Mi cincunta cláusulas 25

Julia no fue fiel a las palabras pronunciadas, dejó un leve e intenso beso en los dulces labios de Minerva, para después liberarla de su encierro.

Minerva no camino en busca de María, levito por su propio ático hasta la cocina, y se sorprendió de la habilidad con la que se deshizo de María. Consciente de la presencia de Julia en su habitación, no demoró el regreso y olvido comprobar que María finalmente se marchaba. Era tanto el deseo por esa mujer, que el resto parecía dejar importar. No podría ser difícil para ella obedecerla como quería. Si el pensarla la llevaba a la locura, su presencia le hacía mirarla e incluso, reírse de ella.

- Niña, cualquier cosa no tienes más que llamarme, lo sabes.

La voz de María, sobresalto a Minerva cuando estaba a punto de abrir la puerta de su habitación.

- Si, ni te preocupes

Contestó resoplando y no le dio tiempo a realizar ningún movimiento mas. La puerta fue abierta por Julia y ella llevada en volandas hasta impactar contra la pared.

- Estoy aquí esperando

Escucho decir a Julia, pero su boca devorando a continuación la propia, no permitió a Minerva debatir. Julia se pego a ella por completo y sus manos, como aquella primera vez en el baño, corrieron la misma suerte que su espalda, impactaron contra la pared retenidas por las de Julia.

La fuerza de esa mujer y la pasión con la que actuaba, desbordaba a Minerva, quien pronto comenzó a gemir, con el deseo totalmente disparado.

- Julia- Minerva gimió su nombre, justo en el momento en que la pierna de Julia se coló entre las suyas, separándolas.

- Repite mi nombre- Julia dejó su boca para bajar con ardor por su cuello. Mordiéndolo a cada centímetro de piel. La pasión desmedida de cada muerdo, las ardientes caricias y su aroma llenándola, hicieron que Minerva, no pudiera mas que obedecer.

- Julia...uhm

No una ni dos veces, Minerva gimió su nombre a cada beso, a cada mordida. Por igual, cuando la toalla que cubría su desnudez fue arrancada, cuando los ojos de Julia se empaparon de esa desnudez y cuando Julia se deshizo de su camisa, para pegarse a ella haciéndola subir.

Nuevo gemido, cuando el sexo de Minerva impacto contra el delineado vientre de Julia, otro más cuando Julia provocó que se deslizara más por la pared ascendiendo su cuerpo y otro más, cuando se vio subida a su escritorio con Julia entre sus piernas.

Segundos de respiración agitada en ambas, dos combatientes en un ring de placer. Los ojos de Julia gritan verdadera ansiedad por el cuerpo que contemplan, los de Minerva, se dejan llevar como el resto de su cuerpo, por esos ojos, ese aroma y esa pasión desbordada, con nombre de mujer. El mismo que gime una y otra vez.

- No vuelvas hacerme esperar- Julia no dice, exige limpiando el escritorio de objetos- ¿A caso no ves mis ganas de ti?

Y no espera respuesta, más que otra vez su nombre en jadeos. Los de Minerva sintiéndola hundirse entre sus piernas.

Otra vez, buscando sujeción en la pared, otra vez abierta por y para Julia y otra vez bebida con suma maestría.

El regreso a la normalidad son minutos de inconsciencia para Minerva, su muslo izquierdo deja de estar sujetado en el aire por Julia, su pierna derecha flaquea falta de fuerzas y como una muñeca de trapo, Minerva se deja descolgar de la pared, para ser deslizaba por el cuerpo de Julia. El mismo que la abraza contra ella, sin que aún pueda respirar sin que el aire le falte.

- Eres muy peligrosa, Minerva.

En cuanto los brazos de Minerva ganan fuerza, se abrazan contra el cuerpo que vibra junto a ella. La muñeca ahora es llevada a la cama con mimo hasta ahora desconocido. Desde su cama y sin poder hablar, contempla como Julia termina de desnudarse y con extremo esmero, se deja caer sobre ella.

Las manos de Julia vuelan necesitando poder tocar la deseada espalda de Julia. Pero sus manos no gozan de libertad con Julia y pronto son retenidas contra el colchón.

- Quiero tocarte.

- Ahora no, mi dulce niña.