sábado, 3 de enero de 2015

Bajo tu muérdago 6


El discurso de Mamen fue el pistoletazo de salida para que los huéspedes fuesen sentándose a su aire, pero dentro del orden que con anterioridad había elegido ella. Lo quería tal cual lo había disfrutado en su infancia; todos revueltos para que la conversación fluyera entre unos y otros, y sobre todo para que entre todos, por desconocidos que fuesen, conectarán  impidiendo que nadie se sintiese solo.
Bueno, pensar en esa disposición era recordar al momento a su abuela Carmen y su generosidad innata, más traslúcida en fechas como la Navidad- Invité a Julio, el pobre se quedó solo tras perder a su Charo- común era que su abuela invitase a gente que no era familia, vecinos o simples conocidos y por esa gente, era que hoy en día ella podía recordar noches de Navidad preciosas, porque claramente habían enriquecido esas entrañables noches.

Lo que en aquellos tiempos Mamen no tenía, era una mujer de profunda mirada e inquebrantable tesón para sostenersela. Por favor, se ve que la mujer no tenía bastante con haber provocado que su pecho ardiese que seguía incitándola en la distancia.
- Creí a Anabel más anti-social de lo que en verdad está siendo- dijo Fede cuidándose de que sólo lo escuchasen su mujer y hermana. Obviamente se estaba refiriendo a la mujer que no dejaba de mirar a su hermana.
- Naah- dejando la copa en la mesa, tras un buen sorbo Mirta se prestó a dar su opinión- Perdió a sus padres hace tiempo ya, hija única y acaba de mudarse de ciudad por trabajo.... No le tiene mucha estima a estas fiestas- demostró saber mucho más que la sorprendida Mamen. La misma que la miraba sin pestañear- Jajaja, por lo menos he conseguido que la dejes de mirar, vas a derretirla- divertidisima con la situación no dejó de guasearse de su pobre cuñada.
- Yo diría que es Anabel quien la mira, ¿no?- dijo Fede y no, no llevaba mucha razón.
Porque si Anabel miraba a Mamen ésta no se quedaba atrás mirando a Anabel. Un salón con unas cuarenta personas allí cenando y dos, que lo hacían sin dejar de estar atenta a la otra. Como polos enfrentados, que no pudieran luchar contra la fuerza física que las llevaba a obsevarse, mirarse y no perderse de vista. Así difícil que Mamen no recordarse las palabras de Mirta recibidas de su madre; Personas con encanto especial que te atrapan en simples detalles como la forma de fumar...Anabel, la morena de oscuros ojos, huidiza y de escueta e irónica conversación no fumaba, pero si cogía la copa de vino como el mismísimo Dios del vino, si es que alguna de las antiguas civilizaciones dispuso que hubiese un Dios de tan rico caldo. Lo que llevó a Mamen a fijarse en sus mano; grandes y huesudas, movía sus dedos con suma delicadeza. Bueno ese era un detalle que no ayudaba a calmar el incendio que continuaba dentro de sí, tampoco fijarse en sus labios gruesos de amplia sonrisa de los que Mamen ya conocía su suavidad y calidez. Demasiado encanto le estaba viendo y no ayudaba, que las primeras copas de vino tomadas, estuviesen subiéndosele a la cabeza. Obvio, llevaba todo el día preparando la celebración en la que se encontraban y no recordaba haberse parado a comer nada. Lo mejor era volver a sus funciones, quería que la gente se sintiese de lo más a gusto y que nada faltase. Así dejó su cómodo asiento y a la dueña de sus llamaradas, para pasearse por las mesas cuidando de que todo estuviese bien. Pero ni modo, de pie y entre conversaciones la sensación de ser ardientemente espiada, fue peor y su excitación mayor. De no haber conseguido su sueño de una cena familiar entre desconocidos ahora mismo podría dejarlo todo y acudir a la mesa de Anabel para sacarla de ahí y llevársela a cualquier sitio que le permitiera hablarle de locuras inesperadas. Un lugar donde decirle- La madre de mi cuñada dice que esto que nos pasa, se cura follando- sin duda sería un buen resumen antes de prestarse a dejarse llevar por una pasión  imposible de contener. De mesa a mesa, volvió a tropezar con sus ojos negros, y éstos con mucha picardía le señalaron el techo.
- Por favor- exclamó Mamen en voz alta al darse cuenta de que era lo que Anabel quería que viese en ese techo. Los muérdagos que seguían colgados esperando que ella fallase y se colocase de nuevo bajo uno de ellos. Vale, podría jugar con Anabel de dos formas; una picandola no cayendo en ningún muérdago y otra, plantarse debajo de uno para provocarla. Pero no, esa segunda opción era demasiado fácil y Mamen se decidió mejor por la primera, no sin sonreirle con chulería a lo que Anabel rió sobre su copa de vino. 
Pues si, tanta novela romántica leída que le hacía soñar con tener una aventura loca y mira por donde, en una de las noches preferidas del año podría dársele. Vale, ya estaba ilusionandose e incluso viéndose contra su boca arrancandole gemidos- Será el champán, será el licor, pero ésta noche...moriría por vos- canturreo dándose cuenta que ella era una   aventura sentirse de excelente humor a la par que un poquito nublada por el vino y ardiendo en deseos con nombre de mujer; Anabel. Que corriese el champán, el vino, el confeti y porqué no, la locuraaaaaaaaa.
Pues si, ni por asomo iba a desperdiciar que la ocasión de intercambiar opiniones a la par que miradas con Anabel. Ésta con un tazón de caldo casero receta de la abuela Carmen, había dejado la mesa donde estaba sentada para irse a la chimenea. Increíble para Mamen sentir, como una espalda podía decirle tanto. La de Anabel, de cara al fuego de la chimenea, le hablaba de nostalgias y también, de deseos por descubrir la piel que escondía un jersey de punto de enorme cuello. Desde luego que la moda de  senderista había mejorado muchísimo. Los pantalones de pana bien pegaditos que acompañaban al jersey de enorme cuello también le hablaban, estos de un cuerpo fibroso que descorchaba su lujuria. Podía verse trepando por sus caderas caminito a su boca, ayudada por unos brazos fuertes y seguros. Mi madre, debía dejar el vino y debía decirle algo, ahora que como ella miraba el fuego.
- Al final cediste a la tradición- le dijo parada junto a ella, sonriendose. Era bestial sentir esa corriente que circulaba entre ambas y era increíble sentir unas ganas inmensas, que le atenazaban hasta el estómago, de morderle directamente la media sonrisa con que Anabel la escuchaba- Lo que más me gusta de ésta noche con diferencia, es la predisposición de la gente a pasarla bien. Por una noche, intentamos olvidarnos de hipotecas, riñas familiares, problemas en el trabajo, si es que se tiene la suerte de tenerlo, olvidarse de lo que sea...la cosa es sonreír, brindar y divertirse- monologueo inquieta. Anabel se había girado lo suficiente para desbordarla con su mirada y madre mía, fue mirarla ella y contener el aliento. Desde luego que le estaba cogiendo devoción a su sonrisa chulesca y medio burlona acompañada de  dos hoyuelos que merecían toda su atención.
- En verdad- bajando la voz le habló Anabel, desatando sus ganas de chillarle. No se podía estar más buena, ni saber manejarlo mejor de  lo que Anabel lo hacía- a lo que he cedido es a divertirme- prosiguió dando un paso atrás que la colocó justo debajo de un muérdago.
- Jajaja, no por favor- se cubrió el rostro Mamen al verla mirar el muérdago esperando su beso y el sonrojo fue inmediato, cuando el salón con evidentes ganas de cachondeo, se pisparon de la situación.
- Vamos.. Ven y cumple con la tradición- la animó Anabel y Mamen deseó con todas sus fuerzas que justo en ese instante, diesen las doce de la noche. Su mayor deseo, ya estaba dispuesto a ser pedido. Pero no eran las doce de la noche, no aún y Anabel junto con todo el salón, incluida Mirta muerta de risa, esperaban que le diera un beso.
- Va...va, ya va- pidió calma y le encantó ver los ojos brillantes de Anabel esperándola. A tomar por saco, era fin de año y besar bajo el muérdago pasaba a ser su más querida tradición. Decidida y entre gracias al personal, dió los pasos que las separaban con exagerada elegancia, provocando el entusiasmo de su público y con ganas de jugar y de no darle la victoria, cuando llegó hasta Anabel no se pensó donde besarla. Su hoyuelo izquierdo se llevó el premio y los  aplausos y algo más- Uhm...me encanta- confesó bien bajito y si antes, el pecho le ardía, ahora mirándose en los ojos de Anabel, directamente le explotaba como si en él tuviese los cohetes perfectos para los más apoteósicos fuegos artificiales. 
Mamen había sido la protagonista de los dos primeros besos bajo el muérdago dados en ese salón, después se le fue uniendo gente que bien caía sin saberlo bajo ellos o lo hacía a propósito. La consecuencia fue, que entre vítores, risas, brindis, aplausos y charlas de lo más entretenidas, llegaron las once y cincuenta y cinco minutos y con ellas, la cuenta atrás para recibir un nuevo año.



1 comentario:

  1. ....GRACIAS....POR ¡¡¡TANTO¡¡¡¡

    POR FIN...POR FIN PUEDO IR PONIENDOME AL DÍA...
    ES TODO UN LUJAZO LEERTE ESCRITORA..

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