Mi cinuenta cláusulas 41

Las lágrimas continuaban cayendo por su rostro. Pero las ganas de marcharse de esa fiesta, le dieron el empuje necesario para, y a pesar del cerrado abrazo de Julia, intentar colocarse el vestido.

Abrazándola y respirando incontroladamente. Minerva pudo sentir como la mujer que la abrazaba estaba en plena lucha consigo misma. Pero, "a perro flaco todo son pulgas" y su mayor pulga esa noche, volvía aparecer.

- Julia, os estaba...eh...buscando- toda la decisión que llevaba Victoria, se quedó en nada, cuando pudo ver el abrazo agónico de ambas.

- Haz que preparen mi coche, Victoria- la voz de Julia sonó a ultratumba. Y hasta pareció que el cuerpo le crujía, cuando con esfuerzo cesó su abrazo y ayudó a Minerva a recomponer su vestido.

Un nuevo modo de silencio se instauraba entre ellas, que duraría hasta que ya en el coche, Julia tomo de la mano a Minerva y ésta se movió, quedando sentada encima de Julia, quien la acuno con la vista perdida.

- Mi niña.

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La mano de Julia dejaría seguro un feo moratón en su muslo. Pero no era el seguro hematoma lo que preocupaba a Minerva, era mucho más preocupante las apretadas mandíbulas de Julia y su mirada dura y fría.

No le importó cómo continuaba la conversación en la mesa, le dio igual los chascarrillos sobre su profesión, ignoro el dolor en su muslo, para poner encima de la fuerte mano de Julia la suya y con la otra giró el rostro de Julia hacia ella.

- Vale Julia...no, mírame- le pidió cuando Julia trato de soltarse de su débil agarre y huir así de su mirada- Estoy aquí por ti...lo sabes, ¿no?- preguntó y un suspiro con unas mandíbulas aún más apretadas fue su contestación.

Segundos mirándose, ajenas a todo lo que estuviese ocurriendo a su alrededor. Segundos, en los que la mandíbula de Julia dejó de hacer presión, segundos de caricias en su mano, hasta que la presión de esta cedía y Julia terminaba por besarla, soltando por su nariz todo el aire retenido.

Hubo alguna que otra exclamación en la mesa y alguna que otro murmuración. Para Minerva no tenían ningún valor, lo tenía el beso de Julia y sus manos entrelazadas. Un escollo superado que es un alivio para el pobre perro flaco.

Si bien Julia, se mostró a continuación más relajada, Minerva quedó en alerta. Julia había demostrado no saber manejar sus celos y consciente o no, Minerva trato por todos los medios, de no provocar más de ellos. Después en la intimidad, habría tiempo para intentar hablarlo con Julia.

La cena entonces, comenzó a transcurrir con normalidad, no sin esfuerzo, ambas acabaron formando parte de las conversaciones. Pero la noche se presentaba larga y quien sabe, que habían predicho los astros para Minerva. Lo que empezó a quedarle claro, es que nada estaba a su favor.

Mientras se sirvió el postre, Victoria, organizadora del evento, subió a un pequeño escenario y explicó cuál sería la puja esa noche. Previamente y en una pantalla, se mostró la cantidad de dinero conseguido con la entrada a esa cena y cuanto quedaba por conseguir para obtener la cantidad estimada. La forma de conseguirlo, pujar para bailar con tres de las asistentes a esa fiesta.

- No creo haya cena con mejores damas con las que compartir un baile. Y fíjense bien amigos, dije baile. Para obtener un beso, quizás nos faltaría chequera, tenemos mucho más gusto que los estadounidenses, Frank ¿te tapaste las orejas? Oh...quizás debí prevenirte antes jajaja.

Minerva debía reconocer las artes de esa mujer. Toda la sala la escuchaba atenta y su broma fue de lo más secundada.

- ¿Pujaras?- preguntó a Julia, ahora que todo el mundo prestaba atención a Victoria y tuvo que volver a agarrar su rostro, para que Julia la mirase- ¿Lo harás?- preguntó sonriendo. Esa gran mujer, se mostraba incapaz de mantenerle la mirada y la lucha en su interior que tan bien podía apreciar, le supieron a gloria. No es tan fiero el león como lo pintan.

- Sólo si eres una de ellas.

- No te hace falta pujar para bailar conmigo y esto está repleto de mujeres bonitas, no estaré en la puja.

Se equivocó Minerva. Fue ella la segunda más votada y cuando Victoria anunció su nombre, buscó nuevamente la mirada de Julia.

- Es sólo un baile, ¿si?

- Si.

- Pues no estés tan seria.

- No

- No pasamos de los monosílabos, que hago contigo...¿uhm?

Utilizó el humor y esta vez Julia no contestó con ningún monosílabo. Volvió a besarla, con un beso cargado de "algo" que atemorizo a Minerva. Quizás lo más adecuado habría sido buscar una excusa y marcharse de esa cena. Pero Minerva jamás había tratado con alguien tan posesivo como estaba demostrando ser Julia y creyó, que justo un baile así, podría hacerla ver que nada pasaba ni nada cambiaba por bailar con otro.

Y Minerva volvió a equivocarse. La mujer con rostro dulce y aniñado no era consciente, del interés que despertaba entre los caballeros y damas que cenaban esa noche. La puja alcanzó una cifra que la hizo sonreír agradecida. Por supuesto una de las causantes de que la cifra fuera astronómica fue Julia, seguida de cerca por la "pulga" mayor y Alberto la pareja de Constanza.

La sonrisa agradecida comenzó a transformarse, la mujer que todo lo conseguía estaba a punto de perder. ¿Sabría perder Julia Arango?

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- Dispondré para que está misma noche te lleven a casa- aún en el coche camino a casa de Julia, esta rompía el silencio nuevamente.

- No- se aferró a sus brazos Minerva tras oír sus intenciones- solo quiero llegar y dormir contigo.

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No supo perder, el presentimiento de Minerva se cumplió. Por más que trató de bailar dándole un toque chistoso, agradable, quitándole toda la importancia, la mirada clavada en ella de Julia, su extrema seriedad, sus puños apretados y todo su cuerpo en tensión, le dieron la obviedad. Julia no sabía perder y sus celos, volvían a comérsela.

Cesó el baile y no atendió a los saludos, ni sonrió ante los cumplidos, lo único que hizo con el corazón a mil, fue buscar a Julia. Cuando la halló, una parte de ella, deseó no haberlo hecho.

Julia la aprisiono rápido entre sus brazos y sus manos se clavaron en Minerva con demasiada fuerza. No sirvió de nada el- Julia nos están mirando- ni caso,- Julia, por favor- sin respuesta. Minerva sólo pudo hacer caminar al cuerpo rígido que la sostenía y dejó de mirarla a los ojos. Perdidos en la ira parecían y no tenía la menor idea de como hacerlos cambiar.

Quizás fuera, en el jardín, podría hablar con ella, hacerla entender. Pero fuera, fuera fue mucho peor.

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- Necesito ir al gimnasio- decía Julia entrando a la casa, aunque sonó más a súplica que a otra cosa.

- No- replicó Minerva. No iba a permitir después de todo lo pasado, que Julia se encerrase, pensando a saber que- Nos duchamos juntas y a la cama. No hay más opciones, ¿si?

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Las manos de Julia se hicieron aún más fuertes y fue ella, quien entonces, empujó su cuerpo hasta hacerlo girar de cara a uno de los grandes ventanales.

- Julia

- Les vamos a enseñar a esa panda de egocéntricos de quién eres.

- Julia, lo soy sin necesidad de...Julia.

No había caso, la fuerza de Julia le hacían pegarse al ventanal y sus manos al poco se colaban con apremio y decisión bajo su vestido.

-Uhm- la fuerza y el vigor para Minerva era pura viagra inyectada en vena. Podría estar en diferentes situaciones e incluso en una como la presente y su poderosa fuerza la excitaba contradiciendola.

- Te avisé...¿Uhm?..te avisé...eres muy peligrosa para mi- a voz entrecortada por la respiración totalmente alterada, Julia sólo era consciente del cuerpo que tenía entre sus manos. Cuerpo que quería poseer ahí mismo.

La ventaja, su cuerpo. Más alta y más fuerte, aprisiono a Minerva contra esa cristalera con ambas piernas, mientras con las manos buscaba sus muslos para separarlos- Te quiero mojada, Minerva. Mojada para mi.

- Julia.

- Están ahí, todos esos están ahí, pero te van a oír, van a oír como sólo gimes por mi.

Ventaja utilizada, en un sólo movimiento, conseguía abrir los muslos de Minerva, quien ya gemía asustada por sus propias sensaciones.

Si Julia mordía su cuello, se excitaba y mojaba como ella quería y pedía, si Julia abría sus piernas con dolorosa furia, se mojaba más ofreciéndose y si Julia le ordenaba mordiendo su oreja, cedía mojándose como nunca antes.

Totalmente excitada y mojada, la vista comenzó a nublarse, Julia ahora gemía enfurecida en su oreja, mientras sus manos coincidían en su sexo aprisionándolo, como no, con pasión y furia.

Abierta de piernas se dejó vencer. La lucha interior sobre lo que está bien o no, no se produjo. Julia ganaba, y viendo pero sin ser vista, gemía para aquellos que habían provocado los celos de quien la hacía gemir.

Deseó que una de sus grandes manos se quedará apretando su caliente sexo y necesitó que otra cubriera su pecho por igual. Dolían sus pezones erguidos queriendo el castigo en forma de placer de Julia, pero Julia le arrancaba otro gemido al igual que sus bragas.

Liberada de la prenda, imaginando como Julia la tiraba sin más, se excito aun más y tembló. Tembló al llegar al estado de sumisión total. Lo reconoció y aceptó, y fue entonces que Julia cumplió su deseo.

Una de sus manos recorría su sexo sin pudor, mientras la otra apretaba su seno con verdadera fuerza.

- Es mío...¿si? Dime que si- preguntó y nueva sacudida de placer. Julia entraba sin avisar en ella, marcando así, la parte que anunciaba su pregunta. Un dedo y dos, que se colaron en ella con determinación. Cómo decirle que no, si su salvaje penetración la llenaba por completo.

- Si...es...Uhm...Julia es tuyo.

- Toda...te quiero toda para mi.

Nueva petición y otra prenda arrancada. El sujetador que cubría su pecho fue arrancado y Minerva lo sintió y comprobó. El reflejo de ambas en la cristalera le hizo morderse los labios con la misma fuerza que después lo hizo Julia. Su pecho libre se pego al cristal, pero la mano libre de Julia, pronto se coló entre los dos.

La decisión en su penetración prosiguió al mismo ritmo que los gemidos de Julia en su oreja.

- Me vuelves loca, Minerva.

Las palabras de Julia a Minerva le hicieron cerrar los ojos, tratando de equilibrar su cuerpo con las fuertes embestidas de Julia y dio las gracias, porque estaba tan sumamente excitada, que el orgasmo llegara en un par de movimientos más. Y lo gimió en alto, siendo ella la que mordía el labio inferior de Julia con fuerza.

- Agh....¿así lo quieres? ...¿eh?...¿así?

Habló como gimió, a voz alta. Para que a esa mujer no le quedase la menor duda. Pero esa mujer, estaba prácticamente fuera de sí y quiso más y obtuvo más.

Sus dedos dejaron de llenarla, para mirándola fijo a los ojos, acariciar su sexo hacia atrás. Un recorrido lento, que desató los nervios de Minerva cuando intuyo su destino.

- No...Julia aquí no.

- Lo quiero ahora...

- Podemos en la casa...allí puedes...Julia

Tarde, los dedos de Julia, la llenaban de otra manera y todo su cuerpo se tensó, no acostumbrada a esa forma.

- Mía...toda tú.

Tan salvaje, tan pasional y tan posesivo, que cuando Julia se dio por vencida, tuvo que retener entre sus brazos a Minerva, quien flaqueo necesitando una sujeción.

Tan suya había sido, que quedó vacía y el vacío, mirado por primera vez, a Minerva le hizo llorar, pegada a un frío cristal.

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En la casa Julia se convirtió en la muñeca. Fue ella la que se dejó desnudar por completo y quien se dejó meter en la ducha por Minerva. Dentro de ella, un abrazo el de la más baja a la más alta y fue, sin que ésta última, pudiera aún mirarla de frente.

- Mi cincuenta sombras.

- Sólo....solo son cláusulas.