Mi cincuenta cláusulas 86

Era noche cuando Lola detuvo el coche en el garaje de su lujosa casa. Con el cuerpo dolorido del cansancio acumulado de una semana de vuelos intermitentes entre varias ciudades, llegaba a su hogar sólo apeteciendole Minerva y sofá. Poder estirar su cuerpo, cerrar sus ojos y disfrutar de la voz dulce de Minerva contándole cualquier cosa. Le resultaba increíble como Minerva se había colado en apenas tiempo en cualquier cotidiana situación y podía comprobarlo cada vez que Nueva York la reclamaba y debían separarse.

Con el pensamiento puesto en Minerva se despidió de Lola y en el ascensor no pudo evitar preguntar a Elisa por Minerva. La imagen de ésta cuando se activó la pantalla no la hizo sonreír como cada vez que la veía. No estaba sola y por todos los objetos que ocupaban las mesas del salón, ni siquiera había terminado la reunión montada por el grupo de amigas.

- Tienes suerte, Elisa. Tú no te harás mayor- murmuró con humor a pesar del cansancio y de la reunión.

- No entiendo su petición- le contestó el ordenador central y la magnate sonrió de lado pensando en la que si sería su siguiente petición.

- Elisa...¿quedan Twinkies?- le preguntó planeando como esquivar al grupo de amigas y llegar a la cocina donde un tazón con twinkies se le antojaba como el mayor de los placeres.

- Tiene dos paquetes disponibles. ¿Calentar leche?

- Si- contestó sonriendo sintiendo como su noche mejoraba a pesar de no ser sofá-Minerva- Y guarda uno de los paquetes- continuó pensando en Minerva yendo a por sus cereales favoritos sin hallarlos- Si fueses persona, quizás hubieses reído. ¿No crees?

- ¿Quiere que ria?

- No estaría mal instalarte unas risas- se carcajeo la magnate. Minerva lo vería muy Arango y pensando en ella, se dirigió a la cocina en busca de los endulzantes cereales.

Años que no tomaba cereales, puede que desde pequeña y ahora, prácticamente era una adicción y todo por Minerva y sus rápidos desayunos a las prisas. No se molestó en ducharse y ponerse cómoda, agotada prefirió desprenderse de la blazer, arremangarse la camisa, lavarse con extremo cuidado las manos y recoger su tazón calentito de leche sobre el que volcar una cantidad excesiva de cereales.

Sola en la cocina, tomó asiento en uno de los altos taburetes y relamiéndose por el tazón, activo la cámara del salón como quien enciende la televisión. Al instante degustaba sus cereales viendo como Minerva dejaba el salón y a sus amigas en el. Concentrada en el placer que le proporcionaban los cereales, creyó que Minerva iría a cualquier sitio de la casa menos a la cocina. Errando en sus conjeturas.

El piloto encendido de la cámara había avisado a Minerva de su llegada y disimulando se excusó con sus amigas para pillar in-fraganti a la magnate.

- Los Twinkies no son más que una fuente innecesaria de azúcares y aditivos que poco o nada ayudan al metabolismo- dijo la fotógrafaba provocando la sonrisa infantil de la magnate- No lo digo yo, lo dice la doctora Arango. La misma que los devora a escondidas.

- No estoy escondida- se defendió Julia protegiendo su tazón de cereales.

- Jajajaja, ¿no me das?- le preguntó entre risas. Julia a lo infantil, hacia ronronear a su princesa a ritmos de "juguemos con ella". Julia rodó los ojos por su tazón, por Minerva y regresó al tazón, para cogerlo y huir a paso lento de Minerva y su mirada golosa.

- Estas con tus amigas- divertida con el juego continuó su huida pero Minerva fue más lista y mordiéndose los labios a propósito detuvo su escapada sin necesidad de tocarla- No hagas eso- le indicó con la mirada fija en los siempre apetecibles labios de Minerva.

- ¿Esto?- repitió el gesto Minerva con toda la intención de recrearse en la reacción que con él provocaba en Julia y lo consiguió. Los cereales pasaron a la historia y Julia la tomó con su natural calidez.

- Uhm...¿se atreverá a repetirlo en tan corta distancia?- contrarresto Julia pero la distancia no era corta era ínfima y Minerva prefirió acortarla del todo besándola.

- Hola cariño come twinkies a escondidas.

Las risas entre besos continuaron hasta que la magnate con disimulo cuestionó cuanto más se quedarían las queridisimas amigas de Minerva. Entonces ésta, bajó de su particular nube de amor para tirar de la magnate hacia el salón. Nada más entrar a él y ver en pantalla tres tipos de vajilla, Julia recordó los consejos de Guillermo.

- No consigo decidirme por una...pero- le indicó Minerva ante las miradas a hurtadillas de las amigas- he conseguido reducirlas a tres- concluyó feliz de satisfecha. No había sido nada fácil la elección y Julia debía entenderlo- Ayúdame, ¿si?- le pidió mimosa y Julia se forzó a no subir las cejas, pero no pudo evitar tragar saliva. Según Guillermo debía adivinar cual era la elegida por Minerva, porque a pesar de mostrarse indecisa, una de esas vajillas era más de su agrado que el resto. Lo malo era adivinar cual sería.

- Ehm- murmuró Julia tomando asiento en el apoya brazos del sofá con toda la intención. Manu quedaba sentada justo a su lado y Manu es, quien más conoce a Minerva- Veamoslas- cruzó sus largas piernas dispuesta a observar cada detalle no de las vajillas y si de la cara de Minerva. Las tres eran lo suficientemente elegantes como para ser usadas y apenas cambiaba el diseño y Minerva no ayudaba, con cada un de ellas arrugaba los labios con el ceño fruncido. Un carraspeo de Manu fue la pista necesaria para la magnate- Son absolutamente hermosas las tres, dejame que las vuelva a contemplar- hablo buscando mas tiempo y Manu volvió a carraspear ocultando su risa. Estaba clarisimo que la magnate estaba tratando de no tener que decidir hasta que no supiera cual era la preferida de Minerva- Uhm- murmuro fingiendo estar decidiendo y de repente, le apeteció no seguir los consejos de Guillermo- Creo que se cual me gusta- dijo poniéndose en pie y Minerva se mordió las uñas, esperando ver cual sería la elección de la magnate. Advirtiendo su nerviosismo, a la magnate le dieron aun mas ganas de jugar y frente a las piezas de vajilla, prolongo su elección.

- Julia vamos ya- se desespero Minerva y Julia se mordió los labios intentando no reír.

- Ésta- señalo justo la del medio y sin dar tiempo a Minerva, dejo un beso en su mejilla- Me voy a la ducha, chicas sino os veo, que paséis una agradable noche.

- ¿Que?- preguntó sin creérselo Minerva mirando la vajilla elegida. No podía ser que Julia eligiese la del medio y no la de la derecha.

- Que me voy a la ducha- le contesto deteniendo su caminar la magnate y aprovecho para guiñarle un ojo a la sonriente Manu. Quien se partía sin compartirlo con las otras dos amigas, que miraban a unas y a la otra, sin entender.

- No me refería a que...a ver Julia...miralas otra vez, que creo no las has mirado bien- insistió Minerva e incluso señalo inconsciente su preferida.

- Si que lo hice, me gusta la del medio- continuo estirando la broma Julia.

- Que no puede ser, Julia- rebatió enfadándose Minerva y a la magnate no le quedo mas que reír e ir a por ella a abrazarla, pese a los intentos fallidos de ésta de que no lo consiguiese. Al final, su suegro tenia razón con las mujeres De Urrutias.

- ¡ Joder!- exclamo Marga deteniendo las risas de unas y las sonrisas de otras contemplando a las primeras. Entusiasmada por una de las miles cartas que estaba leyendo se levanto del sofá sin poder creer lo que acababa de leer- Su alteza Mohammed bin Rashi no se cuantos nombres mas, se disculpa por no poder acudir a vuestra fiesta de compromiso y pone a tu disposición....dios mio Julia...darme aire que me da algo...y dime que nos llevaras el Palacio que pone a tu disposición...dime que si.

- ¿Donde?- preguntó Fatima tratando de quitarle la carta a Marga, pero esta intentaba colgarse de Julia, mientras Minerva se perdía en unos ojos grises que la miraban brillantes.

- Un mundo para ti- murmuro emocionándose por como Julia la miraba y sin importarle Marga colgada a su espalda, la besó sin necesitar palacios ni castillos para sentirse plenamente feliz.

En apenas unos días más, la fiesta de compromiso en Escocia llegaba y con ella, los fuegos artificiales.