A
media tarde el Cortijo abrió sus puertas para recibir a las más
altas personalidades de la sociedad andaluza y del toro.
El
cortijo Malvarrosas, por muchos años guardaba y honraba la fama de
dar a sus visitas las mejores noches de zambra bajo la luna.
Rememorando
las antiguas noches, donde los jóvenes muletillas se iban al campo
en busca del toro y sus mozas novias se juntaban frente a una lumbre
a cantar y bailar su miedo por ellos.
Escuchando
los coches llegar y las voces de sus dueños, María Eugenia se miró
al espejo y contempló su belleza en el. Vestida con un flamenco
vestido, ajustaito a sus medidas, sonrió con un halo de tristeza.
Como le gustaría a María Eugenia que su cintura ésta noche tuviera
como dueños los brazos de su Candela. Presentarla a su gente a
barbilla levantada, que con sólo veinte primaveras, esa niña lo
está siendo todo para ella. ¿Pero que dirían? No te conviene María
Eugenia. Como juego está bien. Déjala ir, apenas está comenzando a
vivir.
-
Basta- se regaño así misma y retoco sus ojos negros. Era hora de
ser la María Eugenia de siempre. Complacer a sus visitas con bailes
y buen vino, y desear que las horas pasasen rápido y mañana al
alba, buscar a Candela y fundirse con ella.
Lista
para salir, se detuvo a las puertas de la alcoba de su hermana y tras
dudar, entró en ella tras dos golpes. En la habitación, su hermana
estaba sentada cara al pequeño balcón.
-
¿Francisco?- le preguntó por su hijo y su hermana no se inmutó-
María Cristina, te estoy hablando.
-
En Paco no acabo el linaje Pavillas- dijo María Cristina tras un
largo silencio, con la vista perdida en la Serranía propiedad de su
hermana. María Eugenia se estremeció al escucharla hablar de su
fallecido marido.
-
¿Que hablas de mi Paco?- se acercó a ella María Eugenia, pero su
hermana se mecía en la mecedora sin prestarle atención. Conociendo
su enfermedad, María Eugenia supo, que su hermana ya no hablaría
más y siguió su vista hasta topar con la casona, donde se guardaban
como en museo los trajes y triunfos del fallecido Maestro Pavillas.
Casona, donde sus ahijados se entrenaban en el toreo de salón-
Francisco estará allí- se dijo para sí, dispuesta a buscarlo. Con
un suave beso en la frente de su hermana se despidió de ella y
cuando salía por las puertas, la escucho decir.
-
Déjala que hoy sepa de ti. Esa niña no puede hacerte ningún mal,
sólo ve por tus ojos.
Tan
fácil a ojos de su pobre hermana y tan difícil que resultaba para
ella. Su idea de buscar a su pequeño hijo, fue interrumpida por su
capataz. Quien gallardo y engalanado, la esperaba a las puertas del
Cortijo.
-
No hay belleza que pueda competir con sus ojos negros como la noche-
la piropeo a pecho hinchado pavoneándose. Pero María Eugenia no le
echo cuentas a su plumaje gallardo.
-
¿Mi hijo?- le preguntó queriendo ir a buscarlo, pero el capataz fue
más hábil, queriendo pavonearse delante de los invitados.
-
Su hijo anda jugando con la Niña los Picos, dejemos a los críos y
salude a sus invitados. Sea la envidia de esas mujeres y el deseo de
esos hombres, que andan locos esperando verla aparecer- la tomo de la
cintura, dispuesto a llevarla con él y María Eugenia se dejo guiar,
padeciendo el golpetazo que su corazón había sufrido. Su hijo y la
Niña los Picos, juntos- No guarde reservas sobre la niña Candela,
ha hecho muy buenas migas con Francisco y su crío esta prendado de
ella. Es buena niña, esa Candela.
Escucharlo
hablar con tanta confianza de Candela, le dio un respiro a su
corazón, lo que no le daba respiro era la emoción de conocer que su
pequeño y Candela, bien se llevaban. Sino hubiese sido por las
visitas, habría corrido haciéndole caso a su hermana a la
Casona-Museo, donde Candela ensayaba toreo de salón, rodeada de
espejos.
La
boca a medio abrir, capote en verónica y un crío de apenas un
metro, animándola.
-
Vamos niña, lo tienes rendido. Baila al toro Candela, que la plaza
se cae aplaudientote- hijo de maestro y tercera generación de hierro
taurino. Normal que el niño lo viva y sienta, como la misma Candela.
La
gracia y forma del niño, la hacía olvidarse del toro y sonreír.
¿Como podía ser esa criatura hijo de María Eugenia de Pavillas? El
niño era un amor, más parecido a su serrana que a la hermana, dueña
de toros y cortijo.
Viéndola
sonreír el niño se tapó la boca, sabiendo que la había distraído.
Pronto Candela le ofreció el capote y el niño se puso entre sus
piernas dispuesto aprender la suerte del toro.
-
La cara Francisco, sube la cara. Que la plaza vea que el miedo no
está en tus leyes. Que en tus venas corre sangre de toro.
-
Seré el Niño Pavillas.
Se
entusiasmaban ambos, entregados a juegos que esconden realidades.
Candela no se dio cuenta, que bautizándose así, el niño que entre
sus piernas bailaba el capote, la había colado en su nombre.
Pavillas por su maestro padre y niño, por la niña con la que
compartía tardes de toros. Pena que ninguno de los dos, supiese que
algo mas que el toro compartían.
Quien
si sabia y los contemplaba con el corazón emocionado, era el
apoderado de la niña, que alertado por Manolo, estaba al tanto de
los amores secretos por prohibidos, de su niña Candela. Viéndolos
tan similares, sujeto el puñal que llevaba entre sus manos y espero
que el niño se fuese para acercarse a Candela y así decirle:
-
Mi apoderado, me regalo este puñal poco antes de mi alternativa, hoy
que por primera vez sabrás como huele, como es su tacto y cuan
caliente esta la sangre de un toro bravo, te lo entrego yo a ti,
Candela. Con el podrás cortar tus triunfos.
-
Maestro no me llore usted.
-
Calla y prestame atención. Llévalo en tus botas siempre, que nunca
se sabe cuando puede ser necesario estando en el campo- lloraba el
maestro entregándoselo, porque si en verdad se lo entregaba
siguiendo tradición torera, también lo hacia por el mal
presentimiento de Manolo. Sin esconderse la abrazo contra su pecho,
pidiéndole a la virgen toda la suerte para la niña que abrazaba- Y
ahora, vete yendo a vestir. El toro te espera en su terreno.
Emocionada
como lo estaba su maestro, Candela abrazo al buen hombre, sintiéndolo
como el padre que no había tenido y salio de la Casona, dispuesta a
obedecerlo.
Pero
al salir y a lo lejos, sus ojos buscaron al crío Francisco
hallándolo, al ladito de Maria Eugenia de Pavillas. Imposible no
apreciar la belleza de la mujer e imposible, no recordar las palabras
del capataz.
-
Se que tienes buenos tratos con las mozas del Cortijo y por eso busco
tu favor. No esta escondido que bebo los vientos por la dueña de
estas tierras y las mozas andan con coplas que encienden mis celos.
De ti necesito, que me digas con quien se ve la dueña, si es que
existe alguien con el valor suficiente para retarme y apoderarse de
lo que en años, he luchado para que sea mio. Sabre premiar tu favor,
y palabra de hombre te doy en este momento.
Esas
fueron las palabras del capataz, le estrecho la mano sorprendida pero
que cumpliera, eso ya era otro cantar. Que a esa mujer, la dueña del
Cortijo, buena ley no le tenia,pero era sangre de su serrana y esa,
esa si que era ley para ella.
-
Niña- la moza Carmela, la llamaba despertándola de sus pensares-
Esta noche tenemos un candela para los mozos y mozas, cuando vengas
con las orejas del toro en tus manos, ten por seguro que un baile
conmigo te esperara.
"Ay
los quereres que se enredan en tan grande lugar. Que la niña tie el
corazón entregado sin saber la verdad, la dueña de ese tesoro cela
a la moza de alegre cantar, que aburría del seco capataz ve en la
niña una fruta para endulzar".
Coplas
de las mozas, bailando frente a una candela, que esta noche es fiesta
en el Cortijo y mañana, ya se vera que pasara.
Y
cartas que a una madre van:
Ya
rece a mi virgencita, muleta y espada preparada, el pañuelo de mi
serrana que en mi pecho llevo y usted siempre en mis pensamientos.
Y
correr en busca el toro, sin importar su suerte.
......Y la pasión sigue..y el misterio continua...y se teje ese ''sangre y arena'' que pronto y seguro desencadena la tragedia...en el ruedo el dolor por una mentira...quizás por una traición...temor a que esa Madrina tenga que recordar que es madre ...antes que mujer que esta loca por otra mujer...casi una niña..con ilusiones que cumplir...inocente en un mundo que puede volverse negro como esa noche negra que encierra demasiado....esperando esa Luna que quizás quiera ayudar a lo que en la sangre lleva ''la Niña los picos'' pero que puede resultar traicionera cuando con su resplandor bañe ese toro de la VIDA que puede hacer más daño...que el que ella pretende torear...Y todo ese trascurre en ese marco del cortijo donde la sangre se calienta...como lo hace el sol..dorando sus trigos..
ResponderEliminarMe encanta esta Historia Escritora...tiene ese empaque de ''embrujo andaluz'' que tienta los sentidos...
GRACIAS................por ¡¡¡tanto¡¡¡
.....Perdón lo olvidaba...esa ilustración acompaña de forma perfecta a la Historia...esos detalles tuyos son muestras de tu arte...lo son.
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