Wilson S.L. 94

Ambas decidieron dejar a Estefanía a parte durante unos momentos. Martha no podía creer que después de todo lo pasado, Anna quisiera recuperar Wilson SL, aunque parte de razón llevaba. Wilson era más que la entrada de "madera" era una entramado de negocios que mantenía viva la comarca.

An: Claro que, esta vez las cosas se harán como a mi me gustan.

Esto de Anna no le extrañó en absoluto. Ya le parecía extraño que quisiera recuperar Wilson sin más. Por eso, no pudo callarse.

Mr: Un poco Al Capone, si que eres.

An: ¿Perdona bonita?

Mr: ¿Puedes dejar de llamarme así?

An: Querida, te has cebado con mi familia. Primero Maca, algo que aún espero me expliquéis, después Valeria y ahora Estefa. Creo que me da el derecho de llamarte como me plazca. Al fin y al cabo, somos de la familia.

Mr: Y la familia se cuida.

An: Asqueroso viejo.

Mr: No quiero ser mala ni parecerlo, pero espero que su muerte este siendo lenta y penosa.

An: Brindo por eso. Bueno, en cuanto pueda brindar. Ya veo que seguiré sin saber de Colombia.

Mr: Pues...simple, el viejo zorro me hizo cuanto quiso, después le apeteció que yo fuese la inauguración de Maca y...y Maca iba tan puesta, que no hizo más que nombrarte. Vele su borrachera y me saco de allí. Prefiero no hablar de aquello.

An: Uhm, ¿le habrá llamado ya Lucifer?

Mr: Por mi que lo arrastre llevándoselo a su vera.

Ambas desean lo mismo, inhumano, rencoroso o como se quiera llamar. Las dos mujeres que hablan de él, tienen razones suficientes para desearle lo peor, a quien en la cama, mira con el respirador retirado a su hija.

Fr: Desde bien pequeña, vi que tendrías los ovarios bien puestos y desde que la vi un día montando a caballo contigo, supe que sería quien nos separaría. Pero por mucho que esa puta te maneje, aquí estas, junto a tú padre.

Maca no contesto, no merecía la pena. Su padre se marcharía como había vivido, creyendo que su palabra era ley. La respiración del viejo zorro se hacía más espesa, el ruido de sus pulmones ahogándose era doloroso, a pesar de todo.

M: Colóquele el respirador- pidió Maca al sanitario que se había ocupado de su padre desde que cayese enfermo.

Fr: No hace falta. Vas a ver morir a tu padre, como un Wilson. Ven aquí y dame la mano. Acompaña a tu padre.

Dejarle suplicar o ceder a su petición. Su muerte estaba siendo tan vacía, que no hubo duda. Macarena término por acercarse a su cama y dejó que fuese el mismo viejo, quien con sus dos manos agarrase la suya.

Dos flemas seguidas hicieron que Maca cerrase los ojos, su padre se moría cogido de su mano y le fue imposible, no verse a ella misma mucho tiempo atrás, siendo una niña como Adri, agarrada a esas manos que ahora la sujetaban.

Fr: Es tú perro, esta sufriendo. Como su dueña que eres, dale muerte.

M: Padre, es Chusky podemos llevarlo al médico, el sabrá como

Fr: No es más que un puto perro.

Frjr: Yo puedo hacerlo, padre.

Fr: Es el perro de tu hermana. Macarena coge la escopeta y matalo. No voy a pedírtelo más. Por mis cojones que lo vas a matar, o lo haré yo y haré lo mismo con sus cachorros.

Una nueva flema que provocaba un muevo ataque de tos a su padre, devolvía a Macarena a esa habitación. Las ganas de soltarse de sus manos y contemplar su muerte desde la puerta, comenzaban a ser infernales. Pero Macarena aguantó sin variar un ápice su rostro, en pie y a su lado.

Las flemas sé hicieron repetitivas, la tos era insoportable, minutos en silencio, sus manos agarradas y una fuerte arcada, que sumió la habitación en un profundo silencio.

No hubo alboroto en la gran Mansión, el sacerdote se acercó en el momento del óbito a la cama, lo mismo hizo el sanitario y los guardas María y Pepe.

Macarena no fue consciente de quien lo cubrió con la sábana, tampoco de quien ordenó doblar las campanas de la vieja capilla, ni tampoco de quien desunió sus manos.

Sólo fue consciente, de que sus pasos la llevaron de vuelta al Hospital, de que Anna abrió la sabana que la cubría y de que se dejó arropar por ella y por sus brazos.

No vio como Martha salía del baño, no vio como Anna le guiño un ojo entendiéndose y si lo fue, de como un llanto desgarrado surgía de su interior, mientras Anna la acunaba.

M: Anna

An: Sush, ya nada más podrá hacerte.

Martha salió de la habitación dejándolas solas tras ella. Una vez cerró la puerta se quedó apoyada. Había sido conmovedor ver como Maca sólo necesito de unos brazos, los de Anna, para sacar de dentro todo lo vivido. Cerró los ojos imaginándose un momento parecido y pude verse necesitando el mismo abrazo, dado por otra mujer. Una quinceañera, que a esas horas dormía abrazando a una cría.