lunes, 4 de febrero de 2013

Encuentros 2


Aprovecho la intimidad del ascensor y del gran espejo que ocupa una de sus paredes, para revisarme en él. Esta vez he elegido un vestido negro, hasta medio muslo con escote en pico y media manga. Lo he acompañado por unos zapatos negros, de alto tacón con cierre en enredadera hasta mi tobillo. Penita, que no pueda vérmelo, se que le gustaría.

Durante los encuentros que han precedido a este, he podido intuir que le gustan las mujeres de alta estatura, natural o ficticia y se por como gime cuando me toca, que prefiere los vestidos o faldas a los pantalones.

Otra curiosidad más, los gemidos son fundamentales en las relaciones eróticas, ellos te ayudan a orientarte, le gusta esto o aquello, aquí o allí y a oscuras, hasta te ayudan a saber sus gustos prescindiendo de un sentido, para mi fundamental, la vista. Claro, que lo era hasta antes de conocerla.

Ding, dang, es el sonido que escucho alertándome que llegue a la planta donde está nuestra habitación y a su vez, es el sonido que dispara mi deseo.

Es sumamente bestial, como me enciendo cada vez que llego a esta planta, primero fue por ser consciente del engaño que iba a empezar, después por lo morboso, una cita completamente a ciegas, sin tener idea de quien habría tras esa puerta y ahora, es solo porque ese ding dong, me recuerda que llego hasta ella, llego a sus besos, llego a su cuerpo caliente, llego a sus caricias y en resumidas cuentas, llego a su locura y la mi crece sin limites.

Frente a la puerta, me detengo un segundo, gustosa de como todo mi cuerpo me pide que entre y deje que me arrolle, pero es tanto, tantísimo lo que la estoy deseando que siento cierto pudor, porque mi humedad ya es latente y a pesar de que contamos con un sentido menos, ella lo sabrá, sabrá cuanto deseo esta cita.

Tres toques, doy tres toques en la puerta y me presto a escuchar como camina hasta la puerta, dios, ¿llegará el día en que no la escuche? ¿llegara un día en el que ella no venga?

No quiero pensar en eso ahora, quiero habrá la puerta, quiero que como siempre se esconda tras ella y quiero entrar en esa habitación, cerrar la puerta sin preocuparme de como y beber de su boca. Boca, que llevo deseando siete días y que hoy será mía, por tres horas.

Y por fin abre la puerta y por fin la cierro de una patada, tiro mi bolso sin importarme su suerte y busco su rostro para agarrarlo entre mis manos y si, por fin tras siete días, me bebo su boca.

- Mm como...mm...¿como has estado?

Me pregunta arrastrándome hasta la pared y reteniendome entre ésta y ella, y dios, ni recuerdo como estuve, solo se, que la desee como nunca antes.
- Bien ¿y tu?

- Contando los días, me encanta el vestido.


Jajaja dios, lo sabía, sabía que le encantaría.









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