lunes, 17 de febrero de 2014

Mi cincuenta cláusulas 84


Capitulo 13

El silencio que envolvía el coche, por momentos a Minerva se le hacía inaguantable. Y era aún más insufrible, si tenia que tener sobre si todo el tiempo, la mirada interrogante de su madre y la inquisidora de su padre. En el asiento delantero Julia, la cabezota que no dejaba su hermético silencio, ni siquiera con la presencia de sus padres.

Enfadándose, cogió el móvil dispuesta a comprobar si por mensaje tampoco le iba a hablar.

- Ha sido muy repentina la muerte del señor Buitrago, nadie de mi entorno conocía que estuviese enfermo- dijo Guillermo en un nuevo intento de entablar conversación y que el coche dejará de parecer el mismísimo coche fúnebre del funeral al que asistían.

- Uhm- fue la escueta contestación de Julia, quien sintió vibrar el móvil y lo tomó, mirando de reojo a Minerva.

- Ay...los nervios de la boda- murmuró Guillermo a su mujer, quien le dio un pequeño golpe en la rodilla, pidiéndole quedarse calladito.

Mensaje de Minerva a Julia: ¿Se puede saber que te han hecho mis padres para que no les hables?

Mensaje de Julia a Minerva: Ellos nada, pero según tus propias palabras, ¿tú si?

- Por favor- bufó Minerva tras leer el correo de vuelta de Julia.

- Minerva- le pidió calma su madre, en nada estarían llegando al cementerio y con el vivo recuerdo de aquella cena donde todos los presentes perdieron los nervios, la mujer trataba que en tan señalado evento, no acabará con otra disputa de su hija y Julia.

- Minerva- la imitó la propia Min enfadada- La señora me quiere encerrada en una jaula y yo debo callarme. Eso si, la jaula es de oro y diamantes...no puedo quejarme- soltó su órdago para Julia y sus padres alzaron las cejas igualmente sorprendidos y temerosos. Cuando Minerva se sube a un burro es casi imposible hacerla  bajar y la única que podía en este caso, guardaba silencio al tiempo que el coche llegaba y los aparca-coches les abrían las puertas, para que bajasen.

Una vez bajadas, ninguna rehusó el contacto, Julia espero que Minerva saliese con el mismo rectus serio que le acompañase desde la noche anterior y Minerva con genio tomó su mano, comenzando a caminar hacia el lugar que les indicaban dónde sería el sepelio del difunto. Atrás de ellas el matrimonio De Urrutias y las murmuraciones de Guillermo a su esposa.

- Haz algo

- Jajaja- rió Adela ganando la sería mirada de su marido sin entender que motivos había para reír- ¿Que se supone debo hacer?

- No lo sé...eres mujer, están enfadadas pues...- encogió los hombros Guillermo echando una ojeada a las múltiples personalidades que se encontraban en la zona.

- ¿Pues? Yo estoy con mi hija, Mauro es sólo un amigo...de toda la vida, además- sentenció Adela posicionándose al lado de Minerva. Julia no tenia ninguna razón para continuar celando al encantador Mauro.

- Bueno...amigo- dejo caer Guillermo, posicionándose del lado de Julia-  En fin...

- No pienso discutir, desde ya te aviso- alzó la voz Adela ganando la atención de las personas que como ellos caminaban por el cementerio.

- ¿Y yo si quiero discutir?- ahora quien alzaba la voz era Guillermo, haciendo que Minerva detuviese su pausado caminar para mirarlos amenazante- Vale...vale- alzó las manos su padre, dándose por amenazado- En este funeral puedo sacar buenos negocios- prosiguió para su mujer- ya sabes...sonríe, se simpática y esas cosas que sabéis hacer las mujeres- susurró a su mujer convencido pero la mano de esta cerrándose sobre su antebrazo, le hizo dudar.

- ¿Que te crees? ¿Que me puedes encerrar en una jaula por muy de oro que sea?- se alteró Adela, demasiado metida en la historia de si hija, que no era la suya.

- Pero- alucino Guillermo perdido- ¿De que jaula os ha dado por hablar a las dos?

- Que no soy ninguna mujer florero- exigió su papel de fiel esposa con voz y voto, que no botox y Guillermo comenzó a buscar con la mirada ayuda de Julia- Y mi hija mucho menos.

Escuchándolos discutir, Minerva volvió a detenerse dispuesta a mandarlos callar, pero entonces Julia tomo su mano besándola, sin decir nada.

- Julia que haya venido acompañan-los labios de Julia besando su boca callaron a Minerva por unos segundos, los que duró el beso- No vale con un beso- la informó tratando de mantenerse sería pero Julia repitió beso- Ni dos y che- interpuso los dedos entre ambas bocas evitando un tercero- Nos están mirando.

- Aja- se acercó Julia pese a la mirada de Guillermo sobre ella- quieren saber quien es la mujer que ha logrado comprometerme.

- La misma que según tú, coqueteaba anoche con Mauro- le dijo Minerva, dejándola en el sitio. Apartándose de ella se mordió los labios pese a los ojos entrecerrados de Julia- Mamá adelantémonos, ellos seguro quieren hacer negocios- pidió a su madre y nuevamente la cara de la magnate le hacía morderse los labios. Antes de que pudiera dar otro paso, la mano de Julia la detuvo.

- ¿Que hiciste con la princesa?- le preguntó a baja voz Julia divirtiéndose.

- Encerrarla bajo un candado de siete llaves- le contestó marchándose Minerva mientras gesticulada cerrando un candado.

- Oh...cuanto la echaré en falta- alzó la voz Julia y la risa de Minerva fue un alivio para su tediosa mañana.

- Busca las llaves, sólo así...¿Uhm?- coqueteo Minerva obteniendo el premio buscado, la intensa y cálida mirada gris de Julia.

Al poco madre e hija caminaban adelantadas a Julia y Guillermo, quienes comentaban a baja voz la reunión de personalidades tan bien traída por el billonario señor Buitrago a su sepelio. Fueron así, hasta llegar a la zona de entrada, donde con esmerada educación les solicitaron descalzarse para pisar el cuidado césped del santo lugar.

- ¿Descalzos?- le preguntó Guiillermo a Julia, quitándose él mismo los zapatos encantado con tan excéntrico sepelio.

- En su última voluntad pidió que lo acompañásemos disfrutando de un día de sol y buen vino a pies descalzos en contacto con la tierra que lo albergará.

- Acabarámos- se regodeo Guillermo- Estos millonarios- negó con la cabeza provocando con sus palabras que la ceja de su futura nuera comenzara a ascender- Jajaja, no te piques.

- No soy yo- se encogió de hombros Julia, queriendo devolvérsela- quien desea poder tener ciertas excentricidades.

- ¿Quien yo? ¿Que yo quiero tenerlas?

Y a metros de ellos y sus piques de poder, Adela los señalaba pidiendo a Minerva que interviniese entre los dos gallitos.

No fue hasta pasadas dos largas horas de presentaciones y conversaciones triviales, que ambas pudieron gozar de unos minutos de intimidad bajo la sombra de un gran sauce. A Minerva la imagen de la gran Julia Arango en riguroso luto, falda recta y pies descalzos se le antojaba de lo más cómica. Imposible así, no mirar sus largos pies mojados.

- Te avisé que nos mojaríamos los pies, incluso ocurrió antes de lo que pensaba- comentó recordando sus deseos una mañana pasada y evitó reír a sus anchas ante la cara de Julia, por respeto al difunto.

- ¿Tendremos la misma suerte con la Góndola?- prosiguió de excelente humor Julia pero Minerva arrugo los labios regresando a su enfado.

- Aún estoy enfadada contigo- contestó Minerva pese a dejarse envolver por sus brazos.

- Oh...¿al menos encontré una de las llaves?
 
 
 

3 comentarios:

  1. massssssssssssssssssssssssssssssssssssssssss gemo por favor aiiiiiiiiiiiii isso de ter q espera um dia pra ver é tristeeeeeeeeeeee

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  2. Enganchadisima a la historia! ! La descubrí ayer y ya he llegado aquí! !

    Masss!!

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  3. ....CUANDO APARECE EL GENIO...EL DESEO SUBE MÁS Y MÁS.
    GRACIAS....

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