Mi cincuenta cláusulas 93

Despertadores que anunciaron la llegada del gran día para Minerva y Julia. A ninguna le faltó la escolta. Por un lado, Minerva y sus inseparables amigas. Con albornoces bordados con "Dama" y "Novia" se dieron a la placentera tarea de dejar mimar sus cuerpos en pos de lucir espectaculares. Un circuito de baños y masajes especialmente preparados para ellas. Por otro lado Julia, escoltada por su madre y Hugo, al igual que el grupo de Minerva disfrutando también de un circuito relajante hasta que la magnate no se dejó achantar más y decidió buscar a Minerva. Ni por asomo pensaba estar sin verla hasta la tarde.

Deshacerse de su madre y Hugo fue fácil, ambos relajados en el jacuzzi daban por bueno el tiempo de separación que había sufrido la pareja.

- Ha tardado mucho. Demasiado para lo altamente caprichosa que es- le había dicho Araceli a Hugo, viendo a su hija marchar.

- Uhm...y suerte tiene la masajista que este con Min, su silencio se verá premiado.

- Pero bueno- se indigno Araceli por las palabras de Hugo- ¿El dinero es que no le cuesta trabajo ganarlo?- indignada como estaba, Hugo tuvo que detener su intención de ir a por su hija y la magnate pudo así llegar a la sala donde atendían a Minerva.

La suerte estuvo de su lado y en esos momentos, sólo estaban Minerva y la chica que se afanaba en el masaje a darle. A Julia le bastó adentrarse en la pequeña y confortable sala, haciendo la señal de silencio y la masajista detuvo el masaje mirando extrañada a Julia. En poco más la reconoció y se acercó a ella como pedía.

- Enseguida continuamos, disculpe- informo a Minerva, quien boca abajo, se mantenía a ojos cerrados completamente relajada.

Sin ser consciente de la presencia de Julia a pocos metros, continuo en modo Zen, hasta que de nuevo sentía unas manos en su espalda. Manos muy calientes y de caricias distintas. La variación del tono del masaje recibido le hizo abrir los ojos y encontrarse con los pies desnudos de Julia en sandalias la tranquilizó volviendo a cerrar los ojos. Buena forma de comprobar que buscaba la magnate.

- Uhm...me gustan más estas manos- pero no pudo evitar hablar al sentir las manos de la magnate subiendo por su espalda. Manos que comenzaron a no conformarse con buscar el placer relajante y manos que con extrema suavidad, comenzaron a bajar hasta el borde de la toalla que cubría el culo de Min.

- ¿Esta relajada señorita Minerva?- le preguntó Julia besando el centro de su espalda. El aroma que emitía el cuerpo que acariciaba, impregnado de aceites corporales, encanto a la magnate.

- En sus manos no puedo estarlo- contestó Min incapaz de mantener los ojos abiertos. Ya no sólo eran sus caricias, ahora también era su nariz paseando por su piel, erizandola.

- Si de normal, no puedo dejar de desearte, sin poder verte mi deseo por ti es aún mayor. Adoro tu piel- navegando con su rostro por la piel de Minerva, la magnate no contuvo su natural deseo por ésta. Solas en la pequeña sala, el cuerpo relajado se Minerva era el fruto prohibido que comerse rápido y a escondidas. Sus palabras precipitaron el deseo de Minerva. Julia no era de despertarla con un delicioso desayuno, Julia era de desayunarsela sin miramientos. Así, la toalla que cubría su intimidad voló con destino el suelo y la mezcla de placer, deseo y desnudez erizaron el vello de Minerva, provocando aún más el deseo de la magnate. Toda para ella. El hambre voraz despertado en la magnate fue palpable por el muerdo que sufrió el culo desnudo de Minerva. Al primer intento de ésta por girarse, entendió lo que Julia quería y su princesa interior salto repetidamente. La Julia más posesiva y dominante, avanzaba por su cuerpo despertando torbellinos de pasión. Entendidas las formas, Minerva le ofreció su cuerpo estirando los brazos y con él sus gemidos.

- Uhm...Julia- gemidos con nombre de quien los provoca. La lengua de la magnate atravesaba sus pliegues más íntimos, haciéndola morderse los labios y agarrarse a la camilla- Esto si es un masaje- dijo y al momento sintió la sonrisa de la magnate sobre su culo- y unos buenos días.

- Es imposible que me puedas gustar más- dijo Julia, paseando las manos hasta las caderas de Min. Sólo tenía que subirse a la camilla con ella y tirar de esas caderas como hizo para tenerla absolutamente suya.

- Joder- exclamó excitada Minerva. La fuerza sensual de Julia, el arte en sus formas, la hizo agarrarse a su cuello, sintiendo bajo el culo su pelvis. La pasional postura, no le permitió mostrarse tan sumisa como su princesa quería, y los besos mojados en deseo sobre su cuello fueron un empuje más, para buscar colar su mano entre su propia espalda y el vientre de Julia. Moría de ganas de encontrarse la humedad de la magnate. Deslizar sus dedos empapándolos en ella- Julia- alzó la voz, los dedos de Julia habían sido más rápidos que los propios y sin avisar, calaron en ella- Uhm dios- gimió ajustándose a sus dedos y su mano, sólo pudo pasearse por el húmedo sexo de la magnate. Quien tomando su cadera con la otra mano, la apretaba contra ella.

- Muévete- pidió mordiéndole la oreja. Quería sentir el lujurioso baile de la pelvis de Min sobre sus dedos. La perfección con la que encajaban, el deleite de las formas y lo obtuvo. Min se agarró a su cuello con ambos brazos mientras subía y baja sobre esos dedos- Eso es...son tuyos, follátelos.

- Si...si- contestó entre jadeos Minerva. Jadeos que llenaron la sala por minutos. El aceite en ambos cuerpos provocó el roce más suave e intenso y su lujurioso encuentro bañó en vaho todos los cristales.

Fugaz encuentro que dejó a ambas enrojecidas y abrazadas sentadas sobre una camilla. Los cristales empapados y ellas mismas.

- Jajaja, no tenemos remedio- río Minerva envuelta por los largos brazos de Julia.

- Sush- pidió silencio ésta escuchando pasos- me voy- se despidió rápido saltando de la camilla, provocando la risa continua de Minerva. A la edad de ambas, jugando al escondite.

- Jajaja no puedo parar- dijo tapándose la boca en un vano intento de callar las risas al tiempo que Julia se cubría con el albornoz y le ofrecía el suyo.

- Me coge tu madre y me hace puré- con el albornoz puesto busco los labios de Min. Sus eternamente adorados labios.

- Jajaja- continuo riendo Min entre sonrojados besos- Te quiero.

La despedida no fue tan a las prisas como querían y en cuanto Julia se marchó, las inseparables mosqueteras entraron a la sala. Para ninguna de ellas pasó desapercibido el acaloramiento de Minerva y tampoco ayudaron los cristales empañados ni la sonrisa feliz de Minerva, quien otra vez estalló en risas.

- Jajajaja, no acusarme. Vosotras hubieseis hecho lo mismo.

Ninguna lo negó y Minerva cambio las risas por una sonrisa aún más tonta, cuando en su móvil leyó:

Mensaje de Julia: En horas dejara de ser la señorita Minerva y en esas mismas horas, tendré mi sueño firmado en un papel. Debo acostumbrarme a su nuevo tratamiento y con el me despido. La adoro, señora de Arango.

Sonrisa enamorada y suspiro enorme que hizo sonreír por igual a sus amigas. Tocaba espabilar y ponerse en manos de la peluquera.

A pesar de que la cena del día anterior había sido en el interior del Palacio, la boda tendría lugar en los jardines de la Magdalena. Julia hizo su camino hacía el gran arco decorado con miles de flores blancas, rosas y azules, hasta llegar a la mesa donde la esperaba el diplomático, amigo suyo, que iba a tener el honor de legalizar su matrimonio. Vestida con traje blanco roto de Armani, pantalón de corte recto y cintura alta. Americana entallada en la cintura y de un solo botón, con manga abollonada en los hombros y una flor  peonía de organza en la parte superior de la solapa izquierda, la misma flor que formaba parte del ramo de novia de Min.

Intentando distraer nervios, Julia se fijó en la disposición del jardín, identificando la mano de Minerva en cada detalle . Los adornos florales, la colocación exhaustiva de las sillas, la gran alfombra azul y el confortable aroma a jazmín.

Pérdida en el hermoso lugar, no fue hasta que los asistentes se levantaron y comenzaron los murmureos que fijó su vista al final del pasillo por donde una hermosa Minerva aparecía. Una Minerva que provocó el inminente galopar salvaje de su corazón y que su nombre se escapase como melodía celestial de sus labios.

- Minerva