miércoles, 18 de septiembre de 2013

Acelera, un poco más...10



Ninguna de las dos dudamos en que elegir. ¿Dentro o fuera? ¿Comedor o terraza? Mi niña morena fuma y yo, lo hago de vez en cuando. Encima, la terraza tenía unas vistas increíbles. ¿Para que dudar?

Sin hablarlo, sincronizadas y sonriendo sin saber muy bien por qué, dejamos los cascos en la misma mesa. "Ay mare, niña. Si hasta nos gusta lo mismo".

- Siempre has tendido a exagerar- oh no. Mi madre en mi cabecita. Apuntar nota, quizá deba adelantar visita a psicólogo.

- Mírala Mami, es bonita hasta decir basta.

- Ya exagerabas en mi vientre. Unas patadas que vamos y vamos. Deja de creer que hablas conmigo y estate atenta a lo que te dice. ¿Cómo iba a tener yo más de un hijo si tú me das trabajo por veinte?

Era hora de callar a mi madre, carraspear y sentarme toda pachorra. Había decidido estrellarme o lo que tuviera que pasar, ¿cierto? Pues sin mariconadas.

- Cariño, habla bien que no cuesta nada- mi madre, no hay forma de callarla. ¿Y lo bonita que es mi madre? No, eso para otro momento.

El destino me dejó elegir y yo elegí acelerar, pues haría como cuando pongo a mi moto a todo lo que da. Disfrutarlo.

Así que, sin más me senté y ¡ay mami!. Que sonrisa más canalla tiene.

- Eso es, tú ponte cómoda que yo voy al baño.

Ojo al dato, la niña se iba al baño, yo también soy niña, ¿cumplíamos con los topicazos e íbamos juntas? Pues va a ser que no. Me quede ahí sentadita, bichee si cogía su móvil y no lo cogió. Uff, primer escollo superado. Si la niña quería que yo le acompañase en su huida, estaba feo que delante de mi careto, cogiese el móvil y se fuera con el al baño, seguro a hablar con quien huía o de quien huía.

- Ya te has montado la película, tú solita.

- Mami, por favor. Abandona mi mente.

- Ay si, que se me pega el arroz.

Lucía marchó camino al baño y mare, que largas son sus piernas. Desde las manoletinas que llevaba hasta el inicio de su corto pantalón, te da tiempo a sufrir un ataque de ansiedad y/o desnucarte de tanto girar el cuello.

Pensar en su móvil, me hizo caer en la cuenta, de que su bolsito, pequeño como un neceser, estaba en mi bolso. Caer en ese detalle, me hizo sentir una  punzada bipolar. Por un lado, ese cómodo gesto de compartir bolso me recordó a alguien, en quien no quiero pensar y después, esa confianza me hizo sonreír más. Lucía podía ir de femme fatal, pero con estos gestos, su máscara caía.

Mare, que jaleo tenía en mi cabeza. Y ahora que mi madre, no se colaba en mis pensamientos y que Lucía no estaba presente. Hice lo que siempre hago cuando me hago la picha un lío. Y esto es una expresión, muy vulgar pero muy recurrente, juas.

- Mami

- Valeria, la madre que te parió que fui yo y sin epidural. Llevo desde que te fuiste llamándote y mandándote mensajes. ¿Para qué quieres el móvil? ¿Para oírlo sonar? Estaba por llamar a los Hospitales. ¿Pero a cuales?

Mi madre y su ataque hacia mi persona, duró un tiempo más, el suficiente hasta que la tuve que interrumpir. A este paso, Lucía regresaría y ella seguiría hablando sin parar.

- Mami escúchame. Estoy bien.

- Ay dios...entonces si es grave. Valeria que cuando tú dices que estas bien, es todo lo contrario.

- Que no, que de verdad que estoy...- quieto parados, si continuaba la frase por esos derroteros, no me creería- Préstame atención. Cogí la moto, tú sabes, necesitaba oxigenarme, salir, quizás pensar

- Valeria al grano, que me está entrando un yo que se...¿seguro estas bien?

- Que si, uff....

- Y faltaba el uff. Escúchame ahora tu. Coge la moto y vente ahora mismo para acá, que vea yo que estas bien.

- Madre mía.

- Esa te lo está pidiendo, si.

- Mami, me voy a pegar un hostiazo. Eah..ya lo he dicho.

Confesé mis temores y el grito de mi madre, o mejor dicho su eco, dicen que aún se escucha por Ayamonte. Por decir un pueblo.

No podía dejarla seguir gritando y diciendo mi nombre hasta en arameo. Pobrecilla mi madre y los continuos disgustos que le doy.

- Es una frase hecha. Que me voy a meter un hostiazo pero que no

- Valeriaaaaaaa

Por el eco de su segundo grito, dicen que tembló el Himalaya. Debía reconducir la conversación y además, hacerlo ligerito, Lucía no tardaría en regresar y ya ves tú que imagen. Mucha motera, mucha moto pero llorándole a mami, a la mínima.

- He conocido a una niña y

- Traela pa,ca que yo la vea.

- Estoy en la costa.

- Donde quiera que estés. Ains...los sofocones que yo me llevó contigo, no están pagaitos con nada.

- Si no la conozco.

- ¿No has dicho que si?

- Ufff

- Madre de dios Valeria. Madre de dios.

- Ella...yo que se...me ha elegido.

- ¿Para que? Ay dios mío. Vente para acá ahora mismo. Se ha acabado la discusión.

- Y yo vengo de sufrir.

- ¿Tú nada más? Por la golfa esa sufrió aquí todo el mundo, hasta el cura.

- Me estoy liando.

- Así naciste, si. Con el cordón liado y así nos ha ido contigo.

- Mamá Joder.

- Jajaja, si es por no ponerme histérica. Que te vengas ya para casa.

- Que no.

- Que te digo, que si.

Le decía, me decía y al final quedó la cosa medio clara.

- Que la vida son raritos y a veces, sólo hay que dejarse llevar.

Pues, lo haría. Por la morenita que volvía con una botella de vino y dos copas, lo haría y si me llevo otro hostiazo, que me quiten lo bailao.

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