sábado, 31 de octubre de 2015

Bandolera 3


Carrera por la vega venía, pero como siempre, Carmen dejaba ganar al chaval. Así hubieran llegado de vuelta a las cuevas, pero el ruido de un carromato detuvo a Carmen. Con astucia mandó parar a Cosme y los dos callaos, como buenos bandoleros, se escondieron entre arbustos. 
- Sush....parece un carro de víveres- informó Carmen sonriendo. Ser de ley, no implicaba para ella, dejar de detener ese carro y compartir lo que hubiera en él- Tú a vigilar mis espaldas. Veamos que llevan ese carro- espoleó su caballo Carmen y sus ojos de bandolera acostumbrados a rastrear, la posicionaron rápido. El carro era guiado por un campechano acompañado por una mujer de parecida edad. Tras ellos iba un jinete, seguramente escoltandolos. Las dimensiones del carro y lo poco que pudo ver de su cargamento, provocaron que le rugieran las tripas. Serían criados de algún Cortijo llevando víveres comprados en el pueblo. Sin llegar hasta ellos aminoró el galope de su caballo, sin que sus tripas se callasen. Habría quesos y alguna pata de jamón. A saber cuanto llevaba la cantaora sin catar nada parecido. Demasiados días por el monte se habían llevado, para llegar a esas tierras. Por no recordar, ni recordaba lo que era comerse un pan recién horneado. Que carita pondría su madre, de poder llevarle un trozo tocino. Puede que también llevasen vino, el vaquilla nunca podría decir que no a un chato de vino. Y eso sin pensar en los críos; de seguro se volverían locos de poder llevarse a la boca una buena mojada en ajo tostado. Pocos principios podían regirla, si la boca se le hacía agua pensando en el carro. A lo único que atinó fue a obsevar al escolta. Jinete de poca monta, prestado de escolta sin ninguna vocación. Sonriendo, fijó su vista en el camino de Álamos que había metros adelante. El jinete no iba a ser problema y no lo fue. Con él liquidado gracias a una cuerda y varios chopos, a Carmen le tocó galopar hasta alcanzar al carro, sin que la pareja que en él iba, se dieran cuenta que habían perdido al jinete. Cubriendo su rostro con un pañuelo, los alcanzó y con sobrada experiencia los sobrepasó, provocando que el hombre tirase de las riendas y frenase el carro.
- Por la Virgen Macarena- gritó la mujer aporreando el brazo del hombre- Gregorio que nos matas- echándole la culpa, la mujer no se fijo en el trabuco que su marido si veía. El mismo con el que Carmen los apuntaba. El hombre al ver el trabuco trago saliva. A ojos de Carmen, ese hombre estaba más acostumbrado a guiar ganado, que a otra cosa. Bastante tenía el pobre con no mearse encima, mientras la gruesa mujer le clavaba las uñas aún regañandolo. Fue el hombre el que la señaló, haciendo callar a la mujer, que ahora si que le clavaba las uñas, quedándose blanca de la impresión.
- Sush...vamos a llevarnos bien y no pasará nada- les dijo Carmen, sonriendo bajo el pañuelo. La imagen de la pareja era de lo más adorable. A esa distancia podía oler quien mandaba de entre los dos. No podía hacerlo el hombre; canoso de generosa barriga. Al gachi se le notaban los buenos pucheros que seguro la mujer, entraita en carnes y cara redondita le preparaba. Daba para reír, ver como la mujer murmuraba sin parar. Seguro lo estaría regañando; "Te dije de ir por el camino la venta, veras si no llegamos con el carro, ay marido que nos cosen a tiros". Nada de eso iba a pasar. Carmen sólo quería asustarlos lo justo y mucho tiempo tampoco es que tuviera, el jinete debería aparecer de un momento a otro.
- María por tu madre que en paz descanse, haz lo que te diga este hombre- decía Gregorio entre dientes conociendo a su mujer. Si el carro fuera suyo, María no daría problemas, pero siendo de su Doña, daría follon al bandolero que un poquito esmirriado estaba.
- Calla ya...si fueras un hombre de verdad, lo pararías. Sino tiene carne sobre hueso- lo calló María examinando a lo que ellos creían un bandolero. El muchacho gastaba dos ojos muy jóvenes y por dios santísimo, tenía más cuerpo de mujer que de hombre. Esa cintura tan estrecha y esos brazos de alambre, no aguantarían una buena tarascada suya. Que se acercara más y se iba a enterar. 
- Su marido tie razón. A lo que yo añadiría, que quieta y calla, está usted  de muy buen ver- la piropeo Carmen. La mujer era al final...mujer y un piropo tras otro, no le caería mal.
- Ay Gregorio- entre ofendida y complacida, Maria se removió en el carro. ¿Cuánto hacía que no le habían echado un piropo? Tenía que venir un bandolero, lozano y bien hermoso a decírselo. Estaría de Dios que así fuera.
- María- la regañó Gregorio. Se había sonrojado la joia, por dos palabras de naah- Haz el favor que estoy aquí.
- Calla un momento, a ver que quiere el muchacho- lo volvió a callar María, preocupada de pronto por su peinado y ropajes. Discutiendo entre ellos, más de una sonrisa le sacaron a Carmen. Menos mal que su nariz le daba que ese cargamento no era de ellos o habría sido imposible para ella robarles nada. Con Gregorio mirando desconfiado a su mujer y con esta acicalándose, fue fácil para Carmen relajarse y cantar alguna coplilla mientras destapaba el carro. Como estaba mandado en su ley, cortejando lo justito a la coqueta mujer.
- La luna te besa tus lagrimas puras, como una promesa de buena ventura- cantaba Carmen guardándose de que Maria supiera que era para ella, mientras se llevaba una decepción al descubrir el carro. Ahí no había tocino, ni ristras de morcillas, ni mucho menos jamón de buena crianza. Todo eran sacos de alubias, garbanzos, más conservas de todo tipo. Bueno, ya sabría su mare que cocinar con ellos- La niña del fuego te llama la gente y te estan dejando que mueras de sed- prosiguió Carmen sin dejar su exámen del carro. Bien mirado, el carro valía un buen puñao de reales y ese cargamento la tenía mosca. Observando de nuevo a la pareja, tropezó con la sonrisa de María.
- Ties bonita voz, malaje- le dijo la mujer sin perder la rojez de su mejillas y Carmen lo supo. Era un matrimonio hartito de trabajar, seguro que para algún bueno para nada, que los esclavizaba en sus tierras. Bendita tierra su Andalucía, siempre achantá. Yendo a por María, supo que hacer.
- Dentro de mi alma yo tengo una fuente 
pa'que tu culpita se incline a beber- cantándole bajito, terminó obteniendo un suspiro de María y una nueva queja de Gregorio. Después silbo alto para que Cosme llegase hasta ella y mientras lo hacía, dio su golpe- En este carro no llevas los reales que se te dan. Yo me coso la boca y na le digo al dueño del carro y a cambio tú, niña del fuego, me das alguna propina de lo que llevas ahí- dijo y el escándalo en María se hizo presente. La mujer quiso negar sus palabras indiganada, pero no había caso, Carmen había dado en la clave- Mira las manos de tu marido, llenas de callos de tanto trabajar. No sois esclavos, pero como si lo fuerais os veis abocados a engañar y guardar así algún real. Vuestras manos no siempre estarán fuertes y vergüenza ninguna os tiene que dar.
- Jijijiji- reía Cosme al llegar hasta ellos habiéndola escuchado. Devoción le tenía a Carmen por esas cosas y por eso también estaba a punto de irsele la lengua- es muy listao cuando quiere- rectificó el pobre Cosme para beneplácito de Carmen. Mucho mejor que pensaran que era hombre. El trato estuvo hecho y Carmen y Cosme se llevaron buena recompensa. 
Pero María por mucho que pensase en su vejez, era una mujer de ley, honrada y buena sirvienta. Ni tres encuentros más con el  guapo bandolero se dieron, para que su Doña le dijese la verdad.
Poco tuvo que insistir con ella la dueña del carro y del Cortijo. Años compartiendo con María, le daban para conocerla. María había pasado de estar muerta de miedo por los bandoleros llegados, a no querer escolta en sus faenas y hablar maravillas de esa gente. Y no fue sólo eso, también ciudadaba en exceso, para lo que era ella, sus ropajes cuando iba al pueblo, y buenas discusiones le costaban con Gregorio. Éste podía ser basto como un arao, pero para María era sagrao e intocable.
- ¿Cuántos paseos voy a necesitar para que me digas en qué andas María?- paseando con ella por su Cortijo le preguntó y antes de que María le contestase tuvo que echarse a reír. María caminaba a su lado guardándose del sol, como ella misma hacía. ¿Desde cuando a María le preocupaba el tono de su piel?
- No me haga esto Doña, que se me cae la cara de vergüenza ante usted. Pero es que..es tan zalamero, me canta y dice unas cosas..que si usted me viera a mi edad...- suspirando, María miró el camino principal por donde cada semana partía a su encuentro con el bandolero- No sabe que carita pone por un trozo tocino pa su mare. Hubiera querido Dios darme un hijo, que sonriese así por mí...ojalá así hubiera sido- prosiguió María emocionandose. Confesar que estaba prendaita por una criatura que apuntaba con un trabuco sin pólvora que quemar, fue lo de menos comparado con confesarle su robo. Pero su Doña, leal como ella misma le era, le restó importancia, sin dejar de regañarla por no haberlo pedido. Abrazándose entre las dos quedó todo apañado, pero a la Doña le picó la curiosidad por el bandolero que sonrojaba a María.
- Mañana ire contigo a las compras, no me pierdo yo verte suspirando por un varón que no sea Gregorio- le dijo su Doña divertida y picarona.
- Ay Doña...ayyyy, es un bandío. Por la Virgen de estas tierras que lo es.



3 comentarios:

  1. Genial, yo tambien espero ese encuentro y que salga la verdadera personalidad del Bandolero, jajajja

    Gracias.

    A.

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  2. Madre mia...impaciente por ese encuentro tambien y que salga lo que quiera pero que salga A....jaajajaja

    Gracias Gemo_Divina_Wilson

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  3. ¿Por dónde anda la bandolera?..¿no sigues Gemo?, pintaba bien la historia..

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