Sabía
que al niño, ese hijo de su serrana ante el que no escondían su
querer, disfrutaría viendo las dos orejas cortadas y en el pañuelito
de su serrana se las llevaba. Oliendo con él a toro y a gloria, así
entró al Cortijo, donde como cada noche, otra gloria distinta la
esperaba. Tranquila se dirigió al salón más familiar, su Paquillo
seguro seguiría despierto esperándola llegar, María Eugenia
estaría calmando sus nervios mirando la negra noche y la hermana de
ésta, sentaita junto a ellos en su eterno callar.
Deseando
verlos y contarles su gran tarde triunfal, ando descuidada como quien
anda por casa esperando lo que ella, llegar a su hogar y descansar
con los suyos. Pero su encuentro con un bravo animal, no había
concluido en la Plaza. Su peor toro la esperaba escondido en el hueco
de la gran escalera. Tan animal y tan loco, que no midió, que a
pocos metros, esperaban a la niña.
No
hubo paseíllo entre el alegre tocar de la banda, la arena amarilla
no mancho sus botas y nadie abrió las puertas de toriles para que el
toro saliese a su encuentro. Salió sólo de debajo la escalera y
salió picado sin necesidad de picador. Ni de respirar tuvo
tiempo la niña, cuando las grandes manos de él se cerraron sobre su
cuello y se vio reflejada en los ojos del odio. A Candela se le cayó
el pañuelo de su serrana y con él, su gloria. Luchando contra sus
fuertes brazos, se olvidó de respirar. A unos metros María Eugenia
y su Paquillo, le impedían gritar pidiéndoles auxilio. Si ese loco
quería asfixiarla, sería a ella, nunca a los que sin saber, seguían
esperándola.
El
cierre sobre su cuello le hizo vencerse hacia atrás mientras el
capataz, empujado por los celos apretaba sin compasión. Muerta
quería a quien le había robado a la dueña de su Cortijo y esa
dueña, escuchó la lucha de las botas de ambos en su suelo.
Extrañada por el ruido, beso la cabeza de su hijo entretenido con la
televisión y miró a su hermana, que callada la miraba como ella
misma lo hacía. Bajando sus ojos la dejó con el niño, sin saber lo
que fuera del salón le esperaba.
Salió
tranquila y abriendo la puerta, sonrió. Sería Candela entrando al
Cortijo. Su niña, novillera con picador, lanzada a la gloria. Seguro
estaría arrastrando cualquier regalo para su Paquillo y pensando en
ella salió. Nada más hacerlo, el corazón se le paró. Joaquin
encima murmurando como un loco y abajo su Candela con la cara
moraita. Sin miedo ninguno a por ellos se lanzó. Presa del miedo
agarró la camisa del Capataz gritando como él, loca. Su Candela
parecía querer gritarla pero las manos del Capataz no la dejaban.
Segundos o minutos de desesperación tirando de él, arañandole y
pegándole.
Dentro
del salón, la hermana que sólo hablaba en contadas ocasiones,
prestó atención y presintiendo el dolor, llamó la atención del
niño, tratando de que nada escuchase, aunque el grito de Candela,
fue imposible no escucharlo.
-
Váyase, vuelva al salón- grito la niña a su serrana, cuando pudo
esquivar las garras del Capataz. Con el mismo respeto de siempre le
hablo a su serrana. Pero esta nada escuchaba y nada podía escuchar,
si estaba viéndolos rodando por el suelo.
-
Candela...Candela, déjalo- fue lo que le pidió ella, viéndola
golpearlo con fuerza. Noqueado por momentos, María Eugenia sabía
que mano a mano, tarde o temprano, sería él quien ganaría la
lucha- Candela, por favor.
Y
no hubo favor, Candela había visto la mirada enfurecida de Joaquín.
La misma con la que el toro humillado la mira en la plaza. Picado y
burlado, el duelo tendría el mismo final que tiene una plaza de
toros. Muerto uno o muerto el otro. Pero a diferencia de en la plaza,
no estaba sola pisando la manchada arena. Atrás su serrana y a
metros su hijo. Acordándose de la madre que le había dado el ser,
tenso su cuerpo y recordó el puñal, guardado en sus botas. Nuevos
giros encendios entre gritos que no se podían callar, las luces del
Cortijo comenzaron a encenderse y los mozos y mozas, comenzaron a
corretear. Algo pasaba dentro la Casona y a las carreras, comenzaron
a llegar.
Dentro
la lucha seguía y María Eugenia vio el puñal en la mano de la niña
de sus ojos frente al fiero Capataz. Ya no había juicio y sólo el
corazón mandaba en los tres. Uno loco, otra queriendo salvar y la
otra, la que presenciaba la brutal lucha, que volvió a abalanzarse
queriendo detener la afrenta.
Pobre
loco que consiguió el puñal, pobre Niña que lo vio perder y pobre,
dueña, amante, serrana y madre, que entre el puñal y su Candela se
vio encerrada.
-
María Eugenia- grito Joaquín como el loco que aúlla en la noche
creyendo en la luna llena.
-
Serrana- lloro la Niña viéndola sangrar.
-
Candela- murmuró la dueña viéndose el puñal, clavaito en su
vientre.
Se
cerro la noche en tragedia y no hubo silencio que callara al Cortijo.
El loco echó a correr por los campos de tan glorioso Cortijo y María
Eugenia, cayó en los brazos de su Niña Candela.
-
Serranita- la nombró la Niña tumbándola entre el suelo y sus
piernas. Llegaron las mozas y mozos, se gritaron auxilios y ella sólo
miraba la sangre en su serraba. Pero un crío asomando a una puerta,
la despertó de su pesadilla, y no, no era un sueño, aunque mala y
siniestra si era su realidad- Que se lleven a Paco- gritó cubriendo
el hueco que había dejado el puñal y continuó gritando- Traer al
médico de donde quiera que esté- exigió palpando el suelo y ahí
estaba, el pañuelo de su serrana, el mismo con el que tapono su
herida- Serrana, mireme...no deje de mirarme.
-
Mi niña Candela...no tengo tu sangre, yo no soy torera- le dijo
sintiendo el brote salvaje de su sangre. Demasiada herida para estar
tan lejos de un Hospital.
-
Sush- calló su boca besándola- usted lleva la sangre del toro, y
esa es la que más vale- le dijo con a pecho encogido. Era mucha,
demasiada la sangre que brotaba entre sus manos.
-
Mi Paco- murmuró María Eugenia pero para entonces los mozos la
alzaban y las manos de ambas se buscaban.
-
Cánteme- le pidió Candela mientras la llevaban- cánteme como
siempre- volcada en ella, que su pecho se estuviese muriendo no podía
importarle. La dorada carita de su serrana, se apagaba delante suya.
-
Madrina, con un lucero- al bordecito de la muerte, María Eugenia
canto su propia versión- Madrina, con un te quiero... la gente no se
imagina, que la niña de mi corazón, me llama Madrina.
Un
beso y dos te quieros entre lágrimas, sellaron la canción, María
Eugenia se apagaba y todo su Cortijo la lloraba.
A
la hora, que el rocío mojaba sus tierras, las campanas doblaron
hundiendo en pena un Cortijo castigado con la muerte y la Niña salía
de la Casona mojada en sangre. Con los ojos perdidos echó a caminar
y fue su apoderado el que la agarró abrazándola contra él.
-
Se ha colgado en un olivo, lo acaban de encontrar- la informo
llorando. Su pequeña Candela cubierta de muerte con tan sólo,
veinte primaveras. El que le ofrecía la gloria, ahora recogía su
pena.
-
¿Le han dado muerte?- preguntó sin sentir ninguno.
-
Ya estaba muerto, cuando lo encontraron- le contestó tratando de que
la niña lo mirase. Pero Candela, había dejado de ser Niña esa
misma noche.
-
Llévame con él, quiero verlo muerto- pidió cargada en odio. Había
visto la sangre de la gloria, la que emana el toro muerto en la
plaza, había visto y olido la sangre de su mayor pérdida su María
Eugenia, ahora quería la del loco, que le había borrado la sonrisa
y la misma vida. Pero otra vez un crío, su Paquillo, abrazándose a
sus piernas, le recordó la promesa hecha sólo minutos antes.
-
Mi Paco y mi hermana, Candela...no me los dejes solos. Cuidamelos.
-
Sush...váyase tranquila, que para ellos estaré.
Tomándolo
en brazos, lloro cómo la niña que había dejado de ser y en
poco más rato, velaba el sueño del crío, mientras el Cortijo abría
las puertas, para velar a su dueña.
-
Candela- le sobresalto la voz de la Tía del pequeño Paco- Vente a
la puerta, eres tú quien tiene que estar en ella.
Veinte
añitos tenía Candela y la peor de las penas, para arrastrar
toda una vida.
Sin palabras me has dejado, simplemente genial.
ResponderEliminar......TRAGEDIAS QUE SE CUMPLEN...EN ESA NOCHE NEGRA DONDE LOS CELOS SALEN A BUSCARLA Y EL AMOR SE CRUZA EN EL CAMINO...DONDE EL DESTINO JUEGA ESA CARTA CRUEL ...DONDE Y LA MUERTE LLEGA PARA QUIEN NO DEBIERA...PARA QUIEN NUNCA DEBIO SER...LLANTO POR UN AMOR PERDIDO ..PASIONES DESATADAS CON UN CRUEL FINAL...DESGARRADAS Y PARA SIEMPRE QUEDAN TANTAS PALABRAS DE AMOR...QUE SE CONVIERTEN EN MALDICIÓN...
ResponderEliminarLAMENTOS QUE LLENARAN LAS TIERRAS...DONDE ''EL QUERER''' UN DÍA BRILLO...
GRACIAS.........ESCRITORA...
Las gracias a usted, guapaaa
EliminarPe..pero Gemo....que has hecho...¿Maria Eugenia muerta?...noooooooo
ResponderEliminarNo...no y no...
Y aunque cumplire la promesa de acatar el final de tu relato..
Me rebelo y...¡¡ maldita sea la estampa de un hombre que de hombre tiene poco y mas de alimaña ¡¡.....
Y la niña Candela que se queda sin su amor por culpa de un mal nacido que prefiere la sangre a retirarse con dignidad.....Amores oscuros y tragicos que solo llevan a la muerte....
A no ser que te guardes un AS en la manga Gemo...De todas formas tengo el pañuelo en la mano.....
Tu narrativa en este relato es pasional..brillante y poetica....ni que decir que me gusta muchisimo escritora...ya sabes que los dramas pasionales me apasionan..aunque acaben mal y tenga que dejar dos lagrimas..
Es una auntentica delicia leerte GEMO..me encantas niña....Divina-Wilson