Mi cincuenta cláusulas 115

Tras la consulta en la clínica, Minerva caminaba de regreso al coche junto a su madre en silencio. Adela conociendo a su hija, imaginaba que aún no estaba preparada para ser madre o simplemente, los planes de maternidad se le habían adelantado sin estar del todo preparada. Desesperándose por el silencio que mantenía su hija, fue ella quien hablo todo lo sincera que pudo.

- A ver cariño, entiendo que no te veías siendo madre ya, que además querías hacer muchas cosas antes, pero también debes pensar que Julia no es una cría, de hecho tiene ya una edad, y de todas formas, por suerte no vais apuradas económicamente y un hijo, prácticamente no alteraría vuestra vida y- detuvo su discurso al ver como su hija se detenía y le daba frente totalmente emocionada- Ay cariño, ven aquí- pidió envolviéndola entre sus brazos, donde Minerva rompió a llorar de emoción- Pues nada, abuela que no me llame, que aún soy joven.

- Jajaja, Dios es...- emocionada se dejó limpiar el rostro por su madre, mientras el corazón amenazaba con salirsele por la boca y volar directo a Mónaco- es Julia Arango, Mama. Es la mujer que ha tenido lo que ha querido. La he visto consentirme a mitad de la noche porque antes de dormir he comentado que me apetecía cualquier cosa, no se le ha escapado nada de lo que ha deseado y ahora, ahora esta esperando y sin presionarme a que yo me decida, ¿entiendes como me hace sentir?

- Por supuesto- contestó su madre contagiada por la emoción que destilaba su hija- ¿Los llamas y les das la noticia?

- No, prefiero en persona- contestó Minerva pensando en como poder viajar hasta Mónaco, donde Julia y Guillermo asistían a un enlace matrimonial.

No pudo ser Araceli quien la acompañase y Guillermo siempre ávido de conocer gente importante en el mundo de los negocios, se ofreció encantado. A pesar de sus continuos piques, ambos congeniaban de maravilla y podían ser igual de sibaritas. De hecho a esas horas, tomaban un borgoña en el puerto de Fontvieille.

Para Julia era fácil reconocer entre las lujosas terrazas a quienes como ellos, estaban en Mónaco por la celebración de la boda de Ricardo Burtier, no así para Guillermo quien no podía distinguir poder entre el poder.

- Es aquí donde uno entiende las diferencias con Madrid. Leí que en Madrid el turismo exclusivo solo se deja trescientos millones de euros, mientras en ciudades como ésta las cifras son astronómicas- decía Guillermo disfrutando de su copa de vino, en el exclusivo puerto. Julia sonreía consciente de lo mucho que estaba disfrutando su suegro en este viaje y trató, de que no se diese cuenta de la mujer que a metros de ambos, mantenía la mirada posada en ella- Basta haber visto los folletos que nos dieron nada más aterrizamos aquí...tienen las más altas boutiques y bueno...lo otro también- sonrió socarrón. En esos folletos no sólo se ofrecían las más exclusivas joyas o prendas de vestir, también incluía oferta sexual- ¡Que carajo!- exclamó retrepándose cual marajá- Este viajecito tenemos que repetirlo más veces- prosiguió entusiasmado-disfrutar de una copa de vino, charlas de negocios, bonitas mujeres- gesticulo evidenciando que si se había dado cuenta de la mujer que continuaba con su atención puesta en Julia- y en definitiva, disfrutar de unos días como dos tíos a su aire, pero siempre respetando.

- Correcto, pero olvidas que adoro ser mujer- contradijo Julia observando bajo sus gafas de sol, los movimientos de la mujer.

- Perfecta no podías ser y perdona, pero creo que me mira a mi. Obvio por otra parte- dijo Guillermo siempre subido a su propia nube cargada de ego.

- Claro, claro- le dio razón sonriendo levemente a la hermosa mujer que a espaldas de Guillermo le brindaba su copa.

Entre bromas y piques, lo cierto es que entre ambos se había forjado una singular amistad más allá de su vínculo familiar. Ambos muy parecidos y de gustos similares, les estaba siendo sumamente  agradable compartir ese viaje. Aun en esa terraza, los dos tuvieron que incorporarse para saludar a dos damas, conocidas de Julia.

- Que gusto encontrarte, Julia- dijo una de ellas tras los corteses saludos- Íbamos a las boutiques del centro, seguro a Minerva le gustara, ¿donde la tienes?

-  El gusto es siempre mio, están ambas increíbles. Minerva no pudo acompañarme en esta ocasión, tuvo que quedarse en Madrid por trabajo- las informo Julia desplegando todo su encanto, mientras Guillermo se hinchaba cómo un pavo. Su hija, ya estaba incluida entre esa alta sociedad.

Y mientras tanto en Madrid, Minerva se volcaba en el próximo reportaje a realizar en Isla Carmen. Si apuraba el tiempo y dejaba todo listo, podía volar a Mónaco, despertar junto a Julia, asistir con ella al campeonato de Fórmula Uno y marcharse después a la paradisíaca isla de México. Dispuesta a ello, no salio del estudio de Vanity y apenas se comunico con Julia, no queriendo que nada ni ella misma, le entretuviese. Agotada pero feliz, subió en el avión de Julia cuando ésta se encontraba en los jardines del hotel elegido para la celebración de la boda.

Como sabía, la elegante y llamativa mujer del puerto, era una de las invitadas a tan renombrado enlace y fue en esos jardines, donde la mujer se acercó hasta ella.

- Hermosa noche, ¿no le parece?- pregunto la mujer, sutilmente parada a su lado- Soy Helena Prive, creo que no nos presentaron.

- Julia Arango, y no, de haberlo hecho la recordaría sin dudar.

Dos horas más tarde, Minerva aterrizaba en Mónaco y se dirigía al Hotel donde Julia y su padre se alojaban. Exhausta, apenas examinó la suite de Julia y tras una rápida ducha, se dejó caer en la cama. No sabia que hora seria, cuando la puerta del loft principal se abría y a la habitación llegaba la voz de Julia hablando con una mujer.

De pronto, toda la seguridad y confianza puestas en Julia, parecían estallarle en la cara y con verdadero pánico se levantó de la cama, dispuesta a romperse el corazón, con lo que se encontrase tras la puerta.