Por
supuesto que se iba a cambiar de ropa. Un coche la iba a recoger para
ir a casa de Julia Arango. El sólo hecho de pensarlo y ya en el
coche de Julia, un escalofrío la recorre de arriba abajo. Conoce a
esa mujer de apenas hace unos días. Vale que coincidieron en Las
Bahamas, ¿pero que intercambiaron? ¿Amenazas de si tú te muerdes
deseo hacerlo yo?
Subidón
y no sólo en pies de altura. Minerva siente como si fuese una tea, y
Julia es la mecha. Basta una palabra, basta un recuerdo o basta un
correo de Julia y todo su cuerpo la obedece prendiéndose.
Pero
eso no quita, que son las tres de la madrugada, que ha dejado a sus
amigos continuando la juerga en su ático y que ella va en un cochazo conducido por otra mujer desconocida, dirección a casa de Julia.
Pensar
en las altas horas de las noches que son, le da regomello por la
chica que conduce. ¿La habrá sacado de la cama para venir a por
ella?
-
Siento las horas, yo no...vamos...eh...que lo siento- Minerva
improvisa y como siempre que lo hace no suena convincente. La sonrisa
que la conductora le regala por el espejo retrovisor, le hace
sonrojarse. Puede pedir las disculpas que quiera, pero horas de
visita, no son. Esta clarísimo- En fin.
-
No tiene que disculparse. Es mi turno habitual.
Como
esta clarísimo que a Julia Arango, nadie se puede acostumbrar.
¿Desde cuando una alta ejecutiva en España necesita turnos de
conductor?
Como
sea, la Urbanización se abre para el coche, la conductora del mismo
y para ella. Los lagos de la finca, complejo residencial que Minerva
conoce muy bien. A poco más de diez minutos de Somosaguas. ¿Cuánto
tiempo llevaría viviendo ahí Julia?
Urbanización
exclusiva, donde el poder y el dinero, se convierten en casas donde
los dueños dan rienda suelta a sus excentricidades. Dime en que
Urbanización de Madrid vives y así se sabré cual es tu poder.
Las
preguntas sobre Julia se amontonan y pocas van hallando respuesta. La
de si Julia, es como el resto y da rienda suelta a sus
excentricidades, halla fácil respuesta, cuando el coche entra en su
finca y baja a un sótano gigantesco.
-
¡Wau!- exclama irremediablemente Minerva. Mire a donde mire hay
coches de auténtico lujo.
-
A la señora le gustan los coches.
-
Ya veo, y las motos
-
También las embarcaciones.
Para
Minerva llegó el momento de pedir un stop. Vale que en el sótano
haya Lamborginis, Ferraris, algún Rolls Roy, Cadillac de
colección e incluso un fórmula uno, ¿pero una zodiac? ¿En Madrid?
¿Dónde iba a poner en marcha una lancha acuática?
Ante
semejante despliegue terráqueo y marino, sumando la avioneta
exclusiva usada por ella misma, Minerva no puede más que poner los
ojos en blanco. ¿Es necesario tanto capricho? Años discutiendo con
su padre por estas cosas y mira con quien iba ella a tropezar.
-
Cuando quiera- la conductora prosigue con su labor y abre la puerta
para que Minerva salga.
Ahora
que lo piensa, es agradable rodearse de mujeres. Y parece, al juzgar
por cómo es la conductora, que para el servicio más cercano, Julia
no emplea fotocopias. Salvo que en esa casa, ahora encuentre
fotocopias de una mulata de metro ochenta, gruesa y de afable
sonrisa. Bien serviría de guardaespaldas. Otro stop, bajándose del
coche, su ayudante el día del reportaje fotográfico, era muy
parecida a la conductora presente. ¿Copia? ¿Pero es que todo lo
copia o debe tenerlo multiplicado?
Con
tanta cavilación, Minerva llega al ascensor sin mirar más allá y
sólo es consciente de lo tecnológico del ascensor, cuando la amable
conductora le indica.
-
La señora esta en el gimnasio, pulse efe tres cuando las puertas se
cierren.
-
Stop- Minerva solicita su tercer stop, esta vez en voz alta como en
alto están sus manos. El panel del ascensor es una indescifrable
suma de letras y números. Pero es que además, ¿a las tres de la
mañana está en el gimnasio?. La conductora mirándola y haciendo lo
propio con su reloj de pulsera, apremian a Minerva- Son las tres de
la mañana y esta cosa me da un poco miedo.
La
conductora, fiel a como se ha mostrado todo el camino, lo lanza
ningún juicio, se limita a sonreír y explicar paciente.
-
Es totalmente seguro y el gimnasio está ubicado en esta misma
planta. Sólo se desplazará lateralmente- la conductora prosigue,
explicando los sistemas de seguridad con los que cuenta el ascensor,
pero Minerva deja de prestarle atención.
Su
atención se la lleva el que debería ser el clásico espejo de todo
ascensor, donde Minerva podría retocarse el cabello. No hay espejo
donde retocarse y si una pantalla, que muestra relojes y lo que
parecen movimientos bursátiles.
-
Esos relojes indican...eh..
-
Son los horarios de las principales bolsas mundiales.
-
Yap- breve y un poco aniñada es la contestación de Minerva- no
desconecta ni en el ascensor- su conclusión es tan obvia que una vez
recibida la concebida sonrisa de la conductora, Minerva suspira-
Póngalo en marcha...perdone, ¿se llama?
-
Perdóneme a mi, no me presente. Soy Lola.
-
Pues en marcha, Lola. No hagamos esperar a Julia. Me da que no le
gusta.
-
Jejejeje
La
gracia dicha por Minerva, hace reír a Lola, aunque pronto deja de
hacerlo. Ella sabe, lo poco que a su jefa le gusta esperar.
Sin
más, ambas se despiden y Minerva junta sus manos implorando y Las
puertas del ascensor se cierran, mientras Lola vuelve a reír.
Silencio,
los segundos siguientes transcurren en absoluto silencio. El ascensor
ni siquiera parece moverse.
-
Como en el despacho, números y silencio. Con lo que me agobia a mi
el silencio. Y luego esto, ¿como no tiene un espejo? ¿Dónde me miro
yo? Ay...Minerva, dios mío que locura. Todo sea hablar por no
comerme las uñas, aunque lo haga sola. A ver, esta es la hora de
Estado Unidos, supongo que esta otra será Japón, índice Nikei o
algo similar se llama y tres más. Ni idea, ya podría poner de donde
son cada reloj. Y luego es que, a las tres de la mañana en el
gimnasio, no había oído algo igual.
Minerva
no es capaz de detener la nerviosa incontinencia verbal que está
sufriendo. Va en un ascensor que se desplaza lateralmente por las
paredes de la casa de Julia Arango y son las tres de la mañana. A
ver o hacer fotos no va. Nerviosa y cediendo a la tentación de
morderse una uña, Minerva no es consciente de que el ascensor llegó
a destino y con sigilo abrió sus puertas.
-
Depende del uso horario, ¿no cree Minerva?
-
¿Julia?
Hasta
que la voz de Julia le da la bienvenida a su gimnasio. Los ojos de
Minerva buscan ávidos la figura de Julia y cuando la encuentran se
abren asombrados por varias razones. Primera porque Julia esta
colgada del techo con extraño artilugio bocabajo, la segunda porque
en esa postura y de espaldas a ella, Minerva y sus ojos se empapan a
placer de la fornida espalda y glúteos de Julia y tercera, porque en
un rápido movimiento, Julia cae de frente y a un sólo paso de ella.
-
Llegaste justo a tiempo, Minerva.
-
Me mareas con el tratamiento, ahora usted, ahora tú- cualquier
tontería es válida, para Minerva. Lo que sea para no sucumbir a la
tentación de olvidarse de tratamientos y pegarse a la piel
traspirada de Julia, cubierta sólo por un pequeño top y unos
runnings.
-
Ven conmigo, después decidimos- Julia tira de ella cogiéndola de
una mano y Minerva no puede más que seguir al ímpetu de Julia. En
su rápido caminar por el gimnasio, no puede detenerse en ningún
detalle y en la nueva sala, en la que es introducida, no hay nada,
más que una enorme pantalla- Regreso en diez minutos.
Julia
se despide sin que Minerva halla podido abrir la boca para decir nada
y la pantalla se ilumina.
Minerva
observa la puerta por la que Julia ha salido y la pantalla, sin saber
muy bien que hacer. Pero entonces, la pantalla se enciende mostrando
imágenes de lo que parece un concierto.
-
No me lo puedo creer. ¿Fito?
Minerva
se deshace sin poder reaccionar, es un concierto en directo de Fito y
empieza su canción preferida.
"Lo
he intentado muchas veces pero nunca me ha salido puede que me falte
voluntad o que me sobre el vicio"
-
Julia....¡es la leche!!
AY AY AYYYYYYYYYYYYYYY
ResponderEliminarMÁSSSSSSSSSSSSSSSSSSSSS
ARTISTAZA graciasss