Fue
como Sira lo dijo, fue el calor que sus ojos desprendían y fue la
tímida sonrisa que adornaba su boca. Fue en definitiva Sira y su
natural transparencia. Tan jodidamente transparente que a Naya le
crujieron los adentros, deseando como loca ser el coñito por el que
Sira perdiera la cabeza.
Portal
abierto y portazo dado. A Naya le sobraron arrojos para adentrarse
con ella tirando de su chupa y a Sira se le olvidó la falta de
arrojo para perder la cabeza por Naya.
Enredadas
lengua a lengua, por pasar pasaron hasta del morbo que siempre
envuelve a todo ascensor, siendo lo apremiante para ambas llegar a la
planta de Naya y dar el portazo definitivo. El que las encerraría de
miradas curiosas y morbos inservibles.
Pero
para eso debían dejar de besarse y de luchar contra ropajes que
impiden el real contacto piel a piel, para volver a sacar las llaves
que abrirían la puerta que se quiere cerrar.
-
¿Que probabilidad existe de que encuentres las llaves antes de que
sufra un paro cardíaco?- demasiado rato callada había estado Sira y
demasiado alto era en verdad, su ritmo cardíaco.
-
Jajaja...- río Naya sujetándole la carita con ambas manos. Las
ganas de follársela cómo si el mundo fuese a desaparecer eran
equivalentes a las ganas de comérsela en un salvaje ataque de
ternura.
-
Veras que al final voy a ser muy chica para estas cosas- confesó
sufriendo como Naya un ataque, el de ella de sinceridad, pero la
sonrisa de Naya era mucha sonrisa para quedarse en el papel de nena
chica- O sera- se recompuso al tocar la piel que el suave jersey
escondía- Que temo al consejo de mi padre- probado lo caliente que
estaba su piel desoyó el consejo nombrado y fue directa al pecho de
Naya haciendo que su espalda chocase contra la puerta.
-
Si- gimió Naya maldiciendo el jersey elegido por ella misma. Nada
práctico, aunque joder, la boca totalmente abierta de Sira
degustando su seno a pesar de él, le daba para reducirle
maldiciones- Desoyelo, si...pasa de él- pidió tomando el largo y
sedoso cabello de Sira, para mantenerla sujeta a su seno y rugió en
deseo, queriendo sentir su lengua directamente en su pezón. Perdida
en sus caricias y en las ganas que mojaban sus braguitas, se dejó
girar por Sira y se sujeto apoyando ambas manos en la puerta
olvidando abrirla.
-
Ábrela- a voz temblorosa de ardiente deseo, Sira pidió antes de
besar su oreja- Abre- insistió siendo ella ahora la que deseaba
escuchar un perfecto portazo. Si seguían ahí, con ella entre sus
brazos, de cara a la puerta, podría olvidarse de vecinos y extraños,
comiéndosela ahí mismo- Quiero el coñito con el que volverme loca.
-
Uhm...dios si, y yo quiero dártelo- la petición casi pornográfica
de Sira fue el empujón hacia la locura definitivo. No hubo nervios
sino ansiedad a borbotones para abrir la puerta con ella castigando
su oreja y vientre, entre besos y caricias, y cerrar tras ellas dando
un enérgico portazo. Ahora si, cara a cara y encerradas. La locura
se daba por iniciada y como locura que es, no dispone de parámetros
que la midan y estadísticas que la engloben.
El
impacto cuerpo a cuerpo que venía anunciándose desde su atracción
en el metro se dio con el ímpetu que dan, dos sexos que laten en
ganas y deseo. No hubo avance ni elección del sitio donde comerse
las bocas. Fue ahí mismo, en el recibidor del piso, donde ambas se
enredaron en el beso más húmedo y profundo compartido entre ambas.
Cayeron chupa y abrigo, les siguió camisa y jersey y para cuando
llegó el momento de los pitillos de ambas, ya estaban en el suelo
adelantado a sus últimas prendas.
La
fina y elegante moqueta, las privó del contacto frío con el suelo
no desvaneciendo en lo más mínimo el calor de ambos cuerpos
quemándose en sofocantes caricias y como único obstáculo para
entregarse a la ardiente tarea de tranquilizar sus ansiosos sexos,
fueron los pitillos más ajustados de Naya. Encajados a su cuerpo,
parecían pegados y los esfuerzos de ambas en conjunto por liberarse
de ellos, las hicieron reír por igual.
-
No me los vayas a romper, que me encantan- pidió entre risas Naya y
ganó un buen bocado de Sira en su vientre, desde donde se quedó
mirándola, con la boca a medio abrir y el pelo totalmente
despeinado- Joder...te ves guapísima así.
-
¿Que probabilidad hay de que- no pudo seguir con su pregunta. Naya
tiró de su cara para besarla y hacerla girar quedando encima. Única
forma de deshacerse de sus pitillos- Me callo si- era mucho mejor
estar callada y presenciar como si estuviese viendo a Sofía Loren
desnudarse para ella. Los codos le sirvieron de apoyo y si antes, su
boca al probar la suave y caliente piel de Naya se habían quedado
medio abierta, viéndola sacarse los pitillos, se le desencajo
prácticamente- ¿Después de la cabeza que se pierde?- se preguntó
extrañando horrores el cuerpo de Naya cubriendo el propio. Ansiaba
su calor quemando el propio.
-
La voluntad- contestó a Sira olvidándose de las braguitas. Ella
también necesitaba de su calor y le faltó volar para aterrizar
sobre su cuerpo y gemir por igual. Volcanes en erupción incapaces de
detenerse. La lava de ambas estaba compuesta por un conjunto de
caricias y besos hambrientos imposibles de saciar. Y así, Sira no
perdió el tiempo intentado quitarle las bragas, prefirió
arrancárselas y que el suave algodón arañase el mojadisimo sexo de
Naya.
-
Jajaja, eres un poquito Hulk- busco la broma Naya intentado reprimir
un brutal gemido. Ahora el contacto entre ambas era cien por cien y
aún más abrasador.
-
Si y ceno nenas como tú- vuelta a girar para disfrutarla bajo suya
por entero y ahí estaba, Naya gemía como una auténtica sirena de
mar, enloqueciendola y a la vez sonreía arrebatandole todo- Bien,
este es el momento en el que se, que tienes todas las posibilidades
de volverme loca.
-
¿Si?- gimió la pregunta enervada por el suave roce de su sexo en la
ingle de Sira.
-
Si- fue la ronca contestación de Sira. Ahogadas en caricias, la
respiración fue agitándose hasta quedar al borde de la asfixia,
donde se mantenía como sonambulista que anda por una cuerda cruzando
el Cañón del Colorado. Sin la guía segura que poseen las amantes
que ya se conocen, ambas se provocaron torrentes de placer y a la
vez, hundieron sus dedos en la otra, sin ahogar el gemido que gutural
salía de sus mismas entrañas- Uhm...joder- se rindió Sira al sabio
consejo de su padre.
Hay
sexos donde dejarías tus dedos enterrados por siempre. Sexos por los
que pierdes la cabeza y voluntad. Sexos a los que te declaras devota
de por vida. Sexos, por los que harías cualquier cosa, hasta la más
impensable para ti y sexos, que hacen dibujar una cabeza sonriente en
un folio y dejarlo colgado en la nevera de su dueña, para que cuando
despierte sepa, que tu cabeza se quedó ella.
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