paseando por la habitación, recordó una de sus bromas más repetidas por las mañanas, cuando demasiado temprano, su despertador sonaba y Minerva trataba de retenerla en la cama.

- Tengo que poner mi máquina de hacer dinero en marcha- era su frase más usada. La vanidad que llevaba, molestaba a Minerva, una dulce molestia que las hacia sonreír en su primer abrazo del día.

- Así suenas muy malvada- solía regañarla Minerva encerrándola entre sus piernas.

- Oh...las malvadas nos entrenamos a diario- dejando a la niña en su cuna, pudo escucharse así misma y no le apeteció lo más mínimo. Solo pensar que en pocos días las dejaría en casa para marcharse a poner en funcionamiento su máquina de dinero la desilusiono. En verdad quería quedarse con ellas, después de todo llevaba toda la vida almacenando dinero e inmuebles, y podría hacerlo. Amanecer con ellas, sin más objetivo que disfrutarlas al máximo- ¿Tu que dices?- le preguntó a voz bajita a su hija, hundiendo la nariz en su pecho. Llenándose de su aroma, no se percató que la puerta de la habitación era abierta por Guillermo, quien se quedaba quieto mirándolas. La luz del exterior aviso a la magnate de su presencia y con sigilo, llego hasta su suegro.

- Creo que dejare por un tiempo a Hugo manejando mi empresa- le dijo apoyándose junto a el. Guillermo la miró un segundo y a Julia le bastó para guardar silencio, mientras Guillermo devolvía la vista a su hija y nieta.

- Primero son los días y días durmiendo a ratos por sus tomas, cuando te acostumbras a levantarte a media noche para darle el biberón, empiezan a salirle los dientes y lloran y lloran, sin que puedas hacer mucho, entre tanto balbucean un Papa que te hace llorar de emoción y sentirte el tipo más afortunado del mundo, te pasas horas contando sus progresos, y tu notas que tus clientes, amigos y familiares están hartos de que les cuentes todo lo que de nuevas hace tu hija. Después echan a andar, y te pasas horas asegurándote que no van a tropezar, de ahí saltas a la guardería, y en cuanto te llora en su primer día, tu mujer tiene que retenerte porque tu quieres sacarla de esa guardería y llevártela a casa por muy bonita que se vea con baby. Otro tanto cuando es el primer curso de Colegio, vuelves al orgullo, porque tu según su profesora tu hija es de lo más social y en cuanto a estudios es de lo más aplicada. Te pasas años babeando, porque a ti te sonríe distinto de como lo hace al resto, y allá donde te vea por muy entretenida que este, lo deja todo y viene corriendo a que la alces y le digas, que es la princesa de Papa- en plena catarsis, Guillermo hizo una pausa, necesitando tomar aire- Es ahí, donde quieres que deje de crecer, justo ahí, donde no hay adolescencia con su consabida rebeldía, y aún ahí, no piensas que se hace mujer y temes que cualquier hijo de puta te la toque o le haga daño. Pero siguen creciendo, y la ves con chicos y de ninguno te fías y mucho menos te gusta para ella y entonces, entre lágrimas tu hija te dice que lo siente por ti, pero que a ella no le van los chicos sino las chicas. Y te cabreas con el mundo, y te vuelves un temeroso porque no quieres que tu hija sea diferente, pero entonces ella misma te enseña que no tiene nada de diferente y que si alguien le insulta, solo tienes que ir y partirte la cara con quien sea. Esto último no se lo dices a ella, ni mucho menos a tu mujer. Lo superas todo, incluso que no quiera seguir tus pasos y te diga que quiere ser fotógrafa. Que carajo, nadie en nuestras familias ha sido artista, pero ella quiere serlo y te ves, dejando de comprarte caprichos para corriendo comprarle su primera cámara profesional. Vuelve la calma, ella sola consigue un buen trabajo y entonces ocurre, te enteras que tu hija esta viéndose con una cabrona mayor que ella, que por lo que te cuentan, es una hija de puta con todas las letras. Te vas donde la tipa, te presentas como el caballero aguerrido y leal de la dulce princesa y dios...vuelves a respirar cuando compruebas que la temida cabrona, se convierte en mantequilla con tu hija. Respiras, asistes orgulloso a su boda y si...tranquilidad por fin...pues no, ahora quiere ser madre. Y te la pasas pidiendo a quien sea que pueda serlo, que elijan la mejor clínica, el mejor donante, se embaraza, dicha y al carajo. Otra vez desvelado y pidiendo que todo salga bien. Y llega el día, y te hace abuelo y descubres que ya no eres el caballero de una princesa sino de dos y acabas tardísimo en una cena de negocios y te recorres medio Madrid, para ir a la Clínica, y verlas como ahora, durmiendo felices- volvía a faltarle el aire y en una nueva pausa, miró a Julia, quien tenía la vista perdida donde el mismo- Es lo que te espera en adelante, ¿y sabes? Todo ocurre tan sumamente rápido, que bien merece pudiendo, que detengas todo y te dediques a ellas. Si a mi me premiarán con volver atrás, ten por seguro que lo haría- concluyó o eso pensó de primeras, pero la emoción sentida conforme hablaba lo tenía llorando sin que se hubiese dado cuenta hasta que Julia lo miró condescendiente a punto de abrazarlo - Me ha debido entrar una mopa- justificó sus lágrimas con la barbilla temblando. No eran sólo dos princesas a las que custodiar, la mujer de rostro duro e impasible que a su frente estaba tan emocionada cómo él, también ocupaba parte de sus desvelos.

- Será la misma mopa que me entró a mi- le dijo Julia antes de que ambos se abrazaran- Eres cómodo de abrazar- bromeó no queriendo llorar como niña en brazos de su padre, pero Guillermo cerró el abrazo y medio desarmada por su afecto lo agradeció, tranquilizándolo- Como dirían a un caballero, con mi misma vida, Guillermo.

- Les doy dos besos y te dejo descansar- se despidió Guillermo resoplando, por el emocionado abrazo entre ambos y como dijo, beso a su hija y nieta, mandando a la magnate a descansar. Después de todo, la niña en tres horas estaría pidiendo su nueva toma.

Y así fue, tres horas más tarde Minerva medio dormida le daba de mamar, mientras Julia las miraba tumbada con ellas.

- Mañana cuando venga tu madre iré al Juzgado a registrarla- le dijo a Minerva y ésta despertó incrédula. Julia sonrió al verla mirarla sorprendida por ser ella y no Izascu quien se ocupará de registrar a la niña- Haré cola junto al populacho.

- Jajaja, no seas mala- rió Minerva recibiendo un beso de la creída magnate. Beso que prosiguió hasta que los bostezos tomaban protagonismo- ¿Cuando crees que volveremos a dormir siete horas seguidas?

- Oh...creo que falta tanto como para hacer el amor por completo- le contestó Julia sonriendo contra sus labios y Min se separó lo justo, para meterse con ella.

- Que para ti  es mucho peor, que dormir poco....con lo que nosotras hemos sido, cariño jajaja.

A la mañana siguiente, Julia Arango, la excéntrica millonaria, dueña de un Imperio económico, hacía cola en el registro civil.
 
 
 


4 comentarios:

  1. Maravillosa la forma de expresar ese sentimiento al que nunca nombra con su palabra. Y ese padre excepcional. Dos visiones del AMOR, que sienten por ambas, y que Julia empieza a sentir.

    Gracias.

    A.

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  2. obrigada gemitooooooooooooooooooooooooooooooooo amo tanto,não queria que acabasse nunca me faz tão bem ler essa história e se vc quiser vc consegue manter ate o finto kkkk
    brigoninha

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  3. y yo que te puedo decir???? si no me salen las palabras, y esto totalmente emocionada????????
    GRACIAS, aunque no te haga juticia
    ARTISSSSTAZAAAAAAAAAAAAAA

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  4. ...... Malvada a ratos....tierna en otros y siempre siendo ella...Julia...la Diosa del deseo...se acostumbra con facilidad a ''''esa foto de sus mujeres que ¡¡¡tanto¡¡¡ le gusta.....
    Y esos ''pensamientos profundos del abuelo'''' son,...son...Arte en tus manos Escritora''''' Absolutamente genial esta forma tuya de hacer que salgan a borbotones los sentimientos...siempre lo dirá..

    GRACIAS.....

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