martes, 21 de mayo de 2013

Mi cincuenta claúsulas 5


Sentada en una de las impresionantes terrazas del Hotel One, de piernas cruzadas, observa la pista de baile y el escenario, situado a pocos metros de ella.

De entre las personas que bailan en esa pista, hay un grupo que destaca por su alboroto y que provoca en ella sonrisas continuas.

Pero no sólo sonríe constantemente, la manía o tic heredada de su madre, de acariciarse el gemelo izquierdo de su pierna con sus largas uñas, también.

- Deja de hacerlo- solicita su apuesto acompañante. Sentado a su izquierda, de blanco impoluto, también observa la pista de baile, sin olvidar estar al tanto de quien le ha pagado una semana en ese magnífico Hotel.

- Estoy sentada aquí, perdiendo miles de euros a cada minuto, escuchando una banda que bien podría cantar en cualquier metro por simples limosnas y aún así, me exiges que deje de hacerlo. Y yo cariño te debo preguntar, ¿el que?

- Quedamos en que los apelativos cariñosos usados sarcásticamente con tus empleados, debías dejar de utilizarlos.

- Técnicamente, no eres mi empleado.

- Uhm, admite discusión.

- No, no la admite

La mujer de largas piernas propias de un cuerpo de más de metro setenta, vestida con un corto y cómodo vestido blanco, descruza sus piernas para cambiar de apoyo e inconscientemente vuelve a acariciarse distraída la pierna. Pero sus ojos topan con los de su acompañante, quien espera la continuación de la conversación y aprovecha para regañarla por su incesante manía.
Consiguiendo que la mujer haga rodar sus ojos y chasquee con la lengua, acariciándose ahora su largo cuello.

- En definitiva, es como si tú organismo se negara a estar en quietud y calma. La música es agradable

- Parece, según grita el grupo de críos.

- Jajaja, no son críos. Apenas serán unos años menores que tu.

- Bien podrían pasar por adolescentes.

- Despedida de solteros, ya sabes, playa, alcohol, fiesta y playa, que en algún sitio deben dormir la mona- informa mirando al grupo y se pierde el destello de curiosidad en los oscuros ojos de la mujer.

- Ya veo que nada escapa a tu interés, ¿los que están destrozando la canción son los novios?- pregunta desviando la vista del escenario y mueve su melena oscura, dejándola caer suave sobre uno de sus hombros.

- Jajaja, pues....no tengo idea, pero me da que son, los dos que bailan super abrazados y no los que cantan.

- Aja, ¿guardan algo para la intimidad?

- ¿Están obligados a ello? Sólo bailan demostrándose el cariño que

- Jajaja, ¿cariño?

Dura contrincante gustosa, no de una oratoria incansable ni recargada, pero si de batallas dialécticas, que tienden a enjuiciciar sentenciando. Esa es una de las características, de la mujer que contrato sus servidos como terapeuta.

Pero ella desconoce que él, es un incansable profesional, que no se deja ganar con facilidad.

- Es sólo una demostración más, los sentimientos deben expresarse y nunca contenerse.

- Aja, pongamos un ejemplo.

- Lo tienes en el escenario. Él adora a esa mujer, fíjate en su cuerpo, tiende constantemente a buscar contacto físico con ella.

- Minerva

- ¿Perdona?

- Vociferaron su nombre- hace una pausa observando a la joven y pellizcándose el labio, continúa mientras mira ahora sus uñas- Equivale a Atenea en la mitología griega. Diosa de la sabiduría, las artes y de las técnicas de la guerra.

- Gentil, vivaz y amigable. Ama las innovaciones.

- Jajaja, ¿te gustan los nombres?

- Lo consulté, te note curiosa- sonriendo como ella, el terapeuta muestra su móvil, elevando ambas cejas.

- No por su nombre, aunque me gusta. Continúa con tu deducción.

- Por favor- el caballero abre los brazos molesto, ese punto lo creía corregido.

- Jajaja, mi petición iba cargada de amabilidad, se podía prescindir de ello.

- Imitamos relaciones sociales, sólo así puedo ayudarte.

- Con un amigo, mi frase hubiese acabado igual.

- Pero hubieses hecho lo mismo con un empleado. Quieres mejorar tú imagen respecto de ellos. Corregiremos, trata de acabar siempre una petición con por favor, después podrás elegir tu misma.

- Por esta noche, aprendí demasiado- descruzando sus piernas, sonríe de lado a su terapeuta, mientras recoge su bolso. Nada en los movimientos que realiza hasta que se incorpora de su silla, denotan sus verdaderas intenciones. No es que de por concluida la noche, que este cansada o que quiera  divertirse.

Es que la diosa protectora de Roma, ha bajado del escenario y se encamina hacia recepción. Posiblemente, vaya atender una llamada. Oportunidad perfecta, para devolverle la persecución por la playa y algo más.

Ya incorporada, se ajusta el vestido que se cierra sobre sus muslos y se despide de Joan, su terapeuta, hasta la mañana siguiente y camina tranquila hacia recepción.

Nada más atravesar las grandes puertas, localiza a Minerva o más bien su espalda. Y retiene una pequeña carcajada.

- E inquieta, Joan.

Murmura, viendo como Minerva, descalza de un pie, habla por teléfono sin dejar de hacer malabarismos con el pie que continúa calzado. Aprovechando que no puede verla, revisa su figura y sonríe acercándose a ella, tras su inspección.

A tan solo un paso de su espalda se detiene y espera que Minerva, se percaté de su cercana presencia.

Apenas unos segundos y ocurre, teléfono en mano Minerva se gira y sus ojos se llenan de sorpresa encontrándosela.

- Ocho veces- murmura dando un paso más hacia ella, quebrantando la distancia que propicia intimidad entre dos personas. Es más bajita que ella, metro sesenta y cinco, diría. Los tacones de ambas, son de altura aproximada.

- Ocho- contesta Minerva en apenas un susurro,  olvidando la conversación telefónica que mantiene con su madre y perdiéndose en los ojos verdes de la malvada efe dieciocho.

- Aja, ocho veces mojo su labio, ¿sabe lo que significa?

- Eh...bue..que.....pal, carajo- se desespera por los ojos que la continúan mirando divertidos a menos de medio metro de ella y por su recién descubierto tartamudeo nervioso.

- Jajaja- ríe disfrutando de los nervios que provoca su cercanía y decide abrir compuertas- ocho veces son ocho mordiscos, Minerva.

Y suelta bomba, que acompaña de una tentadora caricia en la espalda de Minerva que utiliza como despedida.

- Pa,l carajo. No la olí.

- ¿A quien Minerva?

- Eh....¿mamá?

- Si, ¿con quien sí no hablabas? ¿Que decías de ocho? ¿Minerva? ¿Sigues ahí vida?

La madre de Minerva continúa con su improvisado interrogatorio propiciado por el inquietante silencio de su hija Minerva.

Pero Minerva no puede contestarle, puede que ni la oiga. Culpa, de una hipnopia producida por un efe dieciocho de piernas de infarto, ojos de locura, voz de fuego y caminar de leopardo.



4 comentarios:

  1. Casa vez que esa mujer habla sube el pan. No se yo, hasta donde le aguntara Minerva. Me gusta el toque hot que hay en cada trozo de esta historia. Lo mueves de tal forma, que en apenas trozos la atraccion entre ambas es palpable. Me gusta y mucho. B, Jayssel.

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  2. ..... ''ojos de locura...piernas de infarto....y voz de fuego'''....Madre MÍA...esta Diosa sera como la de la foto que acompañas Escritora??

    .....En serio ahora....me encanta esta Historia y me encanta esa forma tuya de Escribir y de describir...Es todo un lujo leerte...Lo es

    Celeste-Negro

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  3. Si..Lo vuelvo a subrayar..todito Celeste...Me encanta el relato..casi empieza y ya..ufff a punto..ufff..Ademas Gemo...sabes como atarme a tus relatos..''ojos de locura..piernas de infarto..y voz de fuego..¿Quien resiste eso?...yo no mi niña...Lujazo tu..muaksss
    Otro para ti mi Dama del lago..aunque hace tiempo que no remamos mucho niña...jajajaja.
    .muaksss
    Divina-Wilson

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  4. Jajajajaja...
    me encanta esa mujer malvada, un poco amargada de la vida…sarcástica.....y para completar... piernas de infarto....ojos de locura, etc.... es perfecta....jajajajaja

    beijos

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