Wilson S.L. 85

Nueva mañana en la que el despertador sonó incansable, hasta que Macarena con esfuerzo lo pudo apagar. Nueva vida, muchos cambios y sobre todo un cumplimiento, la disciplina.

Disciplina de comidas, de horas de sueño y en definitiva, de cumplir horarios. Daba igual, haberse ido a dormir casi con el alba, por estar horas pegada al teléfono con Anna, hablando. Primera sonrisa del día.

Hablar, horas haciéndolo de la nueva situación económica, de Adriana, de ella misma y de Jaime. Segunda sonrisa del día, al recordar un momento en concreto de esa conversación.

M: Almorzare con Solano, me acompañara Risto, es el único que hoy día, cedería financiarme.

An: ¿Tanta prisa?

M: Quiero empezar la reforma en el caserío de la ganadería. En cuanto fallezca, me trasladare allí.

An: Se mueve

M: ¿Que?

An: Jaime

M: ¿Ahora?

An: Estoy acariciando su rodilla.

M: Jums, quiero

An: Jajaja, puedes hacerlo cuando quieras.

Tercera sonrisa del día, el recuerdo del conjunto, de la risa de Anna, sus silencios, sus ofrecimientos y la paz cuando dejo de hablar con ella.

Vestida con ropa deportiva, se preparo para una nueva disciplina. El deporte acompañada por Martha. Bajo las escaleras, prácticamente saltando y una cuarta sonrisa surgió en su rostro. Comenzaba a sentir su cuerpo más joven, correspondiéndose con su verdadera edad. Al igual que le ocurriera, con las mejillas al sonreír constantemente, su cuerpo parecía despertar y sólo tenía que engrasarlo.

La quinta sonrisa, aquella que iba a brotar al saltar los últimos tres escalones como si fuese Adriana jugando, se cortó en seco por una sola voz-Macarena- la de su padre llamándola.

Había dado permiso a todo el personal de la finca, pero se había ocupado de que asistencia médica no le faltase.

Con muy pocas ganas de saludarlo, cedió a la tercera vez que su padre la llamo.

Tendido en la cama, con el sonido incesante del respirador, apenas podía mantener la mirada sobre él, sin que la decepción y la falta de cariño se reflejase en su rostro.

Fr: ¿Qué cojones haces así vestida?

M: Salgo a correr. ¿Qué necesita?

Fr: Quiero ver a mi nieta, traémela.

M: Esta en el colegio.

Fr: Quiero verla, no voy a dejar que esa zorra me separe de ella.

M: No es ella quien lo está haciendo.

Fr: Debí ponerla en su sitio y todo por respetar a quien no lo merece, no tuve hijos, tuve una panda de bastardos.

M: Hechos los saludos cariñosos de buenos días, me voy.

Macarena se despide de su padre, entre protestas de éste. Quien continúa gritando en contra de todo y todos.

Fr: ¿Y el otro maricon? ¿No sabe que me muero? ¿Por que cojones no viene a verme? No pienso morirme sólo, ¿me estás oyendo Macarena? Me voy a levantar de esta puta cama, pondré a Montero en su sitio y así tenga que darte de hostias, volverás a ser mi hija, la señora. O lo será mi nieta. Quiero ver a mi Adri, esa si valdrá, ella si. Maldita zorra, no es más que una puta. Ya verás cuánto tarda en traicionarte, ¿me oyes? ¿Me oye alguien en esta puta casa?

La suma de sonrisas en Macarena se detiene, la rabia acumulada y la frustración que siente, le hacen apurar la carrera y en pocos minutos, ya espera en el nogal de cada mañana a que Martha llegue.

Tampoco suma muchas sonrisas esta mañana Martha. La tonta discusión con Estefa le hizo desvelarse, esperando que Estefa apareciese como otras veces, lanzando piedrecitas a su ventana.

Regañina interior y en esto, si sumaba varias.

Discute por acusarla de comportarse como una cría, y esa noche y esta mañana, echa en falta justo esos detalles quinceañeros. Las piedrecitas en la ventana, los mensajes a cada rato, las golosinas en su puerta y mil detalles más.

Martha también apura el paso, para llegar al nogal y cuando lo hace, Maca la recibe con una sonrisa, recordando los adolescentes celos de Anna respecto de ella.

Mr: No quiero hablar

M: Eh....yo tampoco, mi padre despertó muy cariñoso. ¿Carrera y yoga sudado?

Mr: ¿Yoga sudado? Es...

M: Pues si, pero te hice sonreír. Me doy por satisfecha.

Mr: Uy, esto es nuevo.

M: Jajaja, es el efecto Anna.

A la tarde y en la casa de la Laguna, Anna termina de colocarse los pendientes yendo hacia la habitación de Adri. Y lo hace extrañada, la niña suele acabar de vestirse junto a ella y hoy es ella quien debe ir a buscarla.

Al llegar a la puerta de la habitación, Anna retiene el nombre de su hija en su boca. La niña esta sentada en la cama, con las manos en su regazo y mirando el suelo. Sorprendentemente, no lleva el vestido elegido por ella misma, sino el roto.

An: Cariño- termina por llamarla, mordiéndose los labios, derretida por el detalle de su hija.

Ad: Mamá-corresponde la niña a su madre, incorporándose de la cama y fuerza una sonrisa mostrándole su vestido- Lo arregle, yo solita.

Para Anna, su hija parece dispuesta a desordenarle más aún sus hormonas y provoca una nueva mordida de labios emocionada. Pero pronto, debe retener una carcajada, la niña evita a toda costa mirarse en el espejo de su armario y ese detalle aun la emociona más.

An: ¿No me dices si estoy guapa? ¿Tan gorda estoy?

Ad: Jejeje- ríe Adriana tapándose la carita con ambas manos- Mami dijo que no te dijera gordita. Pero si lo estás.

An: ¿Gordita?

Ad: Jejeje, mamá. No, estas guapa. ¿Nos vamos?- avanza Adri hacia la puerta esquivando su reflejo en el armario. Con vestido o sin él, lo que quiere es llegar a la fiesta de cumpleaños. Pero la mano de su madre en la frente la detienen.

An: ¿Sin peinar?

Ad: Fooh

Protesta de Adriana y sonrisa enorme de Anna. La niña ha arreglado el vestido grapando el roto y no precisamente con mucho esmero.

An: Elige, ¿pantalón blanco o salmón?

Ad: Me da igual, si es pantalón- contenta se abraza a la abultada barriga de su madre.

An: Adri, te has dejado un montón de nudos- dice Anna, rompiendo el abrazo y examinando el largó cabello de su hija.

Ad: Fooh, esta largo y yo no puedo.

Nueva protesta de Adriana, que consigue que su madre vuelva abrazarla con una idea en su cabeza. Tras pedirle que espere, Anna regresa a su habitación a por un pequeño neceser y de vuelta a la habitación de Adri, le pide que le baje la cremallera de su vestido.

Entre risas, ambas se desnudan y en ropa interior, Adriana mira a su madre sonrojada.

Ad: ¿Qué vamos hacer?

An: Voy a cortarte él pelo. ¿Quieres?

Ad: Mamá

An: Me lo tomó como un sí. ¿Sabes que se lo hacía a las tías? La abuela siempre me regañaba, les cortaba el pelo, las maquillaba y les pintaba las uñas. Tía Estefa siempre protestaba.

Ad: Jejeje, es que eres princesita, princesita.

An: ¿Si?

Ad: Si, de Mami y mía.