Wilson S.L. 81

La conversación con Adriana duro poco, la niña en la tranquilidad de su habitación, dando por hecho que acudiría al cumpleaños y con su Mami allí, pronto entendió que no había procedido como debiera.

Tras los besos y dulces palabras de despedida, Maca salió al salón. Donde se detuvo, disfrutando del olor y de las sensaciones de la noche. Pero debía marcharse, pese a las infinitas ganas de tumbarse allí mismo. En el sofá donde podría divisar ambas habitaciones, las de Adri y Anna.

Sin nada mejor que hacer,  finalmente tomó asiento en él, mirando ambas puertas. Pero entonces, un cuaderno enfundado en cuero, llamó su atención y recordó las palabras de Adri- Mama no deja de escribir y luego lo rompe- ¿sería el cuaderno que ya tenía en sus manos en el que escribía Anna?

Sin poder hacer caso a su propia advertencia de no invadir su intimidad, lo abrió y pronto se decepcionó, el folio en blanco parecía reírse por su atrevimiento. Pero la curiosidad ya estaba despierta y Maca busca ansiosa las hojas rotas por el alrededor. Una coqueta papelera la hace sonreír- ya te tengo- y no tardar mucho en cogerla y dejarla entre sus piernas.

Las primeras hojas arrugadas, apenas contienen números y alguna que otra palabra, hasta que una de ellas le hace dejar de buscar y aplanar el papel, sin que en su cabeza, deje de repetirse la frase leída- una y otra vez tu regresas- y esa frase tan repetida, pronto halla respuesta- porque una y otra vez, tú me esperas-.

La pequeña composición no sólo le hace sonreír sino que despierta en ella una bonita sensación juvenil, no estaría mal completarla en ese papel y que la dueña de esa hoja, pueda leerla. Decidida completa la frese iniciada por Anna en esa hoja arrugada, añadiendo como posdata un- síguela- y firma con el sello que lleva años dibujando, una M zurcada por una A.

Totalmente satisfecha, guarda la hoja en el cuaderno y decidida a no acabar aún la noche en esa casa, baja a la bodega familiar, dispuesta a elegir un buen vino.

Apenas unos minutos mas tarde Macarena llega a la habitación de Anna y como supone, Anna mira la noche, apoyada en el ventanal. No puede evitar quedarse quieta y disfrutar de la hermosa visión. Anna ahora viste un corto negligee, de color celeste oscuro, que por la brisa, se ciñe sobre su cuerpo.

Todo cuerpo de mujer embarazada, siempre le ha parecido una de las mayores bellezas de la naturaleza, pero el de Anna, eleva esa belleza a la  mitificación. Sus piernas continúan firmes, tersas, sus caderas se dejan definir por la seda y la barriga de apenas cinco meses se marca en la tela. Cuanto daría ahora mismo, por poder acercarse hasta ella en total confianza y acariciar esa barriga hasta la extenuación.

La siguiente opción, era tomar asiento allí mismo y contemplarla a placer bebiendo el vino elegido. Pero sabía, que tarde o temprano, Anna descubriría su presencia. Era hora de hablar y anunciar así, su presencia en esa habitación.

M: Un burdeos del noventa y siete- rompe el silencio y avanza hacia Anna, con la botella y dos copas de vino en la mano. Anna sólo suspira y apoya la nuca en el ventanal mostrando su largo cuello.

An: Mataría por media botella- ajena a lo que su imagen apoyada en ese ventanal supone para Macarena, contempla el estrellado cielo, en espera de que Maca llegue hasta ella.

M: Un par de dedos no le harán daño- prosigue tras un breve carraspeo, Anna no tiene la menor idea, de las consecuencias que cada pequeño gesto realizado por ella, tiene en Maca.

Los días sin verla, apenas breves conversaciones y de pronto, esta noche puede contemplarla como a ella siempre le gustó.

Por eso, en silencio, sirve las dos copas, y no queriendo desaprovechar la oportunidad, se sienta en el suelo, justo en su frente.

An: Hay sillas, para eso- sonríe Anna, moviendo el escaso caldo de su copa. Verla sentarse en el suelo, en pose distraída y en su frente, le provoca sonreír y relajarse un poco más.

M: Más a gusto así- se contagia de su sonrisa y Anna, eleva los ojos un segundo cuando la mirada de ambas se cruza chispeante- Jajaja, ¿que?

An: Se parece tanto a ti- susurra Anna, la imagen de Maca sentada en el suelo es idéntica, a la de Adriana, cuando ambas están solas y la niña se sienta igual, que ahora mismo lo hace Maca.

M: Odia los vestidos y se que tu crees, que debe adaptarse a vestir como la ocasión lo requiera, pero ahora mismo es sólo una cría. Dejémosla que elija en libertad, ya tendrá tiempo de acatar normas, protocolos y demás. ¿No te parece?

An: Uhm- apenas un susurro contesta Anna y provoca otro cruce de miradas. Ambas, esta vez se aguantan la mirada unos segundos, los necesarios, para que los ojos se reconozcan, sus pulsos se aceleren y deban entonces,  retirar la vista para no rendirse a la evidencia- Creo que Adri- pausa, para intentar adecuar las palabras y vuelta a engancharse visualmente, pero ahora Macarena le sonríe- Pues, ella yo creo que

M: No sólo porque quiera vestir eh, bueno...no sólo porque no quiera vestir con faldas y...significa que- pausa de Maca, ahora es Anna la que sonríe. No puede ser tan difícil, decir que Adriana muestra signos evidentes, de continuar la tendencia sexual de sus madres- ¿Te supone un problema?

An: No, pero tampoco una alegría. Habremos adelantado mucho, pero no me apetece nada que mi hija lo pase mal, reciba insultos, vejaciones o simplemente, de con una cabrona como yo que le haga la vida imposible- nueva pausa, realizada al ser consciente de lo que acaba de decir y otra vez, a quedarse mirando en completo silencio- Es tarde- aprovecha la hora, buscando poner un fin, a la penetrante mirada de Maca sobre ella. Pero no parece, que Maca vaya a ceder rápido. Lo que provoca que Anna suspire, rompiendo el contacto.

M: No todo fue tu culpa

An: No me apetece esto, Maca

M: Alguna vez, deberíamos hablarlo.

An: ¿Para que?

M: Para...

An: Es tarde

M: No lo es

Apenas unas frases intercambiadas, y la tensión entre ambas se palpa. Macarena termina por levantarse, no quiere desaprovechar la oportunidad y es la única forma, de que Anna le mantenga la mirada.

Dos pares de ojos que ahora si se miran por entero, dos cuerpos separados apenas por un metro. Una, la más morena, que quiere huir, y la  otra que no quiere dejar que huya.

An: Maca- súplica en forma de nombre. Anna es muy consciente de lo mucho que ambos cuerpos se atraen, pero no ha llegado a este punto, para acabar como tantas veces, enredadas entre sábanas sin nada claro, más que la absoluta y loca pasión que las une desde siempre.

M: Anna- para Maca no sólo existe esa atracción, ahora se le une el camisón marcando una barriga que la atrae por igual.

Instantes de rehuir miradas, de acercarse sin querer, de presentir el miedo que provocan los errores de siempre, pero no ser capaz de dejar de avanzar hasta ella. Ya no hay metro, un simple movimiento y estará acariciando su piel. La misma que la llama, a pesar de los años y de todo lo vivido- Podemos hacerlo

An: Nunca supimos

M: No somos las mismas

An: Muy de acuerdo, no nos veo.

Intento de Anna, de sobreprotegerse cruzándose de brazos, pero llega tarde, y llega tarde queriendo aunque se lo niegue. La mano de Maca ya está sobre su barriga y es increíble, el calor que transmite.

M: Me gustas a rabiar- pegada a ella, sólo girar levemente la cara y podría besarla, con su olor colándose por sus fosas, con su pecho atrayendo su mirada, Maca prosigue, dejando que las palabras salgan libres de su boca- como una obsesión perenne. No sabes las cosas que he hecho por ti. Auténticas barbaridades para creer que te tenía. Fui una miserable con Miriam

An: Maca no- la calla y no sólo con sus palabras. Aprovechando la cercanía, sella sus labios con los dedos, no estaba preparada para esta conversación y mucho menos, para el tema Miriam.

M: Llegue a sometizarla- poco le importan los dedos de Anna sellando sus labios.  Esa verdad la lleva dentro, arañándola y por primera vez es consciente, de que esa sensación le acompañará siempre- para someterte a ti. A eso llegue, Anna.

An: Maca- no hace falta más, para que Anna finalmente rompa los centímetros de separación y la envuelva con sus brazos. Tanto, como su barriga le permite- Si ella no hubiese consentido, no la habrías obligado.

M: No cambia como me siento

An: ¿Cumpliste con su familia?

M: Si, me encargue de traérsela y me ocupe de todo.

An: Con lejanía, empezaras a verlo diferente.

Ahora Anna no encuentra contestación, Macarena detiene todo pensamiento al estrecharse el abrazo. Ahora sólo hay Anna y su abrazo.

M: Me quedaría así, toda la noche.

An: Maca

Minutos más tarde, con esfuerzo el abrazo termina. Esfuerzo de las manos, cuando dejan de acariciar piel, esfuerzo de los labios cuando rozan mejillas y tímidos besan, ansiando más. Y esfuerzo de dos mujeres por igual, que luchan por no ceder a lo que ambas, desean. Fundirse, como muchas otras veces.

Apenas un leve saludo de despedida y con pesar caminar hasta la puerta, cerrarla y apoyarse en ella.

Anna en cambio, se queda contemplando la noche. Pero sólo unos segundos, el pulso acelerado, el ligero temblor, la necesidad de ella en definitiva, le hacen adentrarse en la habitación y buscar esa puerta.

La misma donde Maca, deja de apoyarse, dispuesta a volver a abrirla.

Dos mujeres y la sola separación de una puerta.

M: Anna

An: Maca

Oírse sin hacerlo, sentirse sin verse y es Anna, quien finalmente abre la puerta vencida. La quiera ahora y asume la derrota.

Nada más abrirla, el corazón de Maca parece resonar en toda la casa, un golpe que seco, que reaviva su pulso sin control.

Ad: Mami, ¿te quedas a dormir?

Y una niña, que no entiende de pulsos, deseos ni pasiones sin límite.