Mi cincuenta cláusulas 42

La luminosidad en la habitación le hizo ir despertándose, al poco de intentar abrir los ojos, un murmuro de Julia, le hizo abrirlos de golpe. Julia se quejaba a voz baja y no era desde la cama. Disimulando continuar dormida se giro buscándola y la hallo de espaldas al gran espejo del armario. Julia intentaba ponerse un vendaje neuromuscular sin mucho éxito, de ahí su queja.

Aprovechando la intimidad, Minerva recorrió su cuerpo desnudo solo cubierto por unas braguitas y pudo comprobar, que Julia no había permanecido con ella en la cama. Sus abultados músculos demostraban un reciente ejercicio y gotas de agua desperdigadas por su cuerpo, denotaban que Julia acababa de ducharse. La conclusión fue obvia para Minerva, era imposible que esa mujer obedeciera.

Suspirando por su cabezonería, se abrazo a la almohada mirándola y cerro los ojos un segundo, al sentir su cuerpo dolorido. Al volver a abrirlos, tuvo que cerrarlos rápido. La poderosa mujer que es Julia se había dado por vencida y el vendaje fue a parar a la papelera. Lo siguiente que hizo Julia, provoco en Minerva el olvido de un cuerpo dolorido y una sonrisa embobadisima.

Al carajo la cena benéfica y la Julia posesiva. Todo quedaba en nada cuando Julia, se metía en la cama, fingiendo haber dormido junto a ella y lo mas importante, le concedía un despertar juntas. Ni que decir tiene, su princesa interior, galopaba feliz en un bonito caballo blanco por un hermoso prado verde, que culminaba con la princesa llegando a un árbol donde la sultana la esperaba un caballo tordo, cuando Julia, se abrazaba a su espalda.

- No estas dormida- murmuro Julia, pasando su larga pierna por la cintura de Minerva, creando una carcel sobre Min a base pierna y brazos.

- Si que lo estoy.

- Ujum..continua dormida y dime que vendrás conmigo.

- No puedo, debo entregar el reportaje- respondió Minerva a su petición. Julia volaba a Nueva York, donde debía pasar varios días. Imposible marcharse junto a ella, era mucho el trabajo que le quedaba con el reportaje realizado en Menorca.

- Uhm

El "quejio" de Julia, sonó justamente a eso. Un quejio por no acompañarla. La mención del reportaje, hizo que Minerva recordase la poco afortunada conversación sobre su trabajo en la mesa la noche anterior y dado que Julia, no habla pero tampoco pregunta, aprovecho el momento tan intimo entre las dos, para hablar sobre el tema. Decidida se giro entre sus brazos y provoco que Julia, continuase encerrándola. Cara a cara, sin la locura que envuelve a la pasión, por primera vez hablaban pausadas y entre confidencias.

- Moda, fotografío moda y la moda me apasiona desde pequeña, a pesar de mi padre. Él quería y quiere que siga sus pasos y que el día de mañana, mi hermano y yo, nos ocupemos de su constructora.

- Debes ser su princesa.

- Es poco adulto decirte que si, pero así es.

- Y te encanta serlo.

- Jajaja, si. Soy su princesa, pero me costo mucho que aceptase el que yo me dedicase a otra cosa. Pero si, lo soy y cuando me llamaron de Vanity, dios mio. Lo celebro encantado, supongo que orgulloso de que lo hubiese conseguido por mi misma y no por ser quien somos.

- No le gustare.

- Tu gustas a todo el mundo.

Felizmente subida a su caballo, era fácil dejar aflorar su admiración. La madura mujer, la poderosa, la caprichosa, la hermética, todas estaban en esa cama junto a ella y todas, se dejaban acariciar y mimar, sin prisas ni hermetismos.

- Haz estado haciendo ejercicio- dijo Minerva, recorriendo con suavidad su espalda. Los músculos no parecían relajarse y el mínimo gesto de dolor que hizo Julia, empezaron a preocuparla- ¿Te hiciste daño?

- No- contesto Julia, atrayéndola aun mas contra ella. Completamente pegadas, Minerva sintió el suspiro de Julia al esconder su rostro entre su cuello y la almohada.

- No mientas. Has contraído la espalda y la cara, cuando te he tocado.

- Solo subí el peso, pero no calcule bien.

Minerva ya iba conociéndola, seguir en el si y que ella contestase con su no, no llevaba a ningún sitio. Valía mas recordar, como Julia en los tensos momentos vividos entre ambas, la anterior noche, pidió y quiso hacer ejercicio. Debía ser su forma, de desconectar o quemar malas energías. Por eso no insistió y guardo silencio, disfrutando del largo abrazo que se estaban dando.

Al poco, las manos de Julia pasean por su espalda inventado un camino que termina en sus nalgas. Donde se quedan quietas un segundo para descender por la intimidad de Minerva, antes de preguntarle sin salir de su improvisado escondite.

- ¿Tu como estas?

- Bien, necesitaba despertar contigo.

- Me refería a...a....anoche yo...yo...

- Es solo...pues...solo es una pequeña molestia.

- ¿Solo?

- Si

- ¿Antes tu? Tu...

- No, nunca antes.

Confesiones a baja voz, que a Minerva le hacen ruborizarse y a Julia, abrazarla aun mas fuerte si es posible. Una vez hechas, es Minerva quien rompe el hielo, momentáneamente creado entre ellas.

- Me aplastas, tu no eres consciente de lo grande que eres ¿verdad?

- Jajaja, dejo de hacerlo si vienes a Nueva York.

- Oh no, regreso Julia caprichos.