Conseguir
pescar lo que fuese en ese Lago, para Alma se había convertido en
casi una obsesión. Imposible hacerlo, cuando no fallaba el anzuelo,
se rompía la caña, y cuando ésta aguantaba, los peces no
aparecían.
-
Y que haya gente, que diga que este deporte relaja, y una...para
ellos, joder- se quejo como llevaba días haciéndolo y se dejo caer,
en la pequeña silla, donde sufría, la en teoría relajante espera.
Sin
ánimos de que ese anochecer, pescase aunque fuese una zapatilla,
cerró los ojos. Si Amanda la viese, frente a un lago y una caña de
pescar, de seguro se echaría a reír- Dios- su recuerdo, su mas que
probable risa, la hicieron abrir los ojos, rehuyendo de esa añorada
imagen. Pero dicen, que el recuerdo permanece en nosotros, tanto como
la dueña de ese recuerdo. Daba igual cerrar los ojos o mantenerlos
abiertos, cualquier mínima cosa, le traía a Amanda de regreso.
-
Puestas a no relajarnos- se dijo. Esta ocasión no fue menos, Amanda
y el agua.
Ahora
si, cerro los ojos dispuesta a recordarla. Apenas llevaba unas noches
durmiendo en la casa de servicio de Amanda, y ya esperaba la hora en
que ésta solía salir a dar unas brazadas en su piscina. Maniática,
al punto de repetir cada noche, sus mismos pasos. Frente al largo de
la piscina, dejaba la bata caer y sin esperar mas, se lanzaba de
cabeza para nadar por veinte largos seguidos. Ni uno mas, ni uno
menos. Después salía del agua sin darle importancia a su
espectacular imagen. Bañada en agua y en la misma luna, su cuerpo
tonificado salpiqueado de atrevidas gotas de agua, brillaba en su
propia belleza. Unos pasos hasta la hamaca y en ella se tumbaba,
mirando el estrellado cielo. Cuantas veces, llego a peguntarse en que
pensaría cuando se quedaba así, en completo silencio y soledad.
Aunque,
la soledad dejo de ser tal, cuando ella comenzó a acompañarla cada
noche. No, ella no era para nada maniática y cada noche acudía de
distinta forma. Unas deseando arrancarle unos minutos de su apretado
tiempo, otras odiando ese mismo deseo y otras totalmente vencida por
él. Donde siempre acababa, era sentada bajo un decorativo olivo, que
aguantaba su espalda y sus cada vez mayores ganas de Amanda.
-
Respetas el silencio cuando estas de servicio, pero lo rehuyes cuando
no estas trabajando.
Siempre
maniática y siempre directa. Aquella afirmación de Amanda en
aquella noche, fue un golpe directo, que acuso como pudo.
-
Dicen que el silencio ensordece, no me lo puedo permitir- le había
dicho, sin ser consciente que así, dejaba la puerta abierta a una
Amanda, que tenia por costumbre, adentrarse hasta bien dentro.
-
Ensordece, cuando le temes.
Puerta
abierta y como era de esperar, Amanda paso a mirarla directa desde
su hamaca. Esa afirmación la empequeñeció ante ella, pero se
repuso pronto. La admiración por Amanda, comenzaba a imponerse, las
ansias por sentirla confiada como se mostraba ganaban la partida.
-
Y solo debe temerse, cuando eres consciente que en aquel momento de
aquella ocasión, viste mas salidas sin que te esforzaras por
tomarlas.
Las
palabras dichas por Amanda en ese momento, ahora le hacían abrir los
ojos desanimada. Según esas mismas palabras, ¿Amanda después de su
ruptura continuaría sin temer al silencio?
-
No se tu, pero por tu culpa yo lo temo mas que antes- dijo para si,
cubriéndose el rostro con ambas manos- Amanda...Amanda...Amanda-
repitió sumergida en su propia penitencia, pero el ruido de una
furgoneta atravesando el pequeño camino hasta su casa, le hizo
alertarse y después, una vez la identifico, sonreír. Llegaban sus
víveres sin poder salir de Amanda- Jajaja, si supieras- murmuro
incorporándose para recibir a la veterinaria del pueblo.
Pueblo,
que como todos los pueblicitos de montaña, contaba con paisanos
amables, dispuestos siempre a la familiaridad. La veterinaria pasaba
cada mañana por la carretera principal, y se ofrecía para acercar
las compras. Ambas se conocieron cuando Alma adquirió la casa y hoy
día, podían llamarse amigas.
Caminando
hacia ella, Alma sonrió y tuvo que alzar las manos, cuando vio las
intenciones de la veterinaria, Inma, de hacer sonar su bocina como
siempre.
-
Nooo- pidió guardándose de no alzar la voz e Inma detuvo la
furgoneta, reteniendo las ganas de bocina.
-
¿Duerme?- pregunto la veterinaria extrañada, bajándose de la
furgoneta.
-
Si- contesto tímida Alma, Inma la miraba gesticulando divertida con
ambas cejas- ¿Quieres una copita de vino?
-
¿Del que te traigo? Por supuesto.
Ambas
hablando en voz baja y ambas dispuestas a disfrutar de la llegada de
la noche, copita de buen vino en mano, mientras Amanda, reía
estacionada, debajo de uno de los puentes de la M45 de Madrid.
-
Jajaja, ineptos...Alma me habría interceptado en dos cruces- decía
disfrutando del esquinazo dado a su equipo de seguridad. Ahora solo
debía esperar unos minutos mas debajo de ese puente, y cambiar el
sentido para coger la autovía que en verdad le interesaba. A4
destino Córdoba y con ella, Alma.
Lo
sabia y lo supo nada mas ver a Paco, en las puertas del edificio.
Demasiados días sin saber de Alma, demasiado entre ellas por hablar,
por sentir, por vivir. Demasiado, como para aguantarse las ganas de
preguntar por ella, a las que siguieron el querer saber la dirección
de su casita e inmensas, las de correr hasta ella.
Fue
saberla y cambiar su día. Apuro el trabajo mas apremiante y astuta,
solicito un coche de alquiler a nombre de la empresa. Con él
aparcado en el garaje, bastaba esquivar a su escolta de planta,
usando su mal humor.
-
Voy al despacho del director, ¿en serio tengo que aguantarte
mirándome el culo?
Si
esos modos o esa pregunta, la hubiese empleado con Alma, le hubiese
dado igual y seguiría mirando su culo con mas empeño. Pero el
niñato, crecido tras una placa de policía, se había limitado a
dejarse caer en su silla, esperando que la malvada y estúpida
protegida, fuese al despacho del director y después regresase.
Por
supuesto no regreso, bajo directa al garaje y salió de él, contando
los minutos que tendría hasta que se diesen cuenta de su ausencia.
No por profesionalidad del niñato, pero si por la encomiable
profesionalidad del jefe de servicio, sabia que no saldría de
Madrid, sin ser encontrada, pero ahí contaría con su experiencia al
volante, dándoles esquinazo como termino ocurriendo.
El
tiempo de espera bajo ese puente, paso y entonces si, acelero
dispuesta a coger la autovía con destino Alma. Después de la
persecución y del esquinazo, le fue imposible no recordar uno muy
parecido con Alma. Al pasar por aquel puente, se sonrió. Alma y su
silencio impuesto.
Aquella
vez, Alma la encontró bajo el puente. Podía verla bajarse del coche
y llegar hasta el suyo. Le encantaba esa imagen dura de Alma. Su
seguridad al caminar, sus mínimos gestos y como no, como le abrió
la puerta sorprendiéndola.
-
Pase al otro lado- el tono empleado por Alma, la excito al instante.
Autoritaria y dueña del mundo. La obedeció, esperando ver hasta
donde llegaba la impoluta escolta y se excito aun mas, cuando la vio
acelerar desconociendo el destino- Puede reírse, pero no escapó de
mi.
-
Jajaja, ¿quien dijo que quiera escapar de ti?
Y
tanto, el recuerdo de su propia pregunta, le asaltaba horas después,
llegando al camino de arena indicado por Paco. Había forzado un
adiós, y ahora, en su presente, estaba ahí, queriendo borrarlo.
Pero
entonces, Amanda también recordó que nada sabía de Alma y esa
casa. Por no saber, ni sabia si Alma estaría sola en ella.
Me encanta, me encanta, me encanta!!!!
ResponderEliminarDeseando saber más cosas!!
Gracias
L.a.c.e.r