Podía
escuchar el día abriéndose paso tras sus persianas cerradas a cal y
canto, pero poco le importaba. Sin apenas haber dormido, había
buscado la relajación propia, que ofrece la auto-satisfacción. En
la soledad de su cama, estimulo su cuerpo con caricias apremiantes.
Necesitaba el deseo mojando su sexo, que a sus pulmones le faltase el
aire y gemir, de placer.
Olvido los días que llevaba cargando con un
cuerpo muerto y se exigió excitarse. Conocedora de su cuerpo, de sus
zonas, de sus escondidos puntos placenteros, paso por todos buscando
una reacción. Más abierta, se ordenó obedeciendo, había reacción,
su pulso comenzaba el despegue y su cuerpo denotaba el esperado
aumento de temperatura. Pero no era excitación, era la rabia propia
de quien no quiere tener que prenderse de un recuerdo o de una
imagen.
Rabiando,
acepto la derrota. Si quería descansar como lo necesitaba, si quería
terminar con el nervio ansioso de su sexo mal despertado, no quedaba
de otra que Alma. Su imagen y su recuerdo. Lujuriosa fantasía, fue
girarse en la cama y quedar boca abajo pensándola, y su cuerpo
reaccionó como mecha empapada en alcohol.
-
Ahm...si- gimió no reconociendo su propia voz rota en placer. Ávida
de fuego, llevo ambas manos a su sexo, encorvando la pelvis. Si, sus
dedos o más bien, los de Alma en su pensamiento, lo recorrían
ansiosos- Dios- siguió gimiendo, mordiendo la sábana testigo de su
entrega en un intento de no gemir su nombre. Dentro, bien dentro,
llenándola se dio al placer de sentir, que era Alma quien bajo su
cuerpo, la llevaba a temblar de placer y a terminar, en un ahogado
orgasmo. Contra esa misma sábana se dejó caer con la mirada
pérdida. Otra vez Alma, protagonizando sus días y éste, ni
siquiera había empezado.
Otra
vez Alma y otro día, que comenzaba cargada de mal humor. Apenas
saludo a su chica para todo, se limitó a pedirle café, mientras
ella se daba una ducha. Varias veces se maldijo a ella y a la
protagonista de sus fantasías. Inevitable pensar donde estaría o
que estaría haciendo. En pocos días, haría un mes desde la última
vez que la vio y en esos días, se había prometido no buscarla, no
saber nada de ella y sobre todo, ser consecuente. Ella había querido
ese adiós, y ella debía digerirlo. Fácil pensarlo, difícil
hacerlo. Menos, cuando debía seguir rodeada de seguridad.
Mal
humorada como estaba, se vistió con prisas, dado que su plan de
auto-relajación no había servido más que para evidenciar, lo mucho
que extrañaba a Alma, optó por enterrarse entre trabajo. Así, y
sin avisar, bajo y con sólo el café tomado, salió esperando
encontrar el coche preparado y a su nuevo escolta. El primero estaba,
el segundo no.
-
Lo siento, señora...le dije al chaval que usted aun tardaría-
corrió a informarle su chofer, achicándose ante su evidente cara de
mala leche.
-
Vamomos- exigió y el pobre chófer, le abrió la puerta mirando para
todos sitios, esperando que el chaval apareciese- He dicho que nos
vamos- prosiguió en su existencia, dando por hecho que su conductor
obedecería y así lo hizo.
Saliendo
de los límites de su propiedad, no se aguanto el genio, como no
aguantaba la falta de profesionalidad demostrada por el escolta.
Nadie mejor que el jefe de servicio de seguridad, para descargar su
genio, el mismo que había permitido la marcha de Alma. Decidida a
focalizar en el toda la rabia contenida, lo llamó por teléfono.
Siempre correcto y educado, le respondió enseguida, pero ella no
escucho, necesitaba gritarle a alguien y hacerlo ya.
-
Me gustaría responderte con un cantarin buenos días, pero es que
resulta que salgo hacia las oficinas con la sola compañía de mi
conductor...con este suman tres ineptos en un solo mes. ¿Seguimos
sumando ineptos o de una buena vez me mandas un profesional?-
prácticamente bufo cómo un gato defendiendo su territorio.
Conociéndola,
el jefe de servicio prometió una mejor elección y que ésta sería
en el mismo día que comenzaba. Sin creerlo o más bien dando por
hecho, que ninguno le gustaría, tiro el teléfono al asiento
ofuscada y tropezó con la mirada de su conductor a través del
espejo interior. Podía haberle gritado un que histérico, pero algo
en la forma de mirarla de su conductor, le pidió calma. La forma en
que éste retiró la mirada de ella, le recordó el buen trato que
Alma tenia con todos, incluido él mismo. No le hizo falta preguntar
nada. El conductor habló, dando en la diana de su mal humor.
-
Y la cabrona disfrutando del campo, ¿sabe que quería pescar?
-
Dudo que en un todo el cuerpo de policía sea ella, la única
profesional- le contestó pellizcándose el labio. Poder saber de
Alma era demasiado tentador y a fin de cuentas, en su juego de gato y
ratón, ella siempre había sido la gata y al gato, le mata la
curiosidad- Algo la oí comentar , ¿sabes donde esta?
-
Tiene una casita en el sur, pero no se más...Paco si, el estuvo allí
alguna vez.
Abierta
la curiosidad, ahora sería más difícil aguantarse las inmensas
ganas de saber de ella. Paco solía cubrir los exteriores, seria
fácil hablar con él.
Una
casita en el campo, Amanda podía recordar como si fuese ayer, la
conversación que mantuvo con Alma sobre esa casita. Pasado el
tiempo, y sabiendo que Paco había estado en esa casa, podía
imaginar que era allí donde Alma se perdía en sus días libres.
-
Oh...es muy de novela romántica- le había dicho, tras conocer por
la propia Alma su sueño de perderse un tiempo en esa casa- Pérdida
en una casita en la sierra, con su lago, su hierba verde salpiqueada
por hermosas flores. La imagen más vomitiba que se puede contemplar.
No... espera, por muy novela romántica que sea, necesita un poquito
de melodrama- prosiguió queriendo envenenar la sonrisa con que Alma
la escuchaba- Estarás partiendo leña, desplegando tu lado más
sexy, mitad dura, mitad vulnerable, entonces pasara por el camino
cercano la veterinaria del pueblo, se le pinchará una rueda y tu, la
atractiva solitaria, le ayudarás galante...De solo imaginarlo...
agh.
-
Jajaja, demasiado romántico para ti, estamos de acuerdo, lo único
es...que no estaría nada mal, que justo a la veterinaria de ese
pueblo se le pinchase una rueda cerca de mi- fue lo que le contestó
Alma, picandola. ¿Porque nunca podía dejarse ganar sin plantar
cara? Sea por lo que fuese, las dos entraron de lleno en su
particular lucha de contestaciones, en busca de obtener la última
palabra.
-
Demasiado empalagoso, mejor que en vez de la veterinaria, sea la puta
más manoseada de todo el pueblo- le dijo y lo peor fue, que en
verdad lo deseo con toda su alma.
-
Demasiado extremo, me conformo con que sea a ti, a quien se le pinche
la rueda.
-
No, por favor...podría enamorarme fuerte de ti, y padecer de
continuos vómitos.
El
recuerdo de aquella conversación le hizo reír. Adoraba sus batallas
dialécticas y las extrañaba tanto, como a la misma Alma. Al llegar
al edificio, pronto localizó a Paco custodiándolo.
¡Cuidado
gato!, la curiosidad puede matarte.
Interesante, me gusta, espero el siguiente trozo.
ResponderEliminarGracias.
A.
Me encanta...a la espera de más sobre esta curiosa pareja
ResponderEliminarGracias por el trocito
L.a.c.e.r
¡Y dale con los gatos!...gatos y más gatos por todos laos!!!
ResponderEliminarUno de tus relatos que mas me gustan...la batalla entre las dos uffff..
ResponderEliminarMe encanta niña...
Divina-Wilson