miércoles, 13 de noviembre de 2013

Mi cincuenta cláusulas 54


Tras la intuición de Julia, sobre su visita, Guillermo calló cogiendo entre sus manos el marco digital detenido por el mismo, minutos antes. Como fondo estaba Min, sentada en la proa de un barco con la vista perdida en el mar azul.

Contemplando la imagen de su hija, serena y sonriente, Guillermo habló, sin prestarle atención a Julia.

- Cuando nos dijeron que mi mujer estaba embarazada, mi padre me dijo; disfruta cada momento desde ya, porque para los padres el tiempo siempre pasa veloz. Cuanta razón llevaba. Hace nada, esta mujer era mi niña y veía el mundo, sentada en mis rodillas. Ahora es toda una mujer y no ve el mundo desde mis rodillas.

Nada cortés y hablándole de Minerva. La sorpresa de su visita había sido mayúscula para Julia, y aunque estaba harto acostumbrada a tratar en duras negociaciones, que los ojos de ese hombre, le recordarán tanto a los de Min, la dejaba en desventaja. Desventaja que aumentaba, con el prólogo realizado por Guillermo.  No había que ser ninguna lumbreras, para advertir que Guillermo se comportaría como lo que es, un padre defendiendo a su cría. Pero la cría era Minerva, su dulce niña. Y aún sin quererlo, su cuerpo se tenso, mientras Guillermo proseguía.

- No verá el mundo desde mis rodillas, pero estoy muy orgulloso del trabajo que ha hecho mi mujer en mis largas ausencias, para educarlos y ver el mundo como se debe ver. Y a ti, Julia Arango- realizó una pausa dejando el marco en el escritorio para ahora si, mirarla de frente- terminará viéndote y viendo a su vez, lo que eres y quien eres. Y entonces, de nada te valdrán tus cuentas de cifras kilométricas. Porque mi hija no se vende. Grabate esto a fuego, mi hija no está sola como aquella desgraciada que fue a parar a tus manos, una sola lágrima de mi hija  y caeré con todo sobre ti. Que tengas un buen día- concluyó marchándose del despacho. Fuera se comportó como el hombre galán y educado que es y dentro dejo a una atormentada Julia.

Aún frente a la cámara web, ni siquiera podía descruzar sus brazos. Todo su cuerpo se había quedado rígido al ser consciente de lo dicho por Guillermo. La realidad modificada por muchos cotilleos infames, le explotaba en la cara y lo hacia de la mano del padre de Minerva.

Trató de serenarse y pensar con la mente fría, pero le fue imposible. El miedo comenzaba a apoderarse de ella, sin que Julia lo entendiese.

Frustrada hizo lo primero que las ganas le provocaron, llamar a Minerva.

- Te hacía ya en vuelo, pero...Hola- la saludo Minerva nada más descolgar. Pese a la sorpresa de no hacerla aún en Madrid, la había saludado risueña y encantada por la llamada.

Para Julia fue un soplo de aire fresco. Su sola voz, la calmaba.

- Minerva- dijo en un suspiro cargado de temor y preocupó a la dueña del nombre.

- Julia, ¿estas bien?-preguntó inquietándose. La respiración de Julia no era la usual.

- Si, sólo es..me marcho ya, y sólo pues, sólo...

- Sólo me echaras de menos, como yo a ti y en nada de días estarás de vuelta. Tanta parquedad en sus palabras señora Arango, propicia que cuando quiere explicarse se enrede.

- Señorita Minerva, con usted siempre deseo estar enredada.

Trucos de Minerva que utiliza y son exitosos ante la Julia más dubitativa.

- ¿Julia?

- ¿Uhm?

- Tuya, a milímetros de ti o a kilómetros. ¿Si?

- Si...bien eh..debería irme.

- Jajaja, dios mío. ¿Sabe señora Arango?, llegaremos al momento en que su máscara de mujer fría y poderosa caiga ante mi.

- Si ese es su propósito, no dudo en que alcanzara el éxito.

Alcanzada la calma, es fácil para Julia continuar el elegante coqueteo que siempre las une. Después despedirse, más tranquila y serena. Con un firme propósito, ser sincera con Minerva a su regreso, adelantándose a su padre.

Apenas unos minutos más tarde, Julia baja en el ascensor de su casa, escoltada por Lola. El reflejo de ambas en el espejo del mismo y lo hablado con Minerva por teléfono, le hacen mirar a Lola y terminar preguntándole:

- ¿Que hará tu pareja estos días?

Provocando que su conductora le devuelva la mirada extrañada. Su jefa la mira por igual a través del espejo y a la conductora, la nueva Julia que poco a poco se abre, la enternece y le hace  contestarla sincera:

- Trabajar, salir, divertirse y sobre todo, echarme de menos.

- Uhm- murmura Julia cediéndole el paso para salir ambas del ascensor. Echar de menos, una expresión que para ella no tiene sentido alguno. Caminando por el garaje, su conductora advierte la incomprensión y se enternece aún más. Toda una mujer, respetada e incluso temida, y una simple nostalgia, compañera fiel del amor, la desmorona sin saber reaccionar ante ella.

- Es una sensación y por mi propia experiencia puedo decirle, que al principio de una relación sentimental puede llegar a ser gratificante.

- Por tus anteriores palabras, parecía dolorosa- le dice Julia llegando al coche. Inconsciente de que antes de Minerva, hubiese sido Lola quien cargarse su equipaje en el maletero del coche, pero ahora es ella la que sin esfuerzo deja su maleta ante la sorpresa de Lola. Cuando ambas suben al coche, la conversación prosigue entre ambas en una amena confianza improvisada.

- Me refiero- comenzó a explicarse Lola- al principio, cuando el enamoramiento nos llega arrasando con todo, se disfrutan las mariposas en el estómago, los despistes por estar pensando únicamente en la otra persona, la necesidad de estar en su vida en todo momento y por igual, el extrañarla cuando no queda de otra que separarse físicamente por lo que sea. Es sumamente especial, sentir como se necesita a la otra persona.

- No casa necesitar con especial- le contestó Julia, con la mirada pérdida por las calles que iban atravesando. Desnuda ante ella, lo prefería a desnudarse delante de John. Lola la escuchaba sin juzgar ni corregir.

- Bajo el ámbito amor, si. Estos días querrá saber de ella, comprobar que siente la misma necesidad que usted y les bastará una llamada, un mensaje o un regalo, para sonreír por dentro al comprobar lo que sólo su nombre, provoca en su interior- se explicó atreviéndose a nombrarlas directamente. Julia no la desaprobó sólo sonrío mínimamente.

La llegada al aeropuerto, detuvo la conversación entre ambas, hasta que sentadas en sus respectivas butacas, Julia activaba en cuanto la pequeña tripulación se lo permitió, su ordenador conectado a las pantallas instaladas en las butacas y en ella de fondo, Minerva le sonreía bajo un coqueto sombrero. Sorprendida, Julia sólo atinó a corresponder la sonrisa, Minerva se veía totalmente hermosa en esa foto.

- Ella ya la echó de menos, antes incluso de que usted se marchase.

Una nueva sensación que experimentar para Julia en unos días, que no podrán ser definidos como tranquilos entre ambas. Minerva odia las montañas rusas y esos días, vivirá subida en una de gran tamaño.
 
 
 
 
 



4 comentarios:

  1. Me encanta la historia. Es buena, realmente buena.

    Gracias. Genu.

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  2. amoooooooooooooooooooooooooooooooooooomaisgemooooooooooooooooooooooooooooooooooooooadoro a historia vc e tudo kkkkk maissssssssssssssssssssssss
    brigoninha

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  3. Admiro profundamente absolutamente todo escribes, obvio ni todo me hace sentir feliz. Hay cosas que me da rabia, revueltas, pero, jamás me deja indiferente. Como dice lo personaje ahora mismo vivo en una montaña rusa de emociones. Es delicioso, inquietante seguir esta historia…. ¿Cómo puedo ser indiferente cuando algo se mezcla con mis sentimientos? ... porque muchas veces quiero entrar en la escena y hablar con los personajes .
    Mil gracias....mi gemo
    beijos

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  4. .......'''' El pasado siempre vuelve''''....eso le pasa a la Diosa del Deseo...cae sobre ella...Y ahora...ahora no esta preparada...ahora ya duele el pensar en perder lo que sabe y lo sabe ya bien ''quiere'''...ahora ya si hay miedo...miedo a perderla...a saber lo que es ''''''echarla de menos...antes de que ni siquiera no la tenga''''...a saber que ya siempre le hará falta.....Caen sobre ella ya muchas cosas ya..
    Su perdición se escribe con M de...... Minerva...si¡¡

    GRACIAS................

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