Bandolera 5

- Sush alto caballo- freno su caballo Carmen sin aún llegar. Sus ojos de lince le advirtieron, quien acompañaba a María esa mañana no era el bonachón de Gregorio, sino una moza de porte espectacular- Cosme, péinate esas cejas que hoy llevan mercancía especial.

- Jijiji Carmen, que ya lo dice tu madre....por unas faldas, mal te verás- la previno el pobre muchacho. ¿Pero quién podía frenar a una criatura criá en el monte?

- Mientras obtenga las faldas- dijo Carmen antes de espolear  a su caballo y tras subirse el pañuelo. Díscola y llena de vida, Carmen se acercó a unas faldas pa las que, como el trabuco que llevaba, no tenía pólvora que quemar.

María desde el carro y junto a su doña, la espero llegar. Seguro acompañada como siempre por ese chaval de hablar entablillado, con el que pocas palabras había intercambiado pero que habían sido suficientes, para pisparse de que más de un hervido le hacía falta. Sin ningún temor y hasta orgullosa del que ella creía ser un joven bandolero, viéndolo llegar ni siquiera recordó quien la acompañaba esa mañana, su Doña. Está a diferencia de ella, espero a los bandoleros a ojos entre cerrados. Muchos hombres tratados a lo largo de su vida, le daban la experiencia suficiente para saber buscar sus puntos flacos y tenerlos enganchados por donde más les podía doler su hombría. Como le había dicho María, ese bandolero apenas había dejado de ser un niño, ágil por cómo montaba el caballo, mal acompañado por otro joven de aspecto mucho más torpe, altanero el primero, risueño el segundo y ambos lo bastante precavidos como para cubrir su rostro con un pañuelo. Pero no así su voz. Mira que Cosme se lo había advertido a Carmen...por unas faldas mal te veras. Y es que Carmen confiada por ir en ese carro María, se acercó hasta ellas aminorando el paso del caballo, al ritmo de unas bulerías que ella misma cantaba.

- ¡Ay! No te arrimes a lo zarzales. Los zarzales tienen púas y rompen los delantales...en lo alto del cerro de palomares, en lo alto la sierra de palomares unos dicen que nones y otros que pares- cantaba despreocupada. Sería otra moza del cortijo la que acompañaba a María. Eso sí, lo suficientemente guapa como para tararearle en especial el tango que concluyó prácticamente robándole el aliento o eso se creía ella. A la Doña no le pasó por alto, primero la gracia del muerto hambre y segundo su tono afeminado, aunque Carmen al hablar quisiera disimularlo- Había yo dao los buenos días hará tres toques de campana...pero ahora es cuando en verdad lo son, mocitas de primavera-las piropeo, cucandole un ojo a María y siendo apartada por la otra.

- Mucha palabrería gasta el gachi..María-arreglando su falda con genio, la doña no perdió detalle de la respuesta del pordiosero. Mientras María, vigilaba a una y al supuesto otro.

- Jajaja...toda la del mundo, si el resultado es que me vuelvas a mirar- fue la respuesta de Carmen, queriendo que María no sufriera su desparpajo.

- Ningun interes halló en ti- respondió la Doña, sonriendo por dentro. Tenía picardía el malaje y para ser lo que era, el bandio olía demasiado bien. 

- Los zarzales tienen púas-musitó Carmen. Porque esa mujer, eso mismo se le antojaba que era. Un zarzal que engaña en primavera. Verde y enredoso, para encerrar dentro alguna mora salvaje apetecible. De esas por las que meter la mano y arañarse el brazo entero. Lo mismito que parecía esa moza, altanera y contestona. Si bien, no quitaba que Cosme le diera una patada privándola de poder engancharse a tan arisca mujer. Lo primero era lo primero, llevar de regreso a la Cuevas algo rico que echarse a la boca- De tus púas..ya me ocupo otro día-le dijo a quien sin ella saberlo, era la dueña de ese carro. Ahora, sus miradas volvieron a encontrarse y un suspirito se guardó Carmen. Que ojazos tenían las jodias púas y qué difícil iba a ser callar sus arañazos.

- Quisieras tú tener ese poder. No se para que detuviste nuestro camino, pero vete apartando que en el Cortijo nos esperan-blandió sus púas la doña. Para esas alturas María se había erguido en su asiento. Conocía de sobra la mirada de su Doña, y le indicaba clarito las ganas y la diversión que le estaba suponiendo achantar al chaval. Pero por otro lado, también iba conociendo al chaval y no es que este, mostrará formas obedientes.

- Y lo seguirán haciendo, una vez yo termine-contestó Carmen, empezando a enfadarse. Por eso, guió  el caballo hasta la parte trasera del carro y con soltura retiró la lona que cubría la mercancía comprada en el pueblo. A María se conformaba con cogerle prestado algún queso y poco más, pero a esa contestona era capaz de cogerle medio carro, aunque para eso, las púas del zarzal deberían haberse quedado sentaditas y calladas, cosa que no ocurrió. Para asombro de María, que ya se santiguaba, la doña salto a la parte de atrás y colocando una pierna sobre uno de los toneles, planto cara a Carmen.

- Ya puedes pensar que terminaste y seguir tu camino. Abre bien esas orejas...María es una cosa y otra bien distinta soy yo. De este carro no tocas nada- firme en su propósito, por dentro sonrío esperando que el bandolero algo dijese. Claro que, ella no era consciente de los efectos de su pierna sobre ese tonel. El mismo Cosme abrió la boca al verle las enaguas. No podían ellos sorprenderse por la desnudez de ese firme y terso muslo femenino, pero sí de las enaguas que lo cubrían en partes. María como Cosme abrió la boca. Si eso dos entendía de telas, sabrían que la Doña no podía ser una simple moza para llevarlas. Por segundos, el silencio presidió el camino. La doña orgullosa del efecto de su pierna en el bandolero, Cosme babeando por tocar esa fina tela y María rezando para sus adentros por el bien de todos. Hasta que Carmen carraspeo y al hacerlo se encontró con la mirada burlona de la moza. Qué fácil se lo había puesto. La pierna eterna de esa mujer, pisaba un barril que estaba demasiado cerca de la puerta trasera del carro. Bastaba abrirla y...- Ahhhhh....granuja de poca monta-se escuchó el quejido de la doña cayendo de culo sobre su propio carro. Se carcajeó el ingenuo de Cosme e incluso estuvo a punto de hacerlo María, sino fuera porque su Doña la miro aún con las piernas pedaleando contra la nada. 

- Venía buscando la sonrisa de María y puede que un trozo de queso, ahora veo que a cambio..deberé dar una lección de modales a un zarzal- disfrutando la situación, Carmen se creció- en lo alto del cerro de palomares, en lo alto la sierra de palomares unos dicen que nones y otros que pares....