sábado, 1 de marzo de 2014

Madrina 18


Sabía que al niño, ese hijo de su serrana ante el que no escondían su querer, disfrutaría viendo las dos orejas cortadas y en el pañuelito de su serrana se las llevaba. Oliendo con él a toro y a gloria, así entró al Cortijo, donde como cada noche, otra gloria distinta la esperaba. Tranquila se dirigió al salón más familiar, su Paquillo seguro seguiría despierto esperándola llegar, María Eugenia estaría calmando sus nervios mirando la negra noche y la hermana de ésta, sentaita junto a ellos en su eterno callar.

Deseando verlos y contarles su gran tarde triunfal, ando descuidada como quien anda por casa esperando lo que ella, llegar a su hogar y descansar con los suyos. Pero su encuentro con un bravo animal, no había concluido en la Plaza. Su peor toro la esperaba escondido en el hueco de la gran escalera. Tan animal y tan loco, que no midió, que a pocos metros, esperaban a la niña.

No hubo paseíllo entre el alegre tocar de la banda, la arena amarilla no mancho sus botas y nadie abrió las puertas de toriles para que el toro saliese a su encuentro. Salió sólo de debajo la escalera y salió picado sin necesidad de picador. Ni de  respirar tuvo tiempo la niña, cuando las grandes manos de él se cerraron sobre su cuello y se vio reflejada en los ojos del odio. A Candela se le cayó el pañuelo de su serrana y con él, su gloria. Luchando contra sus fuertes brazos, se olvidó de respirar. A unos metros María Eugenia y su Paquillo, le impedían gritar pidiéndoles auxilio. Si ese loco quería asfixiarla, sería a ella, nunca a los que sin saber, seguían esperándola.

El cierre sobre su cuello le hizo vencerse hacia atrás mientras el capataz, empujado por los celos apretaba sin compasión. Muerta quería a quien le había robado a la dueña de su Cortijo y esa dueña, escuchó la lucha de las botas de ambos en su suelo. Extrañada por el ruido, beso la cabeza de su hijo entretenido con la televisión y miró a su hermana, que callada la miraba como ella misma lo hacía. Bajando sus ojos la dejó con el niño, sin saber lo que fuera del salón le esperaba.

Salió tranquila y abriendo la puerta, sonrió. Sería Candela entrando al Cortijo. Su niña, novillera con picador, lanzada a la gloria. Seguro estaría arrastrando cualquier regalo para su Paquillo y pensando en ella salió. Nada más hacerlo, el corazón se le paró. Joaquin encima murmurando como un loco y abajo su Candela con la cara moraita. Sin miedo ninguno a por ellos se lanzó. Presa del miedo agarró la camisa del Capataz gritando como él, loca. Su Candela parecía querer gritarla pero las manos del Capataz no la dejaban. Segundos o minutos de desesperación tirando de él, arañandole y pegándole.

Dentro del salón, la hermana que sólo hablaba en contadas ocasiones, prestó atención y presintiendo el dolor, llamó la atención del niño, tratando de que nada escuchase, aunque el grito de Candela, fue imposible no escucharlo.

- Váyase, vuelva al salón- grito la niña a su serrana, cuando pudo esquivar las garras del Capataz. Con el mismo respeto de siempre le hablo a su serrana. Pero esta nada escuchaba y nada podía escuchar, si estaba viéndolos rodando por el suelo.

- Candela...Candela, déjalo- fue lo que le pidió ella, viéndola golpearlo con fuerza. Noqueado por momentos, María Eugenia sabía que mano a mano, tarde o temprano, sería él quien ganaría la lucha- Candela, por favor.

Y no hubo favor, Candela había visto la mirada enfurecida de Joaquín. La misma con la que el toro humillado la mira en la plaza. Picado y burlado, el duelo tendría el mismo final que tiene una plaza de toros. Muerto uno o muerto el otro. Pero a diferencia de en la plaza, no estaba sola pisando la manchada arena. Atrás su serrana y a metros su hijo. Acordándose de la madre que le había dado el ser, tenso su cuerpo y recordó el puñal, guardado en sus botas. Nuevos giros encendios entre gritos que no se podían callar, las luces del Cortijo comenzaron a encenderse y los mozos y mozas, comenzaron a corretear. Algo pasaba dentro la Casona y a las carreras, comenzaron a llegar.

Dentro la lucha seguía y María Eugenia vio el puñal en la mano de la niña de sus ojos frente al fiero Capataz. Ya no había juicio y sólo el corazón mandaba en los tres. Uno loco, otra queriendo salvar y la otra, la que presenciaba la brutal lucha, que volvió a abalanzarse queriendo detener la afrenta.

Pobre loco que consiguió el puñal, pobre Niña que lo vio perder y pobre, dueña, amante, serrana y madre, que entre el puñal y su Candela se vio encerrada.

- María Eugenia- grito Joaquín como el loco que aúlla en la noche creyendo en la luna llena.

- Serrana- lloro la Niña viéndola sangrar.

- Candela- murmuró la dueña viéndose el puñal, clavaito en su vientre.

Se cerro la noche en tragedia y no hubo silencio que callara al Cortijo. El loco echó a correr por los campos de tan glorioso Cortijo y María Eugenia, cayó en los brazos de su Niña Candela.

- Serranita- la nombró la Niña tumbándola entre el suelo y sus piernas. Llegaron las mozas y mozos, se gritaron auxilios y ella sólo miraba la sangre en su serraba. Pero un crío asomando a una puerta, la despertó de su pesadilla, y no, no era un sueño, aunque mala y siniestra si era su realidad- Que se lleven a Paco- gritó cubriendo el hueco que había dejado el puñal y continuó gritando- Traer al médico de donde quiera que esté- exigió palpando el suelo y ahí estaba, el pañuelo de su serrana, el mismo con el que tapono su herida- Serrana, mireme...no deje de mirarme.

- Mi niña Candela...no tengo tu sangre, yo no soy torera- le dijo sintiendo el brote salvaje de su sangre. Demasiada herida para estar tan lejos de un Hospital.

- Sush- calló su boca besándola- usted lleva la sangre del toro, y esa es la que más vale- le dijo con a pecho encogido. Era mucha, demasiada la sangre que brotaba entre sus manos.

- Mi Paco- murmuró María Eugenia pero para entonces los mozos la alzaban y las manos de ambas se buscaban.

- Cánteme- le pidió Candela mientras la llevaban- cánteme como siempre- volcada en ella, que su pecho se estuviese muriendo no podía importarle. La dorada carita de su serrana, se apagaba delante suya.

- Madrina, con un lucero- al bordecito de la muerte, María Eugenia canto su propia versión- Madrina, con un te quiero... la gente no se imagina, que la niña de mi corazón, me llama Madrina.

Un beso y dos te quieros entre lágrimas, sellaron la canción, María Eugenia se apagaba y todo su Cortijo la lloraba.

A la hora, que el rocío mojaba sus tierras, las campanas doblaron hundiendo en pena un Cortijo castigado con la muerte y la Niña salía de la Casona mojada en sangre. Con los ojos perdidos echó a caminar y fue su apoderado el que la agarró abrazándola contra él.

- Se ha colgado en un olivo, lo acaban de encontrar- la informo llorando. Su pequeña Candela cubierta de muerte con tan sólo, veinte primaveras. El que le ofrecía la gloria, ahora recogía su pena.

- ¿Le han dado muerte?- preguntó sin sentir ninguno.

- Ya estaba muerto, cuando lo encontraron- le contestó tratando de que la niña lo mirase. Pero Candela, había dejado de ser Niña esa misma noche.

- Llévame con él, quiero verlo muerto- pidió cargada en odio. Había visto la sangre de la gloria, la que emana el toro muerto en la plaza, había visto y olido la sangre de su mayor pérdida su María Eugenia, ahora quería la del loco, que le había borrado la sonrisa y la misma vida. Pero otra vez un crío, su Paquillo, abrazándose a sus piernas, le recordó la promesa hecha sólo minutos antes.

- Mi Paco y mi hermana, Candela...no me los dejes solos. Cuidamelos.

- Sush...váyase tranquila, que para ellos estaré.

Tomándolo en brazos, lloro  cómo la niña que había dejado de ser y en poco más rato, velaba el sueño del crío, mientras el Cortijo abría las puertas, para velar a su dueña.

- Candela- le sobresalto la voz de la Tía del pequeño Paco- Vente a la puerta, eres tú quien tiene que estar en ella.

Veinte añitos tenía Candela y la peor de las  penas, para arrastrar toda una vida.
 
 
 
 
 

4 comentarios:

  1. Sin palabras me has dejado, simplemente genial.

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  2. ......TRAGEDIAS QUE SE CUMPLEN...EN ESA NOCHE NEGRA DONDE LOS CELOS SALEN A BUSCARLA Y EL AMOR SE CRUZA EN EL CAMINO...DONDE EL DESTINO JUEGA ESA CARTA CRUEL ...DONDE Y LA MUERTE LLEGA PARA QUIEN NO DEBIERA...PARA QUIEN NUNCA DEBIO SER...LLANTO POR UN AMOR PERDIDO ..PASIONES DESATADAS CON UN CRUEL FINAL...DESGARRADAS Y PARA SIEMPRE QUEDAN TANTAS PALABRAS DE AMOR...QUE SE CONVIERTEN EN MALDICIÓN...
    LAMENTOS QUE LLENARAN LAS TIERRAS...DONDE ''EL QUERER''' UN DÍA BRILLO...
    GRACIAS.........ESCRITORA...

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  3. Pe..pero Gemo....que has hecho...¿Maria Eugenia muerta?...noooooooo
    No...no y no...

    Y aunque cumplire la promesa de acatar el final de tu relato..
    Me rebelo y...¡¡ maldita sea la estampa de un hombre que de hombre tiene poco y mas de alimaña ¡¡.....

    Y la niña Candela que se queda sin su amor por culpa de un mal nacido que prefiere la sangre a retirarse con dignidad.....Amores oscuros y tragicos que solo llevan a la muerte....

    A no ser que te guardes un AS en la manga Gemo...De todas formas tengo el pañuelo en la mano.....

    Tu narrativa en este relato es pasional..brillante y poetica....ni que decir que me gusta muchisimo escritora...ya sabes que los dramas pasionales me apasionan..aunque acaben mal y tenga que dejar dos lagrimas..

    Es una auntentica delicia leerte GEMO..me encantas niña....Divina-Wilson

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